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Poder

10 de Marzo de 2015

Ex trabajador de Penta descuera a sus patrones

Trabajó más de 30 años en Agrícola Gildemeister, una de las empresas de Penta que dejó de funcionar hace pocos años y está en la mira de la fiscalía por pertenecer a Penta Capitales de Riesgo, PCR, un bastión del holding acusado por Hugo Bravo de servir como plataforma para rebajar impuestos de manera fraudulenta. Acá, un ex jefe de repuestos cuenta de manera anónima algunas maniobras truchas de sus jefes directos y cómo pasó de “sapo” de la gerencia a dirigente sindical de la empresa.

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“Trabajé más de 30 años en Agrícola Gildemeister. Empecé en bodega, luego pasé a ventas y terminé como jefe de repuestos. Las hice todas. A comienzos de los noventa comenzaron las vacas flacas, empezaron a cerrar sucursales, la empresa se separa de la automotora y finalmente la venden a los dueños de Penta.

Yo venía del dueño anterior. Debo haber sido uno de los pocos que tuve imposición en la caja de empleados de Gildemeister, que era una caja de empleados particular. Llevaba como 15 años en la empresa e hice uso del retiro de mis fondos. Me autojubilé, por decirlo de alguna forma. Me pagaron 10 millones, estuve afuera un año, y me volvieron a contratar.

Con el primer dueño la empresa funcionaba bien. Todo correcto, disciplina, uniformes, sindicato, servicio dental, bono escolar, tres sueldos más en el año. Estado financiero perfecto. Cuando compraron los Penta quedó la chacra. Arrendaron una pocilga en Calera de Tango que se llovía entera. Me acuerdo que llegó uno de los directivos de Penta, Horacio Peña, se subió arriba de un tractor -sabiendo las maniobras que hacían y conscientes de cómo lograron su fortuna- y nos dijo que desde ese momento perdíamos todos los beneficios sociales que teníamos. Empezaron a echar gente, a rebajar sueldos, a cerrar sucursales, como buenos ingenieros comerciales. Comenzó la ley del terror. Fue una época terrible. Ahí empezó la masacre.

Pero a la par que echaban gente, comenzaron a llegar los familiares de los dueños. La familia de Carlos Eugenio Lavín venía de Chimbarongo hacia la cordillera, donde hay un embalse. Eran muy pobres. A ellos no les gustaba tener a ejecutivos de corte diplomático sino los que te subían y te bajaban a chuchadas. Yo vi pasar un desfile de personas, muchas que no servían para nada. Puro pituto.

Una vez llegó un tal Andrés Lavín, que le decíamos el satanás y no sabía ni prender un computador. Era un huaso bruto que trataba a la gente a grito pelado. Puro nepotismo. Se dedicaba a fumar y tomar café. Sapeaba a los que eran flojos o andaban con algún tipo de problema. Lo mismo que me tocó hacer a mí durante un tiempo. No es que haya sido sapo, pero al principio no te das cuenta que te están utilizando. También uno lo hacía para ganarse la confianza del jefe. Igual con esa función me gané el desprecio de mucha gente pero logramos sacar a personas que estaban robando y sacaban las cosas en la basura. A veces me sacaban la madre, no era un trabajo agradable. Cada negociación que hacíamos todos creían que uno se estaba arreglando los bigotes.

De repente me llegaban bonos extraños, comisiones por venta, 50 lucas, 100 lucas, no más que eso. Yo preguntaba por qué y me decían que las ventas habían estado buenas. Me caía una gotita. No era todos los meses. En el fondo disfrazaban los sapeos como bonos de producción. Y no es chiste.
Siempre fueron medios truchos estos gallos. La señora de Jorge Molina Ossa, un gerente que hubo, le boleteaba a la empresa. Eran como tres palos todos los meses. La misma fórmula que descubrieron ahora. Se las saben por libro. Yo tenía buena onda con la gente del departamento de cobranza, siempre me hablaban de boletas y facturas raras. También vendían motores a los pescadores de San Antonio, Valparaíso, Concepción. Les dábamos un crédito simple pero como no tenían capacidad de endeudamiento no alcanzaban a pagar. Si no pagabas te mandaban al abogado, justificaban pérdidas y mejoraban la contabilidad. A mayor pérdida, bajas ganancias y pagas menos impuesto. Era una pérdida creada, ficticia.

Siempre Agrícola Gildemeister asumió las pérdidas de otras empresas como Ph Glass y Arrimaq. La empresa era el vertedero de Penta. Es cosa de que el fiscal apriete y queda la cagada. Es una estructura. No sé cómo hicieron el truco, pero hubo una maraña para estrangular y lavar los activos, los dineros de manera elegante. ¿Cómo lo hicieron? Sentándose arriba de todos nosotros. Puede abrirse una arista muy interesante cuando descubran por qué “mataron” a Gildemeister en 2013.

Yo hablo ahora, aunque sea anónimamente, porque me di cuenta de las consecuencias de mis actos. Fui a una iglesia, me confesé, pedí perdón por delatar a mis compañeros. Uno no ve las consecuencias en esos momentos, sino el propio ego para conservar el trabajo. Por eso después me hice sindicalista. Además era uno de los pocos que se manejaba en leyes laborales. Fui secretario, tesorero y presidente. Nadie levantaba el dedo en un comienzo y nunca fui un palo blanco. Los jefes me empezaron a dar duro. “Este tal por cual”. Me ninguneaban, me trataban como las bolas, cuidándose de no hacerme ofrecimientos truchos. Los Penta son muy astutos”.

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