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Opinión

19 de Diciembre de 2014

2014, el ano en que perdí mi virginidad

Ya en las postrimerías del 2014, con motivo de la lucha por el 20% de música nacional en nuestro espacio radioeléctrico, me vi embarcado un martes 18 de noviembre en un viaje en bus hacia Valparaíso organizado por la Sociedad del Derecho de Autor (SCD), para visitar el Senado de la República de Chile, enquistado […]

Mauricio Redolés
Mauricio Redolés
Por

udi congreso

Ya en las postrimerías del 2014, con motivo de la lucha por el 20% de música nacional en nuestro espacio radioeléctrico, me vi embarcado un martes 18 de noviembre en un viaje en bus hacia Valparaíso organizado por la Sociedad del Derecho de Autor (SCD), para visitar el Senado de la República de Chile, enquistado en ese adefesio arquitectónico de la esquina de Pedro Montt y Avenida Argentina de nuestro puerto principal.

Viajo con Claudio Narea de compañero de asiento conversando del pop africano de los sesentas. Luego duermo un poco y de pronto estamos en las puertas del “locars”. La entrada no puede ser más auspiciosa, con un carabinero que grita a voz en cuello nombres de civiles varios y el cantante Marco Aurelio es ovacionado por sus colegas, lo mismo que Denise y Carlos Corales. Pato Salazar pasa cerca mío y me guiña un ojo a la vez que me dice: “¡Hola ex primo!”. Cuando el carabinero grita “¡José Alfredo Fuentes!”, no aparece el intérpete de “Te perdí”, y alguien grita: “¡Se perdió!”, y otra voz agrega: “¡El Pollo está en el horno!”. Tallas de músicos. Tallas chilenas.

También se forma otra fila y son de la Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi). Algunos de la Archi de vez en cuando cruzan la línea de fuego y se acercan a los artistas de la fila de la SCD y les dicen cosas como “yo lo entrevisté el año 96 en la radio Dulce Caramelo FM de Chuchunco”, y expresan su admiración por el artista y le dicen “qué bien se le ve”, aunque sea mentira.

Más adentro hay otra fila y por un mal entendido Espíritu Democrático, o por mero Desorden o Desorganizacíón, los de la Archi forman una cola paralela a la “cola oficial”, ignorando la cola de la SCD y yo me agarro con un gordo alemanote gigante con pinta de dueño de radio sureña.

Cuando entro a la galería del hemiciclo me siento al lado de Luis Dimas. Desde mi ubicación veo a senadores y senadoras de la Nueva Mayoría, y la Mesa de la Presidencia. Bajo mis pies, el abismo donde están la Derecha y la Democracia Cristiana. Lo que alcanzo a observar parece la Warner Bros, por los personajes que diviso. Los senadores y senadoras son todos y todas algo cómicos o cómicas. Lagos Weber se desplaza como agachado y con una mano atrás como llevando una pelota de rugby escondida. Cruza la sala Ignacio Walker y su forma de caminar es muy chistosa, moviendo pies y brazos descoordinadamente. Me recuerda los funny walking de los Monty Python, y su parecido con Jim Carrey es mayor que en la TV. De pronto cruza corriendo a votar un senador de derecha y lo hace casi con un trote afeminado, lo que genera gritos agudos, pullas y una cierta risa general homofóbica y emparejadamente chilena, “más allá de nuestras legítimas diferencias ideológicas”. Todo esto lleva a que Isabel Allende Bussi cada cierto tiempo haga sonar una divertida y aguda campanilla que llama al orden y amenace con mandar a desalojar la galería, lo que genera nuevas risas sofocadas de los más cronopios.

Votan si es admisible una indicación que a todas luces es inconstitucional como bien lo indica Felipe Harboe, pero deben votarla porque los divertidos integrantes de la Comisión de Educación así lo estimaron en su votación de comisión. Se lleva a votación si es admisible algo que es inadmisible. Obviamente que gana la admisibilidad de algo inadmisible. Luego habla latamente un honorable senador de la Nueva Mayoría una cantidad de sandeces e imprecisiones en contra del 20% de música chilena. No lee bien su discurso. Los músicos rumorean que parece que se lo escribieron. Pero de pronto, una voz profunda como la de un viejo obrero de la música; una voz gastada en múltiples canales de televisión, confiterías y caupolicanazos; una voz a la cual le infligieron duro castigo los micrófonos de radios de provincias mínimas; una voz que se alzó en múltiples festivales escolares, actos por la recuperación de la democracia, estudios de televisión, auditorios radiales de los sesentas; una voz aguardentosa, llena del humo de cigarrillos de miles de parroquianos en boites y cabarets, y fríos de lluvias sureñas en micros destartaladas yendo a tocar a Chillán, y tardes calurosas de en Mejillones yo tuve un amor; esa voz no aguanta más y grita el participio del verbo vender, es decir ¡VENDIDO!

Y esa voz multiplicóse y quedó vibrando en el aire, y sonó la campanilla de Isabel ¡talín-talán!, y la subsecuente amenaza de desocupar la galería. Yo, pese a mis ilusiones de ver algo más serio, perdí mi virginidad política, y sentí que esto no era respetable. Era la traición a una idea de país. Y pensaba que por tratar de recuperar la democracia caí preso a los veinte años mientras estudiaba Derecho en la universidad, y estuve preso, fui torturado, llevado a un campo de concentración en los Altos del Lliu-Lliu, operado de emergencia producto de mi estado de salud tras las torturas, expulsado de Chile luego de estar veinte meses detenido en condiciones infrahumanas, sin que me dejaran volver durante diez años a ejercer el derecho a vivir en mi país, y al final lo que recuperé fue este circo pobre con honrosas excepciones, circo en que los pinochetistas de siempre y los nuevos, los que sembraron el país de muertos y desaparecidos, hacen discursos sobre la libertad.¿Cómo dijo senadora?

Los Honorables conversaban entre ellos mientras el Vendido continuaba con su peorata o la rubia pedía más libertad para escuchar himnos alemanes por la radio. Mientras eso ocurría los Honrables, hediondos a honrabilidad, salían de la sala, se reían con un titular de La Segunda, hablaban entre ellos. Yo creía que las reuniones de padres y apoderados del tercero B del colegio Divina María el año 1996, eran lo más aburrido y desorganizado que había sufrido en mi vida, hasta que estuve en una sesión del Honorable Senado de la República de Chile un 18 de noviembre del 2014. El ano en que perdí mi virginidad.

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