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Poder

26 de Agosto de 2014

Primer preso por lanzar bomba Molotov alega inocencia

El 20 de marzo del 2013, Camilo Valdés se transformó en el primer encarcelado por lanzar bombas Molotov. El gobierno de Sebastián Piñera usó su caso para advertir a los encapuchados que la cárcel para este tipo delitos era posible y su historia se convirtió en un símbolo. Hoy, tras dos años en la Ex Penitenciaría, Valdés reclama inocencia y su familia dice tener pruebas que lo absolverían del delito.

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Camilo-Valdés

Cuando Camilo Valdés estaba a punto de cumplir un año detenido en Santiago 1, su caso sentó un precedente judicial: el 20 marzo de 2013 se convirtió en el primer sentenciado a cinco años de cárcel por lanzar una bomba Molotov. Un año antes, durante la conmemoración del Día del joven combatiente del 2012, la Fiscalía Metropolitana Occidente lo había acusado de participar en una barricada y de atacar una patrulla de la Subcomisaría de Carabineros de Cerrillos.

Después de meses de investigación, su sentencia se convirtió en un llamado de atención para los encapuchados: “Atentar contra Carabineros es atentar contra todos”, dijo el ex intendente Juan Antonio Peribonio cuando le preguntaron por el caso. “Esto es una señal clara de que quien atenta contra la vida o seguridad de cualquier persona será castigado con cárcel”, advirtió.

Durante un par de días, su nombre estuvo en todos los periódicos y su historia se convirtió en un símbolo. La exposición mediática lo llevó a redactar una carta donde acusó errores en su detención y habló de su inocencia: “Aquí estoy pagando algo que no ice lo único que pido se aclare todo esto por fabor tengo familia me estan haciendo daño”, escribió. Su relato motivó a los vecinos de la población Raúl Mazzone de Cerrillos, lugar donde vivía Valdés, a entregar información sobre los jóvenes que esa noche habían lanzado la Molotov. Dos de ellos se acercaron a la familia para asumir su responsabilidad y redactaron unas cartas donde lo exculparon: “El Camilo no estaba en la barricada, porque nosotros no nos juntamos con él”, decía parte del escrito que el joven G.M.H. –que estuvo esa noche en los disturbios- redactó en mayo del año pasado, un mes después que el Quinto tribunal dictara la condena.

LA DETENCIÓN

Las dos versiones sobre la detención de Camilo Valdés quedaron registradas en la sentencia. Aunque insistió en su inocencia reiteradamente, los jueces finalmente le creyeron al Ministerio Público, que presentó como única prueba el relato de los tres carabineros que lo detuvieron durante la noche del 29 de marzo de 2012.

La versión de la policía dice que todo ocurrió cuando el vehículo Z-4088 en el que se desplazaban el Capitán Emilio Teixidor, y los cabos Leonardo Guzmán y Miguel Tapia, fue atacado por una bomba Molotov que reventó en el suelo, a un par de metros de donde se movilizaban. El artefacto había salido de una barricada en la esquina de las calles Divino Maestro con la caletera de Américo Vespucio, en Cerrillos, lugar donde siete jóvenes protestaban a rostro descubierto. Cuando los policías Teixidor y Guzmán se bajaron del auto, el grupo se dispersó y se inició una persecución a pie. Los carabineros seguían a una persona que vestía la camiseta de la Universidad de Chile, a quien minutos antes habían visto lanzar la bomba. Al llegar al pasaje Sirio, a tres cuadras de la barricada, se encontraron con Camilo Valdés, quien vestía la camiseta de la Universidad de Chile. Los policías lo detuvieron entre los gritos desesperados de su madre Jeanette Mateluna, que había salido a defenderlo.

Camilo Valdés le contó a los jueces una historia completamente distinta. En el tribunal dijo que dos días antes que lo detuvieran había nacido su primera hija, y que ese 29 de marzo estuvo gran parte del día en el hospital Padre Hurtado, esperando el alta de su pareja. Valdés estuvo en la casa de Joselyn hasta las cinco de la tarde, cuando se fue al Liceo B-69 en el que estaba estudiando para terminar cuarto básico. Su pareja recuerda que la última vez que habló con él fue a las 22:00 horas, llamado telefónico en el que le comentó que estaba en su casa, porque en el colegio habían suspendido las clases.

Su madre Jeanette Mateluna confirma el relato. Esa noche ella le pidió a su hijo que saliera a buscar a Aníbal Valdés, el menor de los hermanos, que había ido a ver a su pareja. Camilo se lo encontró a mitad de camino y juntos regresaron a la casa. Cuando estaban en Real Audiencia con Andrómeda, a dos casas de donde vive y a cinco cuadras de la barricada, un vehículo de carabineros lo detuvo. Su hermano Aníbal, por susto, se escondió debajo de un auto, lugar desde donde vio toda la detención.

Al día siguiente Joselyn Zúñiga se enteró que el padre de su hija estaba preso. Cuando pudo hablar con él, Valdés le contó que era inocente, que la policía no lo había detenido donde decía y que no tenía idea de qué bomba le hablaban. “El Camilo estaba en otra, es inocente”, dice Joselyn al recordar ese día. “Estaba estudiando, trabajando, había nacido recién su hija, y nos habíamos ido a vivir a la casa de nuestros padres porque queríamos juntar dinero para nuestra casa”, agrega.

