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6 de Febrero de 2015

Columna de Tevo Díaz: Lemebelia

“Más allá de ti, el sujeto estalla en todo el universo histórico. Delirante, comienzas a hablar lenguas barrocas, alucinar la historia, inventar el logos; los conflictos de clase y las luchas intestinas se convierten en los vestigios de tu propia expresión.” JLB

Por

PEDRO-LEMEBEL2
*

Se me rompe el corazón Pedro, saber que bajo este mismo azul del cielo, en esta misma atmósfera aceitosa que la muerte te arrebata, nos conocimos cuando llegaba a Santiago con mis 18 abriles a estudiar cine. De mi Viña del Mar salina, lisa y lógica al mundo opuesto donde estabas, urbano, estriado y delirante.

El mismo día que llegué como arrendatario de tu amiga, la gorda Tobee y, encerrado con mi polola, sin darme cuenta, salí con el cierre abajo y creíste por un momento que era la virgen del Carmen travestida (nótese mi pelo negro hasta la cintura). Me dijiste: “Súbase el cierre mijito, que yo soy maricón”. Y fuiste el primer maricón que conocí. No paramos de hablar, de imaginar, de hacer negocios estrafalarios, de transitar hasta el silencio de los grandes amigos, anulando las barreras tremendas que toda la historia había levantado hasta ese momento. Nos hicimos hermanos de espíritu, en un lazo sellado entre otros por el Sr. Guattari y su amigo Deleuze, por Don Marcel Duchamp, por Baudrillard que junto a Lewis Carroll comparten ahora tu negro cielo.

Inspirado por el golpe cultural que significó Santiago, llegó el 17 de Julio de 1991: Solo tú y yo sabíamos que era mi cumpleaños. El departamento de la Ceci Tobee estaba en Vicuña Mackenna con 10 de Julio, ¿Te acuerdas de los clósets con disfraces?, ¿De los cajones llenos de porcelana rota?, y todas las que vivían allí ¿La Andrea O?, ¿De tu queridísima amiga la Chica Myrna?, ¿La gata de la Ceci “lucha por la vida”?

Fue mágica la fiesta que se armó aquel día, no conocía a nadie, fue la fuerza de atracción de los que allí llegaron. Ese living era una gigantografía de tu amigo Dávila, que allí en vivo estaba, dándole palta a la gata “Lucha” mientras la Stella Díaz Varín bailaba con el Pancho Casas, Don Alejandro Jodorowsky al frente con las manos en los bolsillos, tocándose las bolas por dos hoyos intencionales, la Nelly Richard y la Rita Ferrer analizando, Carlos Leppe con pañales moliendo su mierda al ritmo, Ernesto Muñoz, de imponente existencia dilataba la nariz, la Paz Errázuriz clic-clic, la Gloria Camiruaga de leopardo y por supuesto la Carmen Berenguer fumaba coqueta reluciendo sus dientes Cheshire en la oscuridad. Y en ese torbellino Pedro, mientras todos deambulaban en la suya, señalaste que mirara por el vidrio de mi ventana donde tu aliento alcohólico empañó un corazón.

Al mirar a través, te vi Pedro, en plena avenida, esperando la luz roja para hacer un corazón gigante de neoprén que encendiste parando el tráfico, y tú al centro, en foco perfecto, en pelotas, con una foto mía también en llamas que chamuscaba tu pecho. Ese fue mi regalo de cumpleaños, un pasaporte cultural al infinito de la imaginación. Gracias Peter. Toda esa mariconada se acabó repentinamente cuando un chofer de micro indignado se bajó con una llave stilson para darte la dura.

En ese mismo tiempo fue Pedro, en ácido en la cornisas de jalea del Teatro Esmeralda, cuando tratamos de colarnos a la última fiesta Spandex, estuviste a punto de caer al vacío del quilombo, ¿cuántos habrían muerto por el peso de tu cuerpo?

Un día me hiciste leer un cuento de Pedro Mardones (ese que eras tú): “Ella entró por la ventana del Baño”, ahí te dije lo que siempre creí: ¡es lo mejor que he leído Pedro, eres el mejor escritor del mundo!

