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Opinión

30 de Octubre de 2014

Víctor Herrero lanza primera biografía del dueño de El Mercurio: “El poder de Agustín Edwards todavía no ha sido entendido”

Que sus vínculos con Estados Unidos y la CIA son muy anteriores a 1970. Que ya en 1964 se confabuló con Washington para hacer ganar a Frei Montalva con platas clandestinas y campañas del terror. Que alargó la negociación por el secuestro de su hijo argumentando falta de dinero, pero en los meses posteriores se gastó el triple de la recompensa comprando tierras en el sur. Que su rol de pater familias le impidió desarrollar un talento artístico nada despreciable. Son algunas de las revelaciones que el periodista Víctor Herrero publica en Agustín Edwards Eastman: Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio, en librerías desde la próxima semana. Conversó en exclusiva con The Clinic.

Daniel Hopenhayn
Daniel Hopenhayn
Por

Victor-Herrero_ALEJANDRO-OLIVARES

Hace unos cuatro años, Víctor Herrero quiso leer una buena biografía de Agustín Edwards. “Me puse a buscar y no había nada, ¡pero nada! ‘Esto no puede ser’, pensé. Si la biografía no está, la hago yo”.

Solo la revisión documental le tomó dos años de trabajo. “Estamos hablando de 87 años de historia política y económica del país”, explica. Luego vinieron las entrevistas y con ellas, la paradoja: “Gente del mundo de la Concertación, incluso algunos que yo conozco, no me quisieron dar la entrevista ni siquiera en off the record. En cambio la gente de derecha y vinculada al mundo de Edwards no solo estaba dispuesta a hablar, sino además me di cuenta de que en ese mundo también les intriga saber quién es Agustín Edwards”.

Algo conoce Herrero de ese mundo. A fines de los 90, trabajó en El Mercurio. Y nada menos que en el cuerpo “Reportajes”, cuyo editor de entonces, Joaquín Villarino, había sido profesor suyo en la UC. “Trabajando ahí me di cuenta de que El Mercurio es un animal mucho más complejo y menos blanco y negro de lo que uno se imagina. Había más autocensura que censura. La gente asumía que El Mercurio es de derecha, que estaba con Pinochet –hablo de fines de los 90– y por lo tanto incluso los periodistas jóvenes tendían a autocensurarse. Pero yo hablaba de Golpe de Estado y salió publicado igual”.

¿Qué buscas con este libro?
Que se conozca más acerca de un personaje tan poderoso, pero del cual se sabe tan poco. Yo diría que el poder de Agustín Edwards todavía no ha sido entendido de manera cabal. Incluso creo que a la larga tiene un peso político en Chile mayor al de Pinochet. Él es el creador, indirectamente, del sistema económico que tenemos, y es alguien que con sus medios contribuyó efectivamente a generar el Golpe de Estado.

ROCKEFELLER Y LA CIA

De toda tu investigación, ¿cuál fue el hallazgo que más te sorprendió?
Darme cuenta de que los vínculos de Agustín Edwards con EEUU y con la CIA no se redujeron a sus famosas reuniones de 1970 con Kissinger y con Helms [director de la CIA]. Venían de antes y son vínculos mucho más profundos de lo que uno se puede imaginar. Y lo más sorprendente es que ya el año 64, Edwards se reunió con el director de la CIA para ver cómo podían impedir la elección de Allende y hacer ganar a Frei Montalva. Eso no se sabía hasta ahora, que el tipo se reunía con la CIA ya el 64, y te muestra el grado de compenetración que existe entre la familia Edwards y EEUU. Son lazos históricos.

¿Qué hacían Agustín Edwards y la CIA planificando el triunfo de Frei?
Para la elección del 64 una parte de la derecha, entre ellos los Edwards, entendieron que la única alternativa para evitar el triunfo de Allende era apoyar a Frei, aunque no fuera de su gusto. Al mismo tiempo, EEUU quería impedir el contagio de la Revolución cubana y la estrategia era promover el progreso social en América Latina. En ese contexto Edwards, por un lado, organiza un grupo de empresarios en Chile para apoyar la campaña de Frei, pero también viaja muchas veces a EEUU, donde se junta con su amigo y socio David Rockefeller, quien le abre las puertas a los poderes más importantes de Washington –entre ellos la CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono– y Edwards asume un rol como el mejor aliado político de EEUU en Chile. Y a comienzos de mayo del 64 se reúne con John McCone, el director de la CIA. Estamos hablando de que el empresario más grande de Chile, o uno de los tres más grandes, se reúne con el director de la CIA para planificar cómo lograr que en Chile salga presidente Frei y no Allende [sobre este tema, ver adelanto del libro en páginas 25 y 26].

