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Cultura

10 de Marzo de 2015

Crítica: Un amor adolescente

“Cordales” (2014), primera novela de Alfil Gómez, habla desde un eje temático que se transformó en reiterado tópico literario a partir de “Mala onda” de Alberto Fuguet: el pedregoso camino que atraviesa todo joven para convertirse en adulto. En ese contexto, en la primera página se justifica un título que podría llamar a equivocaciones: los […]

José Bodhi-Shavuot
José Bodhi-Shavuot
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cordales

“Cordales” (2014), primera novela de Alfil Gómez, habla desde un eje temático que se transformó en reiterado tópico literario a partir de “Mala onda” de Alberto Fuguet: el pedregoso camino que atraviesa todo joven para convertirse en adulto. En ese contexto, en la primera página se justifica un título que podría llamar a equivocaciones: los cordales son las muelas del juicio, que pronto empezarán a emerger en la boca del protagonista como metáfora –simple, pero también nítida y rotunda– de su abandono de la infancia.

Este protagonista es Manu, tiene 24 años y estudia odontología. Su vida es como la de cualquier muchacho de esa edad y condición, sin ninguna singularidad que pudiera diferenciarlo de sus pares. Así, el libro describe el arco de aprendizaje y desarrollo de un adolescente promedio, un sujeto adaptado y escasamente disruptivo, que acata las normas tácitas de su tribu.

La novela retrata cierta masculinidad (post)adolescente que marca comportamientos y modos de percepción tradicionales para este grupo etario: allí están sus formas de habla, los excesos de alcohol y marihuana, los carretes que se prolongan hasta que se vislumbra el sol, la pasión anodina por los juegos de video, el pertinaz onanismo. Es, en suma, el estereotipo de un chico en la medianía de los veinte; lamentablemente, también refulge una visión estereotipada y poco sensible de lo femenino, lo que alcanza su pináculo en una despedida de soltero a la que asiste Manu, con dos stripers negras emigrantes animando la fiesta.

La anécdota se centra en tres historias de amor que agitan la vida del protagonista: Begoña, que siempre lo tuvo, y lo sigue teniendo, en la friendzone; Nuria, hija del novio de su madre, atractiva y sexual; y Antonela, compañera de la universidad con la que comparte gustos por un consumo cultural más alternativo. En esos menesteres, en ocasiones cae en algunas cursilerías cuando se refiere a dichas mujeres (“La amo, me cuesta respirar ahora que no está”).

Si bien es plausible que las relaciones amorosas son relevantes a esa edad, lo mismo que las referencias a la cultura de masas (cine y música, especialmente), la novela solo explora esas dimensiones y no incursiona en otras áreas igual de importantes: la búsqueda de identidad, crisis psicológicas, conflictos con la autoridad, etcétera.

Sí hay, en cambio, una buena historia de padres separados. La madre, a quien Manu enseñó a chatear, pasa horas pegada al computador hablando con su novio, transformada ella misma en una adolescente movilizada solo por las hormonas. El padre insiste en su ruego por volver al hogar deshecho, pese a que no ha cambiado el motivo por el que salió de él: la juerga constante y desmesurada –también adolescente– con sus amigos.

Desde luego, el centro del relato se encuentra en la encrucijada de aceptar su incorporación al mundo adulto. Sobre esto dice: “¿Qué es ser un adulto? Ver a mis papás, a mis tíos, a mis amigos no me da ninguna respuesta. Pienso en producir, ganar plata y pagar mis impuestos. Todas esas cosas, un adulto. Me veo caminando a ciegas, luchando todos los días para juntar los dos pesos de las cuentas, otros dos para beber y bailar hasta olvidar que mañana debo volver a hacer lo mismo una y otra vez hasta que un día ya no tenga 25 sino 45, y luego 55, y ya no sea ni joven ni atractivo”.

La novela finaliza con una fiesta apoteósica de Año nuevo. En ella, se ocupan todos los clichés fugueteanos y se resuelve el conflicto principal con la aparición de la “princesa encantada” y la decisión respecto a una posible relación con ella.

El crítico John Barth señala que existen novelistas que construyen sus novelas siguiendo un modelo decimonónico, pero que utilizan un lenguaje contemporáneo y hablan sobre gente y temas actuales. Esto sucede con “Cordales”, una obra que no toma muchos riesgos en su estructura, aun cuando se instala desde un presente absoluto. Contra ello, está correctamente escrita y dialoga con la tradición de la narrativa chilena reciente. Teniendo presente que es la primera entrega de Gómez, es justo advertir que, si logra atreverse más en lo formal y proponer temas menos abordados que las relaciones de pareja, su segundo libro puede resultar interesante.

“Cordales”
Alfil Gómez
Emergencia Narrativa, 2014, 14 páginas

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