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Opinión

20 de Noviembre de 2014

Hugo Cárdenas (50), ícono del arte underground de los 80: “Los chilenos somos unos pobres hueones, una manga de tarados, unos sacos de huea”

Cuando se definía como un aristopunk, integró “Contingencia Sicodélica”, uno de los colectivos artísticos más excéntricos en dictadura que experimentó con todo tipo de alucinógenos. Hoy, Hugo Cárdenas está más viejo y se está quedando pelado. Aunque siga sintiendo desprecio por la sociedad chilena y no crea en este sistema, ya no está ni ahí con el punk. Budista y bohemio, por estos días está dedicado a pintar paisajes y alejado de su obra más combativa: “En Chile está todo tan podrido que la pintura de protesta no sirve de nada”.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

Hugo-Cárdenas_FOTO_ALEJANDRO-OLIVARES
Pintura Pura se llamó tu última exposición en la Galería Guillermo Núñez. Es lo menos punk.
-No es idea mía haberle puesto así. Y ya no estoy pintando pintura con tanta temática o tan política, sino que mancha sobre mancha, pintura pura en ese sentido y no más allá. Pero no hago paisaje, sino que una simulación de paisaje. Es pintura abstracta. Es más Jackson Pollock y menos Constable.

¿Por qué es una simulación?
-El paisaje es muy plano. No quiero hacer una pintura que sea tan cuadrada, tan definida por el dibujo, quiero una pintura más suelta, que el dibujo se abra un poco y que en el fondo sea una gran mancha.

Nada nuevo bajo el sol.
-Nada nuevo, no pretendo nada nuevo. Lo que sí cada uno tiene su particularidad. Porque por más que uno intente copiar, nunca sale igual. Eso es lo divertido del arte. Si mirai Los Prisioneros al final no eran tan originales. Era escuchar a The Specials y The Clash.

Te aburriste de la contingencia.
-Más que aburrirme, me topé con otros pintores que estaban pintando paisajes. Cuando chico pinté paisajes, pero cuando entré a la escuela de arte me metieron tanta mierda en la cabeza -qué la crítica del arte, qué la crítica de la pintura- y toda esa cosa testimonial y tan rebuscada. O sea, yo igual tuve un profesor, el Adolfo Couve, que era arte por el arte, pero el bombardeo de otras cosas y la situación política de los 80, me llevaron a hacer una pintura mucho más actual. Y no sólo pintaba protestas en la calle, sino gente tomando en un bar.

Pintaste el Jaque Mate.
-Sí. Y, claro, pintaba al garzón y algunos personajillos que me acordaba. Pero ahora me retiré de esa pintura, empecé a pintar paisajes y me sentí más cómodo.Y la pintura política tiene reconocimiento, pero no es una pintura que les guste a todos. Aparte que mi pintura era más bien de izquierda, por lo que a los derechistas no les gustaba, lo que es lógico, pero también tuve mis aciertos cuando pinté la Junta Militar, y les gustó tanto a los de izquierda como los de derecha.

De hecho, pintaste a Pinochet.
-Sí, claro. No era una visión realista, sino una imagen pop de algo que puede ser bueno o malo, pero que también lo podís colgar en la pared. Pintar a Pinochet es como tener un retrato de Charles Manson.

La figura de Pinochet no ha sido explotada en el arte chileno. Al contrario de Allende.
-A Pinochet lo han tocado poco, porque es un personaje odiable, pero no deja de ser un ícono para Chile. Así como para Cuba es Fidel. A Pinochet lo deberían explotar más, porque sirve para lo que no hay que hacer. Y, te juro, que pienso que Pinochet representa a Chile mejor que la Violeta Parra.
O sea, es algo bien irónico, él no es un artista y Violeta sí. Pero ambos son íconos. Con la diferencia de que la gente que seguía a Violeta la mató Pinochet. En cambio, Pinochet sí logró imponer su doctrina en este país. Y, digamos, que en el Chile actual Pinochet es más importante que Violeta. Ella está en el corazón de la gente, pero en la práctica y en la vida real, el verdadero ícono de Chile es Pinochet. Por otro lado, no creo que Pinochet sea el culpable de todo.

¿Por qué?
-Fue un títere inventado por la derecha. Después a Pinochet su señora le calentó la cabeza, se puso arribista, se volvió loco y se creyó Napoleón. El tipo era un pobre hueón. Y, te digo, que él representa a Chile, porque los chilenos son unos pobres hueones como él.

