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Opinión

14 de Octubre de 2014

Columna: La música del “Pentagrama”

El Caso Penta es un ejercicio ilegal de triangulación de platas que incluye a candidatos, platas mal usadas y empresas que se benefician de la baja de impuestos.

Manuel José Ossandón
Manuel José Ossandón
Por

Carlos Alberto Délano

*

En estos días en que la crisis del país no es sólo económica, sino que de credibilidad a nivel político, el ejercicio básico de las autoridades y los aspirantes al servicio público es velar por la democracia. Por eso me permito partir diciendo que las elecciones son fundamentales para la democracia y las campañas son fundamentales para esas elecciones.

Y el calendario siempre nos lo recuerda. Hace pocos días conmemoramos un nuevo 5 de octubre y es cosa de ver cuánto costó que la gente volviese a las urnas en 1998 para que todo el sistema quede en entredicho por un escándalo como el de Penta que, desgraciadamente, nos salpica a todos como clase política.

Por ello hablo desde la mayor sinceridad. Estoy seguro que el “PentaGate” y la Ley de Financiamiento de Partidos van por carriles distintos, pero se cruzan en la misma esquina: las platas mal habidas.

El Caso Penta es un ejercicio ilegal de triangulación de platas que incluye a candidatos, platas mal usadas y empresas que se benefician de la baja de impuestos.

Los aportes reservados en tanto, aunque forman parte de la ley, sólo han servido para que la gente no se entere de quiénes financian las candidaturas y por eso hay que terminarlas. Si los aportes están, debiese ser de forma pública, independientemente de que sean empresas o privados los vinculados. Soy de los que más he defendido que la política se hace de cara a la gente y que la ropa sucia, como dicen los políticos, no se lava en las oficinas, sino se arregla entregándole información real a la gente y no acomodándola según las circunstancias.

Las empresas y las personas naturales tienen el mismo derecho a hacer sus aportes a la política: es razonable que ambas manifiesten una predisposición hacia determinados entornos o variables políticas que consideren mejor que otras. En el caso de las empresas son organizaciones que tienen todo el derecho a tener una visión ideológica de las cosas, una misión y objetivo que muchas veces coincide más con un grupo que con otro. Lo importante es que la gente sepa quién está entregando el aporte para que fiscalice rigurosamente a su representante en el Parlamento.

Por eso este “Pentagrama” nos debe obligar a interpretar otra partitura en la música de las elecciones. Para ello hay que cambiar el giro del Servel y convertirlo en una Superintendencia de Partidos Políticos y Elecciones, con atribuciones parecidas al Servicio de Impuestos Internos en materia de campañas. Una entidad que tenga una función fiscalizadora implacable, con gente idónea y personal en terreno que frente a cualquier sospecha investigue y entregue los antecedentes a la justicia.

Esta nueva “Súper” debería tener fiscalización antes, durante y después de las elecciones. También recurrir a la justicia contra los que infringen las normas electorales, pidiendo sanciones de pérdida de escaño para todos los que mienten en sus declaraciones o gastan más de lo permitido. Además, debiese redefinir tiempos de campaña, ampliando los tiempos de precampaña para evitar que se produzcan estas truculencias de candidatos que parten sin llamar a votar por ellos, pero que en el fondo están haciendo lo mismo.

Soy de la idea que una “Súper” debería llevar adelante la repetición de una elección cuando un candidato que no cumplió con la ley pierde el escaño, así como controlar quienes son las personas que trabajan en las campañas para regular la situación laboral de muchos que están sin contrato ni seguros y para terminar con grupos organizados, muchas veces de barras de fútbol, que salen a la calle con total impunidad.

La música del “Pentagrama” no suena bien. Espero que el caso Penta no termine en la impunidad. Los responsables deben pagar. Para hacer arreglos por debajo no cuenten conmigo. Para hacer una mejor ley, seré el primero en la fila. Sin aportes, la política se elitizará y ahí si que estaremos con un problema peor: una representatividad prácticamente nula.

*Senador RN.

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