¿De dónde nace la amistad entre Edwards y Rockefeller?
Estas son familias que se conocen de antes, hicieron negocios juntos desde generaciones atrás. Y los seguían haciendo. Los Rockefeller tenían la IBEC, una especie de fondo de inversión que invertía en empresas en América Latina, y la IBEC chilena pertenecía en un 80% a Rockefeller y en 20% a Agustín Edwards. Tenían acciones en Copec, cosas así. Entonces Edwards era su gran aliado comercial y también político en Chile. El propio Rockefeller había fundado, a petición de Kennedy, un grupo de empresarios estadounidenses llamado Bussiness Group for Latin America, que hoy es el Council of the Americas, adonde fueron Bachelet, Lagos y Frei Ruiz-Tagle a exponer su proyecto cuando eran candidatos. Hasta el día de hoy David Rockefeller es su presidente honorario, mientras Agustín Edwards es director honorario de su consejo internacional.

DONNIE A LA SOMBRA DEL ABUELO

Los contactos de Edwards con EEUU provenían de sus redes familiares pero también de sus años en Princeton como estudiante de Relaciones Internacionales. Fue el primer Agustín Edwards que hizo la universidad en ese país y no en Inglaterra. Princeton, por lo demás, era la favorita de las familias conservadoras pudientes del sur de EEUU. El primer director de la CIA salió de sus filas e integraba el consejo asesor de la Escuela de Asuntos Internacionales, la misma donde estudiaba Doonie, un tímido joven chileno a quien sus cercanos llaman así desde que era adolescente. Cuando niño le decían Cuchito.

¿Quién es el Doonie que llega a Princeton en 1947?
No es un chileno neto: nació en París, creció y fue a un colegio de elite en Inglaterra, de hecho su adaptación como niño a Chile fue difícil. Muchas personas dicen que en su adolescencia y juventud era sumamente tímido. En Princeton al principio lo pasó mal, no tenía muchos amigos. Lo ayudó mucho un ex embajador de EEUU en Chile, que era muy amigo de su papá. Y en una carta, donde le hace una recomendación para entrar en una suerte de fraternidad en Princeton, este embajador dice que conoce a Agustín Edwards desde niño y que es extremadamente tímido, pero que una vez en confianza es un tipo encantador. Y mucha gente cuenta cosas así. Entonces el Doonie que va a Princeton es básicamente el heredero de una familia oligárquica que tiene que sacar estudios, ojalá prestigiosos. Ese no era el Princeton de hoy, bastaba tener dinero para entrar. Y sacó su carrera en dos años, lo cual también es algo extraño.

Primero intentó estudiar Derecho en la U. de Chile, ¿no?
Estuvo tres años en la Escuela de Derecho, donde le fue más o menos nomás, sus notas no son muy espectaculares. A juzgar por lo que me dicen sus cercanos, y por la tesis que escribió en Princeton, parece que Agustín Edwards siempre tuvo dificultades con la palabra escrita, o con plasmar sus ideas por escrito.

¿Era intelectualmente discreto para lo que se esperaba de él?
Aquí sólo cabe especular, porque hay muy pocos textos de su autoría. Pero Agustín Edwards fue muy cercano a su abuelo, porque creció con él, y el abuelo sí escribió muchos textos, en su última etapa incluso se las dio de historiador, escribió varios libros sobre la historia de Chile. Y mi impresión general es que Agustín Edwards ha vivido bajo la sombra de su abuelo. Que ha querido ser como su abuelo y nunca lo ha logrado.

DE PORTALES A PINOCHET, LA IDEOLOGÍA EDWARDS

¿De qué se trata la tesis que Edwards escribió en Princeton?
Se titula “Anarquía y autocracia en Chile” y analiza el período 1810-1833. Es un recocido de ideas de historiadores conservadores chilenos. Sus fuentes son su propio abuelo o Alberto Edwards Vives, también pariente suyo. Pero lo interesante es ver cómo este joven de 21 años ya tiene plenamente incorporada la gran “ideología edwardiana”, por llamarla así, que en el fondo es la de Portales. Los Edwards son portalianos: libertad y orden. Sobre todo libertad para hacer negocios y orden social para que nadie les revuelva mucho el gallinero. Creo que eso mismo hizo muy natural para Edwards apoyar a Pinochet. En el fondo para ellos no fue una dictadura, fue un segundo Portales que les dio lo que siempre han querido. Es una herencia ideológica familiar. Incluso se trasluce en algunos de sus hijos, que siguen un poco con este concepto portaliano de lo que debe ser Chile.