Cuántas escenas de celos, cuando lanzaste un cuchillo a Naya mientras dormía en mi cama, y a varias pololas que humillaste como vieja zorra. Aun así, tengo la fotografía nítida, con mi hija mayor recién nacida, Jay Radhe Devi Dasi, afuera del cine arte, acurrucándola chocha en tus brazos de madre, sentenciando los augurios que efectivamente sucedieron. ¡Qué feliz eras!
El paseo a Laguna Verde con la Tiffany K. Decías que de ahí venía el final de “Tengo Miedo Torero” y yo ni te escuchaba, preocupado por las fiestas de “El Barco Ebrio” en Valparaíso, donde te quejabas que te explotaba, que era un comerciante, un cuico de Viña. ¿Te acuerdas ese 21 de Mayo de 1994? Sindicato de Estibadores de Valparaíso. Los soldados se preparaban para desfilar y nosotros preparábamos ese show antológico con la corona de jeringas. Hicimos la performance con poco público, en las duchas de un subterráneo, con un calefont en cuadro, con mi tele trinitron, con las vísceras y corazón que te pintaste. Pinchazo tras pinchazo, una y otra vez, y al final todos nos pinchamos al pasar, los camarógrafos, el público. Cuando usaste un fotograma del video en tu primer libro: “La esquina es mi corazón”, quedé alucinado, aún lo tengo desarmado junto a tu firma rabiosa.

En el Teatro Mauri en 1996, no querías hacer la performance. El teatro lleno clamaba tu nombre y no estabas por ningún lado. Desesperado te busqué en los bares a la redonda y allí estabas, en una barra borracho. Y me dejaste claro que no lo harías. Desesperado te zamarreé como loco hasta que sacaste un arma calibre 22 y me amenazaste. Pensé que era de juguete, fui rápido y te la quité. Y así, a las 4AM, el amenazado fuiste tú y te arrancaste el corazón de pelos afeitado en tu pecho con cera hirviente. Fue un éxito.

Después me fui a NYC y desaparecí por muchos años, ¿Fueron 12, 13?, y por supuesto tocaste la puerta de mi loft en Brooklyn pegado al subway, en ese Williamsburg que empezaba a ponerse hipster. Hicimos un asado en el techo y tenías esa bufanda larguísima que el subway JZM casi lleva. Y cómo te gustaba ir a Chelsea y el meat packing district, a las galerías de Arte. Y en el Museo Metropolitano, en el piso de más arriba, empañaste el gran vidrio de Duchamp.

Rápido pasó el tiempo mi querido Pedro, de vuelta en Chile, juntarnos en otra, más viejos, cuando me decías guatón tejano. Tu departamento lleno de libros (algunos con llave) y esa pieza de alojados que nunca arreglaste. Y te enfermaste Pedro, llegó la cuenta de esa vez hace 20 años, ¿te acuerdas? Ese día que horrorizado insultaste a la hija de Pinochet en una exposición de arte y los guardias te pegaron. Vivía en el centro y tocaste el timbre en la madrugada. De una metiste la cabeza en el congelador y con una cuchara de té raspabas el hielo que tragabas para aliviar el dolor. Todo terminó cuando vomitaste violentamente las paredes con sangre.

Y así llegó, irremediablemente, la última vez que nos vimos, en Viña del Mar. Almorzamos vegetariano en mi casa, pasamos la tarde con tu voz darth vader jugando con Mateo, mirando con infinita dulzura a mi hija Marina retozando en tus brazos chochos.

Nuestra última conversación cruzando el puente Libertad: Postmortem y Prenatal – prenatal y postmortem: somos las puntas de un iceberg invisible que vuelven irremediablemente al punto de partida. ¿Qué era lo real en el universo Pedro? Otra vez el rictus puto que tu labio automático lee: lo real es el esfuerzo de un fantasma para convertirse en realidad. **

Es solo un momento Pedro, una milésima, una ronda apretada, en neón tu palabra, una salida renovada o viaje en paracaídas, que rebota en tu imagen, solo por esta vez, haciéndose copia caligráfica en mi corazón, exacta de tu original.

*Comunicador audiovisual, director de documentales y películas experimentales.
** Lihn / Martínez

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