POBRES HUEONES
¿Por qué somos pobres hueones?
Le compramos el sistema a Pinochet. Y los chilenos nos convertimos en pobres hueones, una manga de tarados y unos sacos de huea.

¿También eres un pobre hueón?
-No, yo soy un marginal. No pertenezco a este sistema. Soy un bicho raro, un outsider, claro que sí. No tengo ni carné de identidad. No me interesa participar de este sistema.

¿Y de cuándo no participas?
-Desde que se me agotó, hace poco. No lo he ido a renovar ni quiero.

Pero de alguna manera tienes que meterte al sistema para vivir…
-No, si soy artista. A gente como yo nunca le falta. Yo hago un producto puro. Por último, me pondría a pintar retratos en una plaza. Pero vivo tranquilo. No tengo para qué insertarme en un sistema perverso y explotador que odio. Meterse al sistema es para que los que lo manejan te roben. Y no quiero que me roben, ¿cachai? Así de simple. Y siento que en Chile está todo perdido y ya no sirve la pintura de protesta.

¿Por qué?
-O sea, marcho con los estudiantes y bien, pero no tiene sentido. A este país ya se lo comió el sistema que nos impusieron. Ahora me da la impresión que la Presidenta quiere cambiar algo, pero serán pequeñas reformas, puro maquillaje, no es esencialmente otro sistema. En Chile el experimento fue salvaje. La gente está súper sometida e indefensa. Son unos rebaños que van al matadero de Chile. Y por eso digo que los chilenos son unos pobres hueones, porque nadie se rebela de verdad. Hay que agradecerle a los estudiantes y las protestas, pero tampoco están bien encaminados. Eso de dejar de trabajar lo encuentro bastante atroz. Ayer pasé por un consultorio lleno de abuelitas tratando de entrar y no podían. ¡Estaban en paro los desgraciados! ¡EN PARO! Eso no es bueno. Eso de que todos anden protestando todo el rato, no está bien. Hay que saber canalizar. Para eso están los políticos. ¿Te imaginai marchas todos los días? Aparte que las marchas no sirven para nada. La gente tiene que presionar a sus políticos. Por algo votaron por ellos. No sé cuál es la manera, pero presionarlos para que cumplan la palabra.

Imagino que no votas.
-No voto. No sirve de nada que yo vote. Además que a nadie le importa mi opinión.

¿Alguna vez militaste en un partido? ¿Cómo Juventudes Rebeldes, por ejemplo?
-No, siempre he sido pura anarquía y punk rock era mi partido. Pero me caen bien los comunistas. Creo en Camila. Ojalá no se aburguese. Los comunistas quieren cambios y no lo esconden. Por lo tanto, me cae pésimo el Ignacio Walker. Ese hueón debería cambiarse a Renovación Nacional. Que sean tan pro libre mercado en un partido tan cristiano, es lo menos cristiano que hay. Los DC están en paja. Son como de otro tiempo. Walker quiere ser presidente y le va a ir como el culo. No es empático. Así como Velasco. Es muy cuico. La gente no es así.

¿Por qué te caen mal los chilenos?
-El chileno es bien zalamero, genuflexo, bueno para chuparle el pico al extranjero, unas ratas. Viene un gringo y se la chupan entera. Pero al peruano lo humillan. Eso habla de una falta de nobleza. De una hueá farsante y fascista. Es karmático vivir en Chile. Me carga la rotería del chileno.

¿Qué tipo de rotería?
-La rotería que se da cuando paso por la calle y un tarado no me deja pasar. No es la rotería de los ricos que es peor. Esa prepotencia es asquerosa. Lo que me gusta del chileno, es que su rotería tiene límite. Los chilenos son muy cagones, muy cagaos de miedo, muy tímidos. Cuando les digo con mi vozarrón permiso los hueones se cagan de miedo. El chileno es cagón. Tiene una ideología que no es humana.

¿Te gustaría irte del país?
-No lo necesito. Soy como Hamlet: exiliado en mi propia guerra. No tengo problema. Me hago el loco, nomás. Soy hamletiano todo el rato. ¿Por qué tendría que irme de mi país? Aunque Chile sea una mierda, nací aquí. Quizá me exiliaría pero en la playa, de Concón para arriba, o en Chiloé, aunque llueve mucho, pero sería bacán vivir en un lugar que no es tan Chile. El sistema capitalino es el más infernal.

