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Opinión

12 de Diciembre de 2014

Columna: El día que me toque a mi

Hace unos días me encontré con la Emilia en un paseo de fin de año de la muni. Era un asado en el Parque Intercomunal. Me acordé de esa película mala que se llama Paseo de Oficina. La observé detenidamente. Andaba con ese vestido naranja que tantos malos recuerdos me trae. Se acercó a saludarme […]

A.S.C
A.S.C
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parque intercomunal

Hace unos días me encontré con la Emilia en un paseo de fin de año de la muni. Era un asado en el Parque Intercomunal. Me acordé de esa película mala que se llama Paseo de Oficina. La observé detenidamente. Andaba con ese vestido naranja que tantos malos recuerdos me trae. Se acercó a saludarme calentona y tierna como es su costumbre. Le encanta hacerse la huevona. Me contó que estaba “pinchando” con alguien, que no me podía contar quién era. Obvio que sabía pero me hice el gil. Ah, le dije. Qué bien. Y me dijo: alégrate po, los amigos se alegran cuando sus amigos están contentos. Me dieron ganas de mandarla a la chucha. Pero nunca puedo. Me tortura la idea de que en algún minuto de su vida se sacará los balazos conmigo. Sueño con que un día se caliente al mirarme, como lo imaginé cuando se sentada frente a mi. Cuando le ponía carita a todos los huevones que se acercaban a la oficina, con sus típicas putas muecas. Y esa voz suave que nos hacía a todos transpirar. Suena pajero pero me cuesta imaginar que ahora está en la cama con otro. No sé por qué cresta siempre me hago amigo de las minas que me gustan. Cuando conocí a la Cristina fue la misma huevada. Salimos después de la pega, conversábamos largo rato en un paradero, a veces nos tomábamos un shop y nos comíamos una chorrillana. Después de un tiempo, llegaba la noticia: oye sabis que conocí a un loco y me acosté y bla bla bla. La Cristina era rica y abiertamente caliente. No como la Emilia. No se hacía la huevona. Iba al grano. Apuntaba y pun, mataba a su presa. Yo, en mi romanticismo estúpido, creía que había que hablarle a las minas de otras cosas. Que sintieran un hombre más allá de un buen polvo. Pero no hay caso, se tropieza mil veces con la misma piedra. El día del paseo la Emilia se fue con un profe de gimnasia de la muni, el mismo que le hace baile entretenido todos los días a la hora de almuerzo. Yo, sigo esperando que me toque a mi.

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