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Opinión

28 de Noviembre de 2014

Columna sobre Laurence Maxwell, chileno detenido en México: Hay que darse cuenta

Lo de Guerrero no es solo un problema de los mexicanos. Es de todos nosotros. A Laurence le tocó llevarse la peor parte. Detenido sin pruebas, en una cárcel de alta seguridad, acusado de cargos absurdos. Que se especule sobre su inocencia, y que no se esté hablando del juicio a los asesinos de los 43 estudiantes, desafía el más elemental sentido común.

Jorge Leiva
Jorge Leiva
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Sobre-Laurence-Maxwell
Conocí a Laurence Maxwell en mayo de 1986. Yo estudiaba en el Instituto Nacional y el colegio estaba completamente movilizado. Los estudiantes del liceo, poco dados a la lucha contra la dictadura, por fin reaccionaban ante algo: La municipalización del colegio. Un poco por orgullo, salieron en masa a las calles a protestar. Junto a muchos como ellos.

Una mañana de esas, unos 500 estudiantes estábamos en el hall del colegio, escuchando al presidente del Centro de Alumnos, Álvaro Tapia. Él dio la palabra a un “compañero invitado”: Laurence Maxwell del Comité ProFeses. Inmediatamente, el rastrero inspector del colegio (de apellido Musa), se abalanzó sobre él, alegando que “ese no es estudiante del Instituto”. Por eso, Laurence fue breve, y nos arrojó un destello de elemental sentido común: “Hay que darse cuenta”, dijo. “Lo que está pasando no es solo un problema del Instituto. Es de todo Chile: La municipalización es una acción más de esta dictadura asesina. La alternativa es una sola. ¡Fuera Pinochet!”.
Laurence era uno de los principales dirigentes secundarios de ese tiempo. Era estudiante del Liceo Chileno Alemán en Ñuñoa y comunista, como éramos muchos. Con otros y otras, dirigía las asambleas y en la calle –el lugar donde se forjaba el respeto de cada uno- siempre estuvo donde había que estar.

Hacia final de los ’80 egresó del colegio, dejó de ser comunista, y nunca más fue dirigente. Cuando hicimos la película Actores Secundarios, a comienzos de los 2000, reconocía que su deseo había sido volver a ser militante de base. Es que el poder no era lo suyo. Por eso, no se sintió derrotado en esos años, cuando nuestros sueños se derrumbaban… Cuando se lo preguntamos nos regaló el corolario del documental:

“Hay que tener cuidado con eso”, dijo (y así aparece al final de la película), “porque la derrota tiene que ver con poner la meta allá, en un futuro lejano. Si consideramos que el camino es lo importante, podemos relativizar esa idea. Lo que aprendimos, lo que vivimos, era lo más importante”.

Así fue como Laurence siguió muchos caminos: Estudió Economía un par de años, luego Filosofía, y al final Sociología, carrera de la que se tituló. Fue parte de colectivos de arte y de reflexión política, participó en revistas y radios alternativas, hizo un documental, escribió una novela (Daño estructural) y hace pocos años, incluso, se hizo de una trompeta y se reveló como un músico.

Trabajó en el mundo académico y en la sociología, y hace un tiempo comenzó a quedarse cada vez más seguido a México. En ese camino suyo, el del “estudiante eterno”, con espesos temas académicos, andando en bicicleta, moviéndose entre amigos, inventando proyectos. El Lolo, como lo conocimos nosotros. O Moro, como lo apodaron hace poco.

Muchos de sus compañeros secundarios siguieron caminos como él. Otros se acercaron al poder. Hay alcaldes, diputados, ministros, subsecretarias. También hay profesores, artistas, trabajadores, cesantes, bailarinas. Laurence conserva su amistad con muchos, y por eso en estos días, cuando fue detenido por la policía mexicana, de todos lados han salido en su defensa. También han hablado los amigos que se ha hecho después. Desde La Moneda hasta colectivos culturales han levantado la voz. Desde diputados a estudiantes universitarios.

Laurence tiene 47 años. Es candidato a Doctor en Letras. Es un músico. Es escritor. Los que lo conocemos, ponemos las manos al fuego por su inocencia. Fue detenido haciendo lo que muchos haríamos: Ir a una manifestación contra la matanza más horrenda de este siglo en nuestro continente. Detenido por la misma policía que aún no aclara ese crimen y que, si hilamos fino, es también en parte responsable de lo que pasó.

Lo de Guerrero no es solo un problema de los mexicanos. Es de todos nosotros. A Laurence le tocó llevarse la peor parte. Detenido sin pruebas, en una cárcel de alta seguridad, acusado de cargos absurdos. Que se especule sobre su inocencia, y que no se esté hablando del juicio a los asesinos de los 43 estudiantes, desafía el más elemental sentido común.

Su libertad es justa y urgente, pero en medio del drama que vive México (y – con ellos- toda América Latina), es un problema secundario. Como diría Laurence: “Hay que darse cuenta…”.

*Director de Actores Secundarios

Fotografía: Lawrence Maxwell, en el Congreso que refundaba la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago. Casa Central de la Universidad Católica, 1986.

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