¿Los santiaguinos son muy mala onda?
-Los santiaguinos son unos sacos de huea, muy maleducados, muy rotos, unos giles. Me alegro cuando ando por la Plaza de Armas y veo a tanto colombiano, tanto peruanito, tanto haitiano. Ojalá cambie Chile con ellos. Es un factor súper saludable que los niños ricos se estén criando con nanas peruanas. Ojalá no las humillen, que aprendan a comer rico, y sean bien educados. Si comparas un peruano pobre del chileno cuico, el peruano sabe hablar y es culto, pero el chileno es un saco huea siempre. No hay duda. El chileno es muy de apariencia, pero completamente hueco. El chileno actual -no hablo de raza- sino que desde los hipsters hasta los cuicos de la UDI, pasando por los rojos barbudos, son todos la misma chusma.

¿Y los punks dónde caben?
-Los punkis son asquerosos, salvo unos amigos. ¿Pero qué hace la masa de punkis pidiendo plata en la Biblioteca Nacional o el Eurocentro? ¡Son chusma! A esos hueones hay que mandarlos al servicio militar para que trabajen esos vagos de mierda. Eso es mendigaje. No hay rebeldía, salvo su mala educación, no tienen qué ofrecerle a la sociedad. Yo que amo el punk, esos cabros no me representan. Y cuando los veo, me dan ganas de escupirlos, aunque no llego a tanto, pero cruzo la calle pa que no me macheteen.

En tu etapa punk, ¿pediste plata en la calle?
-No, para nada. Nunca tan vago. Si te digo que nunca he tenido plata, no significa que sea pobre y miserable. Nunca he necesitado. Pero algunos amigos, sí. Y mis amigos ya no son punk. Son de mi edad. Por lo tanto, no lo son. Pero sí he conocido jóvenes que tienen grupos y que quieren ser punk. Son soñadores. Me caen bien. Porque quieren hacer grupos. No son los que se paran afuera del Eurocentro.

¿Ser punk a los 50 ya no se estila?
-Es una ideología que puede mantenerse, pero no vas a andar disfrazado de punk a los 50. Uno puede tener resabios de lo que uno fue. Es un discurso romántico, bonito, pero no me considero punk. Ni aristo ni punk por separado. Yo fui aristopunk. En comparación a los de ahora, que son unos flaites de pacotilla, yo era un aristopunk. Pero actualmente el punk no me interesa y no es mi tema. Ahora soy pintor, simplemente. Ser punk es muy reductivo. Soy un viejo pelado, no más. Y me da vergüenza mostrar la pelá. Por eso ando con sombrero.

¿Te llegó el viejazo?
-Nunca he tenido la crisis de los 30 ni de los 40 ni de los 50. Soy un lolo. Siempre voy a ser como soy ahora. Me pueden venir los achaques de la edad y toco madera. Nada grave. Pero hay que ser sabio y joven. No me interesa vivir como alguien de 50. La sociedad te obliga a casarte, tener tu casa, tener tarjetas, usar el último smartphone. Esa no es vida para mí. Soy un hueón que vive como un pendejo de 20 y tantos años pintando en un taller mugriento. Soy un rebelde. Y bastante frío, no tengo la fragilidad humana, pero a través de mi pintura me desahogo. Soy una especie de Sheldon Cooper, bastante racional.

¿Cómo el de la serie The Big Bang Theory?
-Es muy parecido a mí. Es como el señor Spock de Star Trek. Lógico. No tiene sentimiento en apariencia. Todo está calculado. Y cuando pinto suelto me sale esa cosa más irracional y loca. Pero, en general, soy poco humano.

¿No hay nada que te guste de Chile?
-Lo mejor es el paisaje, porque las mujeres son bonitas pero un poquito tristes. Soy un amargado de ver el Chile actual. Y por eso no pesco. Esa es la gran receta. Como soy budista, me dedico a mí mismo y no a lo externo. Pero la cosa cambiará. Estoy seguro que no hay mal que dure cien años. No se puede ser idiota toda la vida.

¿Eres budista de verdad?
-Suficientemente, lo que me alcanza, pero entiendo que está al interior la respuesta y no fuera.

EL NEOPRÉN
En los 80, integraste Contingencia Sicodélica, el colectivo artístico considerado el más excéntrico de Chile.
-No sé si tan excéntrico. Son cosas que se inventan. La Contingencia Sicodélica fue paralelo a los Pinochet Boys. Éramos cien por ciento punk, anarquismo callejero, no creíamos en nadie mayor a los 30 años. Pero ese era el discurso punk. Pero no éramos los únicos. Había muchos que estábamos en la misma parada. Había gente que se había influenciado con el punk. Nosotros lo que hacíamos era repetir las arengas punk. No era nada nuevo bajo el sol. En esa época, era difícil no ser punk. Uno es hijo de su época.

