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Opinión

31 de Agosto de 2014

Columna: El candidato Velasco

Lavín, aunque fue niño símbolo del Sí, intentó -con éxito, pero sin alcanzar a ganar- esconder su visión neoliberal bajo un “soy apolítico”; y la mantención del modelo, bajo un “Viva el Cambio”. Se dedicó a rechazar las ideologías con la cara dura de quien lo hace desde el Opus Dei y el Pinochetismo. Hoy, […]

Pablo Paredes
Pablo Paredes
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Lavín, aunque fue niño símbolo del Sí, intentó -con éxito, pero sin alcanzar a ganar- esconder su visión neoliberal bajo un “soy apolítico”; y la mantención del modelo, bajo un “Viva el Cambio”. Se dedicó a rechazar las ideologías con la cara dura de quien lo hace desde el Opus Dei y el Pinochetismo. Hoy, Velasco, aunque con distancia en la “agenda valórica”, levanta un personaje no tan distinto, aunque mucho más sofisticado, capaz de subirse a una bicicleta y hablar de matrimonio igualitario (cuestiones que, por cierto, me parecen más que bien), pero con una estructura discursiva muy parecida a la del ex ministro de Educación.

Andrés Velasco, con ansiedad de candidato, se apura en cada entrevista en decir “soy de Centro Izquierda”, como si no fuera cierto que alguna vez ante la pregunta “¿Sería partidario de privatizar hasta Codelco?”, lanzara una respuesta que hubiese ruborizado hasta a Hernán Büchi: “Absolutamente. Y también Enap, Enami y las sanitarias, todas. No dejaría fuera de ninguna de las empresas productivas de bienes y servicios”.

Dice mirando a la cámara: “No estoy en contra de la Reforma Educacional, solo creo que fue un error del programa de gobierno haber escuchado e incorporado las demandas estudiantiles”. Sabe que cuando le pregunten si cree en la Reforma Educacional, debe decir que por supuesto, total nadie le va a preguntar en qué Reforma en específico cree. Así se ahorra decir que no le gusta la gratuidad y se salva de que lo empiecen a hinchar con eso de que es de los que entienden la educación como un bien de consumo. De hecho, a estas alturas, resulta evidente que Velasco detesta a la bancada estudiantil completa, pero que prefiere pegarle sólo a Camila, porque da más rating pegarle a una comunista.

El líder de “Fuerza Pública” usufructúa de algo así como una remasterización del eslogan del cambio, diciendo “la gente quiere cambios, pero no estos cambios” y de ahí, mezclando una actitud de pavo real y de gato chico jugando con lana, se lanza a hablar de “las malas prácticas”, porque sabe que sintonizan con la legítima indignación de “la gente”, pero se cuida de no hablar de las acusaciones que afectan a los suyos. Ahí no entra en lo ético y se queda sólo en lo legal. Andrés entiende muy bien a los medios (y a los miedos). Por eso tampoco acusa la evidente mala práctica de la encuesta CEP, al presentar preguntas con sesgo para buscar mostrar a una opinión pública rechazando los elementos base de la reforma educacional. La CEP habla bien de él, y él no va a cometer el error de pasarla por su detector de malas prácticas.

Cuando le preguntan por qué cree que la Derecha celebra y retuitea tanto cada una de sus declaraciones, se pone en piloto automático y dice “Soy de centro izquierda, porque no me gusta Pinochet”, pareciéndose, esta vez, más a Piñera que a Lavín. Pero no siempre sale jabonado, porque a veces se le ve mucho el guión y ahí es cuando los Patos Navias le tuitean: “Me gusta lo que dice @AndresVelasco. Pero no me gusta que niegue que esas son ideas de centroderecha en cualquier parte del mundo”.

*Coordinador Nacional de Revolución Democrática.

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