A partir de esa ideología, ¿los movimientos sociales siempre fueron sus enemigos?
En momentos clave de la historia chilena, cuando el pueblo o lo que hoy llaman “la calle” está más presente, los Edwards tienen una larga tradición de ser los líderes de la reacción. Su bisabuelo, Agustín Edwards Ross, fue el principal financista y uno de los grandes líderes de la Guerra Civil de 1891, contribuyó activamente a la caída de Balmaceda. Después su abuelo, Agustín Edwards Mac-Clure, fue un poco más moderado porque vio que sin equilibrio social el país se podía caer a pedazos, y fue un gran promotor de Arturo Alessandri, muy amigo suyo, y ambas familias son hasta hoy muy íntimas. Y después el año 38, cuando gana el Frente Popular, fue el horror absoluto para la clase alta y en especial para los Edwards, que habían apoyado a Gustavo Ross, también familiar de ellos. Y por último Allende. Una larga historia. Yo creo que este Agustín Edwards no hizo nada que sus antepasados no hubieran hecho.

¿Cómo fue su relación con Pinochet?
Agustín Edwards dijo el año pasado, en sus declaraciones al juez Mario Carroza, “el gobierno militar me salvó la vida”. Él sabe que los tiempos políticos cambiaron, pero en lo personal siempre estuvo muy agradecido de que Pinochet lo salvara. De hecho lo fue a visitar dos veces con su señora a Virginia Waters cuando estuvo preso en Londres, visitas que en su momento no se supo que existieron. Pero un segundo punto son las reformas económicas. Gran parte del equipo económico que las hizo perteneció antes a empresas del grupo Edwards y a El Mercurio, por lo tanto hay una cercanía. Agustín Edwards siente que el modelo implantado en Chile es el modelo que él y su familia vienen craneando desde los años 50.

Y mientras Pinochet gobernó, ¿fueron cercanos?
Solían desayunar para intercambiar opiniones, aunque su relación no era de amigos sino de necesidad mutua. Pinochet necesitaba a El Mercurio y, a partir del año 82, El Mercurio y Edwards necesitaban a Pinochet, porque quebraron. Pinochet termina salvando en más de una ocasión a Edwards y a algunas de sus empresas. Y hacia fines de los 80, Edwards le envía una carta personal a Pinochet, a la que yo pude acceder, donde le agradece todas estas gestiones a su favor y donde le promete eterna lealtad.

UN IMPERIO EMPOBRECIDO

El actual dueño de El Mercurio es el quinto Agustín Edwards de la familia y a los 30 años, ante la temprana muerte de su padre, debió asumir la tarea a la que nació destinado. Explica Herrero:
-Los Edwards siempre tuvieron la tradición de mayorazgo: el primogénito iba a heredar parte importante del imperio económico, iba a ser el pater familias y se esperaba que ampliara los negocios y la influencia de la familia.

¿Y cómo lo ha hecho este Agustín?
Los Edwards se han empobrecido enormemente, y el declive empieza con él. Obviamente él culpa a la reforma agraria de los 60, a la liquidación del Banco Edwards durante la UP… Pero lo cierto es que con Pinochet tenían todas las condiciones que siempre habían favorecido y es ahí donde pierde definitivamente su imperio. Curiosamente Agustín Edwards fue una de las mayores víctimas de su propio sistema. No deja de ser una ironía de la historia.

Pero él tiene fama de seguir siendo muy gastador.
Una persona que lo conoce me dijo que Agustín Edwards gasta como si fuera un país. Hay que entender que él creció cuando los Edwards eran inmensamente ricos, por lo tanto eso para él es lo natural. Y no parece ser capaz de adaptarse a que ya no puede tener diez yates, puede tener uno.

¿Algún ejemplo que grafique esa actitud?
Por ejemplo, él tenía un asesor musical, que estaba a cargo de montarle todo el sistema de audio en sus yates y en sus distintas casas, y debía ser además un experto en música para manejarle su biblioteca musical. Y una vez, hace unos diez años, se llevó a este asesor de shopping musical a Nueva York. Fueron a la tienda Virgin Records en Union Square, que ya no existe, y le pidió que seleccionara discos de Schubert, porque es fanático de los románticos alemanes. El tipo se puso a buscar, pero Edwards andaba medio apurado y al final le dijo “ya, ¿sabís qué más? Saca toda la letra S, después seleccionamos Schubert”. Y me cuenta esta persona que la compra salió nueve mil dólares, y que la mayoría de esos discos de Schubert ya los tenía repetidos. No le importó.

