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Reportajes

1 de Marzo de 2015

La heroína irlandesa que tuvo sexo sobre la tumba de su hijo para intentar reencarnarlo

Maud Gonne jugó un papel clave en la lucha por la independencia en Irlanda, pero su vida estuvo marcada además por una tragedia privada.

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heroína BBC

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Maud Gonne jugó un papel clave en la lucha por la independencia en Irlanda, pero su vida estuvo marcada además por una tragedia privada.

Fue el dolor que siguió a la muerte de su hijo, de apenas 2 años: en este drama personal se inspiró un poema inédito del gran poeta irlandés W.B. Yeats. Y en el hecho de que, en su despesperación, Maud Gonne protagonizó un episodio insólito para intentar que el niño se reencarnara en otro.

Lo hizo mediante una práctica que por entonces algunos creían un ritual efectivo: teniendo relaciones sexuales sobre la tumba de su hijo.

Según las nociones de espiritismo y ocultismo a las que se había vuelto aficionada, ello permitía recrear el alma del niño muerto en una nueva criatura, concebida con el mismo padre, mediante un proceso de metempsicosis o transmigración espiritual.

Mirando Irlanda desde Francia

Además de mística, Maud Gonne fue actriz, activista, feminista y también musa inspiradora de Yeats, quien la inmortalizó en algunos de sus versos más famosos.

Gonne trabajó por la causa de Cumann na mBan, una organización paramilitar de republicanas irlandesas, además de ayudar a las víctimas de la violencia junto a la Cruz Blanca de Irlanda.

Después de que el Estado Libre irlandés se estableció, en 1922, Maud Gonne siguió siendo una figura relevante en la política de ese país y en la lucha por los derechos civiles.

Pero los años anteriores a su etapa pública están cubiertos por un halo de misterio.

Thomas, el padre de Gonne, era un capitán de las fuerzas armadas británicas, y durante parte de la niñez de su hija se mudó con su familia a Irlanda. Así se tejió el vínculo de Maude con la historia irlandesa.

Más tarde, la joven fue enviada a Francia para continuar su educación. Una tía adinerada que vivía en París la presentó en los círculos de la alta sociedad francesa de la época.

Maud apenas estaba saliendo de la adolescencia cuando su padre murió y no mucho después inició una relación amorosa con un político francés de derecha llamado Lucien Millevoye.

“Millevoye era obviamente un reemplazo de la figura paterna. Era 16 años mayor que ella”, apunta Deirdre Toomey, académico especializado en Yeats.

Millevoye tenía una postura fuertemente anti-británica y alentó el creciente sentimiento de hostilidad de Maud contra la injerencia de la monarquía en Irlanda.

Maud viajaba regularmente a Irlanda y vio de primera mano las huelgas de los trabajadores y las expropiaciones en la campiña. Estaba cada vez más convencida de que su futuro estaba en la oposición a los intereses ingleses que interferían en la política irlandesa.

Luego, el 30 de enero de 1889, en el londinense Bedford Park, tuvo su primer encuentro con el joven poeta William Butler Yeats.

Relación obsesiva

Yeats quedó inmediatamente fascinado con la joven. De acuerdo a su biógrafo, R. F. Foster, Maud Gonne le pareció “majestuosa, fuera de este mundo… Muy alta, de pelo color bronce, con un perfil destacado y una piel bella. Era una belleza a la fin-de-siecle, al estilo de una valquiria”.

Fue el inicio de una obsesión mutua que duraría medio siglo.

Pero lo que Yeats no sabía –y no descubriría sino hasta mucho más tarde- es que menos de tres semanas antes de ese intenso primer encuentro, Gonne había dado a luz a un niño.

Se llamaba Georges, había nacido en París y era hijo de Lucien Millevoye.

Gonne, de carácter complicado si los había, inicialmente mantuvo en secreto la existencia del niño. Cuando el poeta lo descubrió, ella insistió en que no era suyo, sino que había sido adoptado.

“Es sorprendente cuán ingenuo se mostró Yeats respecto del niño de Gonne. Debe haber querido creer lo que ella decía, que el hijo no era de ella”, opina Toomey.

Pero Georges murió dos años y medio más tarde. No se sabe cómo, aunque se cree que probablemente haya sido por meningitis.

La próxima vez que Yeats y Gonne se encontraron fue en Dublín, en octubre de 1891. Y ella estaba destrozada: deshecha en lágrimas por el hijo fallecido.

En los dos años que siguieron, una apesadumbrada Gonne se dejó arrastrar hacia lo más profundo del ocultismo y el espiritismo, dos universos que eran de suma importancia para Yeats.

La ansiada reencarnación

Muchos años más tarde, en sus memorias, Yeats recordó que Gonne reiteradamente preguntaba sobre la posibilidad de la reencarnación en su círculo de amigos.

