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Cultura

8 de Enero de 2015

Páginas bohemias para trasnochados y bebedores

El artista Jaime Piña, fundador de la revista "La Noche", un medio cultural de pequeño formato y distribución gratuita que irrumpió en los bares de Bellavista, Providencia y Plaza Ñuñoa en los noventa, acaba de cumplir dos décadas desde su fundación. Aquí su director relata el fulgor (1994-1998), muerte (1998) y resurrección (2009) de una revista que alguna vez lo dejó endeudado hasta el cogote, pero que le ha dado la satisfacción de poner la reflexión cultural en las mesas de los bares santiaguinos.

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Sentado en la terraza de un restaurante de carnes, en el corazón del barrio El Golf, Jaime Piña fuma y bebe cerveza sin alcohol. Aunque su pinta de hombre bohemio, con el cabello ruliento y bigote, sigue intacta, el camino de la autogestión y la experimentación del fracaso, lo hacen autopercibirse más como un emprendedor.

Piña es el director y fundador de “La Noche”, revista de circulación gratuita que en el renacimiento cultural de los noventa irrumpió directo en las mesas de los bares de Bellavista, Providencia y Plaza Ñuñoa, uniendo arte y bohemia, dos damnificados de la dictadura. Desde Nicanor Parra hasta Jodorowsky, pasando por el ilustrador Themo Lobos, el poeta Gonzalo Rojas, el ex ministro Enrique Correa, la actriz Ana González y el primer director de la Rock & Pop, Juan Enrique Forch, fueron entrevistados en una revista que cumplió 20 años.

El germen de esa idea lo encontró a fines de los años setenta, estudiando Publicidad Gráfica y Grabado en la Universidad de Chile. Aunque el rector era un alemán puesto por los milicos y tenía la escuela inmaculada, “sin graffitis ni mística”, grafica, las clases con el pintor Adolfo Couve, el grabador Eduardo Garreaud y el compositor Luis Advis, autor de la Cantata de Santa María de Iquique, cambiaron el rumbo de su vida.

“Son tipos que instalaron un gen en mi. Me mostraron que el sentido del arte tiene que ver, más que con lo estético, con las instancias más puras de la sociedad, con las grandes preguntas y con la idea de que la vida es una experiencia estética y cognitiva que te puede transformar. Además en ese tiempo me encontré con una frase de Kant, ‘Sapere aude’, sobre utilizar la razón por ti mismo, sin la tutela de nadie. Todo eso fue el inicio de la autogestión para mi”, reflexiona.

Así creó el Bellas Artes Rock, conciertos en la Escuela de Arte donde tocaron Fulano y Los Prisioneros, llegó a la serigrafía, técnica que le hizo financiar una buena vida vendiendo cuadros en Argentina y se acercó al papel con el diario poético “El espíritu de la época”. Hasta que en los noventa diseñó la revista Página Abierta, donde conoció al periodista Sergio Paz y juntos empezaron a imaginar lo que sería “La Noche”.

EL SUEÑO NOCTURNO
Inspirado en una revista de pequeño formato y con la idea de financiarla con auspicios y repartirla gratis en los bares de Santiago, Piña se dio cuenta que podía crear una revista cultural. El primer número apareció en 1994, y lo hizo sin Paz, pero con el escritor Marcelo Mellado como editor. Al segundo número se sumó Paz, quien llegó enojado a Las Lanzas a buscar a Piña con la primera edición en la mano. El tridente quedó formado con Mellado al mando de la reflexión más dura, Piña del arte y Paz de ese periodismo despeinado que hacía en la Zona de Contacto.

Con el paso de los números llegaban por fax artículos con las firmas de Alejandra Costamagna, Mili Rodríguez, Gonzalo Maza, Sergio Gómez, Alberto Fuguet, Francisco Ortega, Álvaro Bisama, Pedro Lemebel, Pablo Azócar, Justo Pastor Mellado, Ximena Poo y Patricio Tapia, quienes llegaron a la revista atraídos por páginas libres de censura pero también por los sueldos.

Porque el sueño se cumplió rápidamente. Piña tenía una empresa financiada con auspiciadores, la contratación de destacadas plumas del periodismo cultural, entrevistas de los más esquivos personajes de la música local, como Álvaro Henríquez, y el atrevido trabajo fotográfico de Jordi Castell en casi todos los números. Así también llegó el glamour.

“Marcábamos pauta, los artistas nos contaban cosas que no hablaban en los diarios. Entonces a Paz se le ocurrió marketear la revista. Encontraba que era muy poco estar repartiéndola en los bares y se le ocurrió lanzar los números haciendo fiestas con tocatas, de Cecilia, de Álvaro Henríquez, auspiciados por marcas de whisky. En algunas vi a Fito Páez y Luisín Landáez entre el público y el programa Revólver (TVN) nos hizo un reportaje”, recuerda Piña.

Fueron 19 ediciones de La Noche que terminaron de rompe y raja con la llegada de la crisis asiática en 1998, la huída de los auspiciadores y el quiebre con Sergio Paz. Así lo recuerda Piña: “fue todo muy rápido, quedé desconcertado, me dijeron que pusiera la revista en quioscos, que era algo contra lo que nacimos, y lo hice: sacamos tres números más y la deuda creció. Estuve 5 años pagando 20 millones”.

TRÁEME “LA NOCHE”
Después del cataclismo de “La Noche”, Piña volvió al diseño gráfico. No todo fue malo. La experiencia y los contactos que generó con la revista le sirvieron para echar a andar exitosamente varios proyectos de otras personas, durante una década. Y por cierto ganó más dinero que con “La Noche”.

Pero no era lo mismo. Su emprendimiento no existía y eso le penaba. “Siempre pensaba en la revista, aunque como un sueño borrado. Agarré todos los números y los guardé. Sentía dolor, tenía impotencia. Mis socios ya no existían. Me puse a escribir las memorias de “La Noche” pero me di cuenta que estaba entrando a una etapa senil, como de estar abandonando el barco”, explica.

Un día de 2009, en un paradero del Transantiago y sin conversarlo con nadie, agarró un papel y empezó a hacer cálculos. Encontró una fórmula de levantar la revista con 700 lucas y el resto en canje. Fue a recuperar auspicios a los restaurantes de antaño, al café de la Isla, al UVA y al Happening, donde su dueño, Rodrigo Safrana, le compró la contratapa y le ofreció lucas por adelantado.

“Cuando me estaba yendo, me llama Rodrigo y me dice, ‘Piña, ¿sabes por qué te estoy ayudando?… porque para mi gusto “La Noche” fue la mejor revista de los noventa’”, recuerda Piña. “Una revista no es un producto ni una mercadería, sino un ser vivo que haces crecer, genera lazos y le da sentido a las cosas”, reflexiona Piña.

En los últimos cinco años, en la revista se han publicado entrevistas variopintas a Bororo, Joe Vasconcellos, Germain de la Fuente, Claudia Barattini, Mauricio Redolés, Luciano Bráncoli, así como una versión extendida de una antigua entrevista a Roberto Bolaño y el descubrimiento de artistas como Juga Di Prima.

En total, 55 ediciones que se suman a las 19 de esa primera etapa que Piña se resiste a olvidar. “Cuando miro el futuro, voy al pasado para tratar de lograr los estándares que la revista tenía, en términos económicos, de agenda y de darle a las personas acceso reflexivo a la cultura de primera fuente. Quiero transmitir los contenidos del arte, esas preguntas que pueden transformar la vida de las personas”.

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