¿Edwards cabe en la categoría de aristócrata refinado?
Al menos parece saber mucho de música clásica y es un coleccionista de libros antiguos, raros. Tiene su biblioteca familiar en el fundo de Graneros y forma parte de una sociedad de bibliófilos británica que es la más antigua del mundo. Se llama The Roxburg Club, son solo 300 socios y se tiene que morir uno para que entre otro. También colecciona cactus. Él mismo, en alguna de las muy pocas entrevistas que ha dado, dijo “no me he dedicado a coleccionar arte porque habría arruinado a la familia”.

LOS HEREDEROS SIN TRONO

¿Cómo ha pensado Edwards su propia sucesión? Parece ser un problema.
Los Edwards han tratado de mantener el mayorazgo cuando ya es un modelo completamente trasnochado. Su primogénito Agustín J., hoy a cargo de LUN, es el único hijo al cual Edwards le fomentó activamente su carrera, lo metió al directorio del Banco Edwards en los 80, al de la CCU, en el fondo preparándolo para ser su sucesor. Pero hay dos problemas: él ha vivido mucho más de lo que probablemente esperaba vivir, y su primogénito ya va a entrar pronto en la edad legal de jubilación. Los Agustín Edwards por lo general morían bien jóvenes, creo que solo uno pasó los 70 años, pero este tiene 87 y no va a soltar el poder, nunca. En general, por cosas que me han comentado, él no tiene una muy buena opinión personal de sus hijos a nivel profesional. Los medios de repente informan que Cristián Edwards entra a El Mercurio, que esto y lo otro, pero lo cierto es que el viejo sigue mandando y los hijos no saben bien qué va a pasar hasta que no se muera el viejo.

Dijiste que hay dos problemas. ¿Cuál es el otro?
Que el imperio que le queda al heredero ya no es ni la sombra que lo que había antes. Ya no tiene el banco, ni aseguradoras, ni universidades, ni la ballenera, etc. Hay gente que celebra el modelo de negocios que montó Agustín J. en Las Últimas Noticias, pero desde la perspectiva de lo que fueron los Edwards, eso es un chiste.

¿Qué queda entonces?
El poder de El Mercurio, que sigue aglutinando los intereses permanentes de la derecha y como tal, el poder económico todavía necesita a los Edwards. Y parece que hay un intento por atrincherarse justamente en El Mercurio. Excepto Andrés, que vive en EEUU, todos los demás hijos están trabajando ahora en El Mercurio, incluyendo a Isabel y Carolina.

¿Cómo enfocas en el libro el secuestro de su hijo Cristián en 1991?
Ahí se le produce un quiebre psicológico bien fuerte, porque él siempre temió ser víctima de atentados de izquierda y de repente le toca a su hijo. Entonces empieza a construir una suerte de identidad nueva. Es el comienzo del Agustín Edwards huaso, de los caballos, del rodeo, de la chilenidad. Cuando él nunca fue muy chileno, era un tipo más del mundo, de Nueva York, de Londres. Y por otro lado, hay una cuestión muy interesante en torno al secuestro. Se sabe que la negociación fue muy larga, siempre intentando bajar el precio, con el argumento de “oye, los Edwards están quebrados, no son los mismos de antes…”. El Frente empezó pidiendo cuatro millones de dólares y terminaron negociando por un millón. Pero yo descubrí, a través de Conservadores de Bienes Raíces y archivos judiciales, que solo entre marzo del 92 –un mes después de que liberaron a Cristián– y agosto de ese año, Edwards se gastó en torno a tres millones de dólares comprando tierras en el sur. Me parece curioso, por decir lo menos. Ni siquiera sé si Cristián Edwards sabe eso.

¿Dirías que la relación con sus hijos ha sido traumática?
A ver, lo pongo de la siguiente manera: Agustín Edwards no ha sido un buen padre porque él mismo no tuvo una buena experiencia con su propio padre, en cambio es un buen abuelo porque su relación con su abuelo fue muy buena. Pero en familias como los Edwards no hay que pensar las relaciones padre-hijo con besos de buenas noches. En las cortes de los antiguos reinos el rey no iba a darle un beso al príncipe heredero, sino que lo criaban institutrices, nanas. Así ocurrió con él y así en parte ocurrió con sus hijos.