Uno de ellos, el escritor y místico George Russell, le aseguró que era posible recrear el alma de un niño muerto si sus padres hacían “lo que era necesario”.

La historia siguió así en un mausoleo de piedra blanca en un cementerio del pequeño pueblo de Samois-sur-Seine, 50 kilómetros al sudeste de París.

Maud Gonne solía alquilar una casa allí para escapar del bullicio de París y cuando Georges murió decidió enterrarlo en el cementerio local.

Había heredado una buena suma de dinero tras la muerte de su padre, que usó para pagar por una capilla conmemorativa, la más grande del camposanto. En la cripta debajo se colocó el ataúd del niño.

A finales de 1893, Gonne retomó el contacto con Lucien Millevoye, de quien se había separado tras la muerte de Georges.

Le pidió encontrarse en Samois-sur-Seine. La pareja primero entró a la capilla, luego abrió la puerta de metal sobre el suelo que llevaba a la cripta.

Descendieron por la escalera de metal, los cinco o seis escalones. Y allí, al lado del cajón de su niño muerto, mantuvieron relaciones sexuales.
La confirmación histórica

Ahora, ¿cómo es posible saber esto?

La evidencia la aporta Yeats. En sus memorias póstumas, publicadas en 1972, el poeta revela que Gonne misma le había contado la historia.

“Y no podemos imaginar una razón por la cual ella fuera a inventar una historia así. Es demasiado extraña y demasiado personal. Pero coincide con lo que sabemos de su constante interés en el tema de la reencarnación”.

Si el alma de Georges logró reencarnarse o no es materia de análisis para los metafísicos. Lo cierto es que, en agosto de 1894, Maud Gonne tuvo otro bebé.

Una niña esta vez, llamada Iseult. La educó con dedicación, pero la relación entre ambas siempre fue extraña.

Años después, Maud se negó a llamarla “hija” en público, presentándola como una prima o pariente.

Ya adulta, Iseult tuvo un romance con Ezra Pound y se casó con el controvertido novelista australiano-irlandés (y simpatizante del nazismo) Francis Stuart. Falleció en 1954, un año después que su madre.

El poema oculto

En 1893 Yeats escribió un poema jamás publicado. Se titulaba “Sobre la muerte de un niño” y estaba claramente inspirado en el hijo fallecido de Maud Gonne y en el dolor de la madre, pese a que cuando lo compuso el poeta todavía pensaba que Georges había sido adoptado.

Los estudiosos del autor señalan que el poema es de calidad dispar, lo que explica que Yeats no lo publicara y no quisiera que fuera parte de su cánon.

Conversión y nueva vida

Maud Gonne, entretanto, se convirtió al catolicismo, para desazón de Yeats. En 1903 se casó con el soldado irlandés y republicano John MacBride.

Con él tuvo un tercer hijo, que creció para convertirse en político y líder del Ejército Republicano Irlandés, el IRA. Fue el estadista y ganador del Nobel de la Paz Sean MacBride.

El mausoleo de Gonne en Samois-sur-Seine permaneció largamente olvidado. Pocos conocían la historia del bebé muerto de Maud, casi ninguno el escabroso episodio del encuentro sexual secreto sobre la tumba.

Muy ocasionalmente, algún estudioso de Yeats lo visitaba por curiosidad. Pero en el pueblo ya quedaban pocos que hubieran oído hablar de Maud Gonne.

En realidad, el interés por el cementerio se alimentaba más bien por cuenta de un ocupante famoso: el guitarrista de jazz Django Reinhardt.

Hoy, sin embargo, el interés parece haber resurgido. Intrigada por el mausoleo, la concejal local Josette Dufour llevó adelante su propia investigación y escribió una monografía breve sobre la historia de Georges Gonne.

La capilla mortuoria ya no pertenece a la familia Gonne, pese a que había sido comprada “a perpetuidad”. En la práctica, el derecho a la tierra debía haberse renovado, pero nadie completó el trámite a tiempo.

Dentro de la edificación, sin embargo, todavía están las puertas metálicas sobre el suelo.

Josette Dufour tiene la llave del candado que la abre. Baja una escalera metálica. Y allí, en la cripta, sobre un pequeño estante, todavía está el ataúd del pequeño Georges. Es en realidad un cajón doble, porque había sido reforzado para su traslado desde París, según marcaba la regulación francesa.

Sobre la tapa yacen unas avejentadas flores de papel o tela. Y una placa con el nombre: “Georges Gonne. Nacido el 11 de enero de 1889. Fallecido el 31 de agosto de 1891”.

A la hora de su muerte, en 1953, Maud Gonne no hizo referencia alguna a su hija Iseult. Pero sí pidió ser enterrada con los pequeños zapatos de Georges, que fueron colocados junto al cuerpo dentro del ataúd.

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