FALTA DE PRUEBAS

No es difícil hacer una Molotov, internet está lleno de manuales para fabricar una. En el juicio oral, luego de que los jueces escucharon ambas versiones de la detención, el Ministerio Público presentó como “testigo experta” a Carla Hidalgo, perito químico forense del Labocar, una eminencia en bombas Molotov, con casi dos décadas de experiencia. Su pega consiste en tomar las muestras de la ropa y manos de las personas detenidas para saber si han lanzado bombas durante las protestas. La cantidad de trabajo varía según la intensidad de la manifestación. Para el 11 de septiembre de 2012, por ejemplo, Hidalgo debió periciar sólo cinco casos, y durante una marcha estudiantil llegó a examinar a 45 jóvenes. El día en que tomaron detenido a Camilo Valdés, Carla Hidalgo estaba en Villa Francia, Estación Central, y Cerrillos no tenía ningún perito asignado.

La sentencia constata que a Camilo Valdés no se le perició ni la ropa, ni las manos. Tampoco hubo fijación fotográfica del sitio del suceso, ni empadronamiento de testigos. Las únicas pruebas en su contra fueron el testimonio de tres carabineros que los jueces calificaron como declaraciones “unívocas y coherentes”. La prueba inequívoca de que la persona que seguían desde la barricada era Camilo Valdés –dice la sentencia- fue la camiseta de la Universidad de Chile que llevaba puesta. En un barrio donde es usual ocupar camisetas de fútbol, la abogada defensora Jesica Retamal cuestionó que ese haya sido un detalle importante para detener a su defendido: “podría haber sido cualquiera”, dice hoy al recordar el caso.

En la audiencia, Retamal argumentó también que la fiscalía no tenía pruebas materiales y que la policía no había hecho el trabajo como corresponde. Los jueces -Christián Carvajal, Alberto Álamos y María Gjurovic- dijeron que los carabineros se habían visto imposibilitados de hacer las pericias porque el lugar era inseguro para trabajar y aceptaron condenar a Valdés sólo con las declaraciones: “para el tribunal ese estándar es suficiente para darle credibilidad a los policías respecto de los hechos que informaron en la audiencia”, dice el veredicto. Para la abogada de Valdés, sin embargo, acá se cometió una injusticia: “El estándar del Ministerio Público no fue alto. Acá no hubo ningún peritaje, sólo la declaración de los policías, y en un delito tan delicado como éste y con una pena tan alta, obviamente que se requiere algo más que una simple declaración para condenar a una persona”, se lamenta.

LAS CARTAS

Las cartas que exculpaban a Valdés y que la familia recibió luego del juicio sirvieron para redactar un escrito que buscaba revisar la sentencia. El testimonio de los jóvenes G.M.H, y R.G.G. –que estaban en la barricada ese día- echaban por tierra la historia con la que se había condenado a Valdés. La causa, esta vez, pasó al departamento de abogados penitenciarios de la Defensoría Penal. Cuando eso ocurrió, Camilo Valdés ya llevaba un año y medio preso.

Joselyn Zúñiga no sabe qué pasó con esa apelación, pero a fines del año pasado el abogado que le habían asignado para llevar adelante la revisión le devolvió las cartas y le dijo que las pruebas no eran suficientes para sacar a su pareja de la cárcel. Desde ese momento no ha parado de golpear puertas: “El Camilo no era anarquista, no tenía idea de qué era el Día del joven combatiente. En la población todos saben que él está pagando por una causa que no hizo. La gente me dice: ‘que fome lo que le pasó al Camilo, y por culpa de otros’. Me pregunto, dónde está la investigación, si hubieran hecho algo hubiesen llegado a los verdaderos culpables”, se lamenta.

The Clinic se contactó con G.M.H., autor de una de las cartas, y éste aún mantiene la versión de que Camilo Valdés no participó en la barricada: “La detención de él no me parece justa, no debe estar allí. Yo ahora voy a la iglesia y me da lata que un inocente esté preso”, dijo.

G.M.H. relató que el 29 de marzo de 2012 estuvo todo el día con sus amigos aprediendo a hacer una bomba Molotov, con un tutorial que sacaron de Youtube. La primera que fabricaron la probaron en una cancha y en la noche llenaron con bencina cuatro botellas de cerveza Corona. Cuando carabineros llegó a la barricada, sus amigos –con quienes ya no se habla mucho- lanzaron las botellas y todos arrancaron: “Tengo 20 años y nunca había escuchado del día del joven combatiente. Esa vez era la primera vez que hacíamos eso. Tiramos unas maderas para que se quemaran y también unos desodorantes que explotaron en el fuego. Fue para jugar”, cuenta.

A través de un comunicado, la Fiscalía Occidente argumentó que no tenían comentarios que hacer sobre este caso, porque había una condena de un tribunal, y que si había antecedentes nuevos lo que correspondía hacer era un recurso de revisión, instancia a la que Joselyn Zúñiga ya recurrió. Desde hace una semana ha estado intentando también con otra estrategia. Su idea es ir a dejarle al fiscal Nacional Sabas Chahuán y a la Presidenta Michelle Bachelet, un set de papeles con la historia de inocencia de su pareja. Busca que los que participaron en la barricada den su versión a la justicia y cuestiona los procedimientos policiales: “Mi hija lleva dos años y medio sin su papá. Yo necesito que se haga justicia. ¿Cómo pueden condenar a una persona sólo porque los carabineros dicen que él fue? El Camilo se convirtió en el primer condenado por bombas Molotov sin haber tirado nunca nada. Podría haber sido cualquiera”, se lamenta.

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