También se conoce el caso, y lo abordas en el libro, de su hermana Sonia, allendista, que quedó embarazada en los 60 de un estudiante de la U. de Chile y Agustín la habría mandado a dar a luz en Londres.
De nuevo hay que entenderlo en el contexto familiar. Históricamente los Agustines se han sentido el derecho y el deber de velar por los intereses permanentes de la familia, y eso incluye desde aspectos financieros hasta emocionales: con quién te casas, con quién no te casas, porque además estas familias ricas siempre han temido a cazafortunas. Entonces la relación de Agustín con Roberto y Sonia –porque su otra hermana murió joven– ha sido una relación jerárquica. Hasta que estos hermanos menores se empiezan a rebelar, por distintos motivos. Sonia es la que más se rebeló, de hecho estaba dispuesta a vender su parte del diario a la UP… Y Roberto, como segundo hijo, heredó un par de negocios pero decidió tener una carrera más artística, si bien él también ha lavado bastante su currículum. Desde los Cuerpos Pintados y todo eso se las da como de “rebelde de la oligarquía”, pero hasta el año 70 apoyó a su hermano en todo tipo de negocios y operaciones, era como un palo blanco que Agustín tenía en Robin. Creo que es algo que a Roberto Edwards no le gusta recordar mucho.

NACIDO PARA DESCONFIAR

¿Es difícil llegar a ser amigo de Agustín Edwards?
Es descrito como tímido, pero a veces también como soberbio, es raro. Como te decía, para esta gente es muy difícil tener amigos, porque siempre desconfían de quienes se acercan a ellos. En su vida empresarial él tuvo gente muy cercana, brazos derechos, a los que terminó despidiendo de la peor manera, y siempre con ese tema de “cuánto puedo confiar realmente en el tipo que tengo al lado”. Así fue educado, su abuela ya le decía “tú eres un Edwards, la gente se acerca a ti por interés”. Entonces tiene relaciones que vienen desde la infancia, heredadas desde el papá y el abuelo, como los Alessandri, los Ross, los Puga, ahí hay amistades verdaderas. Después viene un segundo grupo que conoció de joven en El Mercurio, pero en general es de pocas amistades y muy antiguas.

¿Nacer Agustín Edwards es una condena?
Esto en el libro no lo pongo, pero mi impresión es que Agustín Edwards, más que estar sobre los hombros de sus antepasados, está bajo el peso de ellos. Y que no le quedaba otra, pero a ratos hubiera preferido no ser el jefe de familia. Siempre tuvo, por ejemplo, ciertas tendencias artísticas. Y a fines de los años 60 se unió a un grupo de escultores, liderado por Sergio Castillo, que fue Premio Nacional de Artes. Edwards iba al taller de Castillo en Erasmo Escala, se cambiaba su terno por un overol y empezaba a hacer esculturas, con otros artistas jóvenes, estudiantes de la Chile, etc. No te digo que fue tres veces, sino durante tres años, periódicamente. Y Sergio Castillo pensaba que Agustín Edwards efectivamente tenía talento y que de haberse dedicado podría haber sido un buen artista. Entonces siento que sí, que de alguna manera es víctima de sí mismo y de su propia familia.

¿Alguna vez amagó con tomar una distancia, liberarse de esa herencia?
Al contrario. Ha tenido varias oportunidades de reinventarse, de hecho tiene un lado ecologista poco conocido, pero cuando decide hacerlo fíjate en qué se reinventa: en el huaso, en el buen patrón con sus inquilinos y sus fundos, o sea en una imagen más reaccionaria aún, de la época en que nadie reclamaba y todos nos entendíamos bien. Aunque es cierto que Edwards, por el rol que jugó El Mercurio, se ha llevado todas las balas de lo que para algunos es la oligarquía más reaccionaria del país, pero hay otros también. Los Matte no fueron ningunos angelitos.

¿Los Edwards ya saben de tu libro?
Me consta que hace más de un año ellos saben que lo estoy escribiendo, y que ahora que el libro sale, están incomodados.

¿Recibiste alguna presión desde que se enteraron?
Al menos yo, ninguna. Creo que al principio no se lo tomaron en serio, como “quién es este Víctor Herrero, un quiltro de Plaza Italia”. Porque los Edwards deciden cuándo y cómo se va a escribir sobre ellos, y quién lo va a hacer. El mejor ejemplo es cuando le encargaron a Gonzalo Vial la biografía sobre Agustín Edwards Mac-Clure. Entonces que salga un libro así, por un lado para él podría ser una suerte de afrenta, pero quizás también una señal de cuánto se ha deteriorado el poder de su familia. Quizás hace 15 o 20 años alguien podría haber movido influencias para que no se publique. Que el libro salga ya demuestra que no es intocable, y eso creo que le debe doler.

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