¿A quién se le ocurrió el nombre del colectivo?
-Al Rodrigo Hidalgo, que después sería de Los Parkinson, pero en ese tiempo era pintor. Una vez tomamos ácidos, nos drogamos, salimos a loquear, nos metimos a un bus para ir a una exposición y llevábamos tal escándalo que el chofer nos llevó directamente a los pacos. Se llevaron preso a Pablo Domínguez, Hidalgo y a todos, pero a mí me soltaron rápido, pero los otros estuvieron un par de días detenidos. Y cuando Rodrigo salió dijo “la contingencia sicodélica”, porque estábamos sicodeliqueados, además que la contingencia nos había mandado a la cana. Así surgió el nombre.

Ustedes hacían una defensa férrea a las drogas.
-Sí, total. En ese tiempo, lo que viniera era bueno. Nos tomábamos una cerveza a las diez de la mañana, a las doce una de pisco, o si no neoprén que era muy efectivo. Pero el dolor de cabeza con neoprén te lo encargo. Te dejaba re loco, pero por un tiempo bien corto. Pero es basura. Malo, malo, malo. Quedabai un poquito mongólico. No es bueno. Pero era sicodélica.

Ustedes no le hacían a la coca.
-No. En ese tiempo, nunca la conocimos y después nunca me gustó. Es basura. La coca es para gente aburrida. Muy simple. Yo soy acelerado, para qué la quiero. Es pa los giles chilenos. Es para gente arranada que necesita un estímulo extra. Yo tengo un par de amigos coqueros. Y todos se vuelven maricones y las minas caen en desgracia. Todos se hunden en una decadencia moral y síquica.

¿En esa época ya eras un jeringuero fino?
-Sí. Fui el primero que probó y se inyectó ketamina en la Chile. En esa época nadie le hacía. Era vanguardia. Después se puso de moda en Londres, en Los Ángeles, pero acá ya llevábamos como un año.

Era fácil de conseguir.
-Sí. La comprábamos al doctor Cerebro, en una tienda que había en el centro, pero después empezaron a pedir recetas y ahí se acabó el sueño. Pero le hice harto. Fui adicto. Pero lo dejé al poco rato, porque no me gustó, además que probé lo suficiente. Son drogas muy fuertes, había que aumentar la dosis y no estaba dispuesto a eso. Fue una gran experiencia, mística, que me llevó a otras profundidades de la realidad… Pero se han armado mitos con Contingencia Sicodélica. Dicen que entre la realidad y el mito, mejor quédate con el mito. Pero yo te digo quizá no fueron taantos, quizá fuimos valientes.
¿Qué tan valientes?
-Estábamos jugando contra el sistema con unos looks que con solo llevarlos te llevaban preso.

¿Y cuál es tu relación con las drogas ahora?
-Hasta hoy soy un defensor. El que quiere drogarse, que se drogue. Uno inventa sus propias reglas. Ahora yo dejé las drogas. Fumo marihuana que viene siendo como un cafecito. No la uso todo el día ni me despierto fumando un caño, pero cuando voy a pintar me gusta fumar. Porque te concentra. Dejas de pensar en la cuenta de la luz o en las personas que no te caen bien. La marihuana te pone en un plano espiritual. Y es una o dos piteas. Con eso estoy listo.

¿Los carretes de ahora son más penca que los de los 80?
-Estoy seguro que sí, pero no los conozco. En Santiago hay cero onda. Harto look, pero es gente súper fome, cero carisma, cero brillo.

¿Pero alguna vez hubo onda?
-En los 80 era la cagada. En El Trolley, lugar mítico, había cualquier onda. El look era algo nuevo. Era entretenido. Había una revolución cultural que hoy ya no hay. Ahora son hipster. No hay nada revolucionario. Son todos iguales.

Por tu forma de vestir, podrían considerarte como un hipster…
-A mí me consideran el padre de los hipster. Pero eso no me importa. Yo soy un señor. Ahora lo revolucionario sería vestirse de terno y corbata. Más avantgard… En todo caso, no me gustan mucho los 80. De hecho, los odio.

¿Por qué?
-Cuando uno tiene 20 años es un pelotudo. Uno no cacha nada. Uno es bien patotero y ahora prefiero andar más solo. No me gusta la cosa democrática de las patotas. Prefiero ser dictador de mí mismo. Lo que te obliga a andar casi siempre solo. Nunca tanto. Pero tengo un ego grande. Soy del signo Leo, ¿cachai? Del año del dragón, por lo tanto requiero manduquear. Encuevado como buen dragón. Si querís verme, tenís que venir a buscarme. Que me recuerden a cada rato lo del ícono underground de los 80, me carga. Odio que me lo recuerden. La nostalgia no está en mí, sino que en los demás. Eso habla de los pegados que son los chilenos. Por supuesto que fui figura en los años 80, pero esa época pasó hace caleta de tiempo. No me interesa.

EL ARTE
Ya no estás pintando contingencia. Pero en algún momento pintaste pacos persiguiendo estudiantes, marchas.
-Me siento precursor de lo que está pasando. Te doy una frase de Oscar Wilde: la vida imita al arte. Yo pinté cosas así mucho antes. O sea, siempre existió, pero ahora la cosa se desató. Pero no apoyo lo que está pasando con el violentismo. Me da susto que esté quedando la cagá allá fuera. Por eso no salgo mucho a la calle. Me da miedo que pongan bombas donde uno pueda estar almorzando. Es terrorífico. No tomo metro, pero me daría miedo tomarlo. O que a alguien que yo quiero le pase algo.

Estás medio paranoico.
-Soy paranoico. No soy cobarde, pero hay mucha maldad alrededor. Estamos viviendo el apocalipsis. No tengo ese miedo, pero entiendo que esa pobre gente que sale a trabajar tiene razones para estar con susto. Repudio todo el violentismo y el terrorismo que ha aparecido. Y me ha dicho gente que sabe, que es una cosa muy pequeña, muy anarco, muy sectorizado. Pero, aun así, lo encuentro muy mala onda y peligroso. Hay que vivir en paz. Yo disparo desde la palabra. No ando poniendo bombas ni tratando mal a las personas. Ni le ando diciendo a los chilenos que son unos sacos huea. Ando con la cabeza gacha para no cruzar las miradas.

No crees en el violentismo.
-No. Soy artista. El discurso tiene que ir por ese camino. En todo caso, ya cumplí con hacer conciencia, porque aunque uno no sea un pintor tan conocido, igual mis cuadros están en la calle, en Facebook, etcétera.

De hecho, sueles llevar tus cuadros a las marchas.
-Sí. Pinto cartones que llevo a las marchas para que los cabros chicos los levanten. No los voy andar trayendo yo a cuestas, si son pesados. Cuando termina la marcha, se los quito y me los traigo a la casa. O se los regalo.

¿Qué te parece el arte chileno?
-El arte chileno hace juego al fascismo. No tiene contenido. Es solo para entretener. Es edulcorado, no tiene crítica. Hay una proliferación de artistas jóvenes, sobre todo de escuelas como la Finis, pero que son muy huecos y pura cáscara. Mucha técnica, todo muy bien hechito, pero un arte que no le interesa a nadie. Son imitación de lo que hay afuera. Entre una cosa kitsh, relamida, un gusto gay raro que no entiendo. No tienen nada que ver con Chile. El arte chileno es copia y nada original. Todo lo que hacen en Chile me parece sospechoso. Lo último interesante que se hizo fue con el Mono González y la Brigada Ramona Parra. Eso era real. Lo demás, es mentira.

¿Y la Escena de Avanzada?
-Esos eran otros tiempos. Me saco el sombrero por ellos. Eran tiempos dificilísimos y tenían una resistencia frente a una dictadura sangrienta. Ese ha sido el último gran movimiento que ha habido en Chile. Y después nada.

¿Qué piensas del arte conceptual?
-El arte conceptual es una chambonada más de los ficticios, de los teóricos, de los profes de arte. Puras mentiras. Nunca me gustó el arte conceptual. Es una lata esa hueá de las instalaciones. Tengo mi teoría.

¿Cuál es?
-Cuando la gente no sabe pintar bien y no tiene talento para la pintura, se dedica a la instalación que es escapar de la virtud.

Dices que eres un budista, pero un budista bueno pal copete.
-Sí. Cuando me emborracho me coloco molestoso. Soy un tipo elegante que bebe. No me considero alcohólico, pero sí un bebedor excesivo. El budismo no está reservado solo a los monjes. El gran Leo Cohen dijo esta frase, que traté de imitarla: soy judío, soy alcohólico, soy budista y no creo que estas tres estén en contra. Yo creo en Leo Cohen, siempre.

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