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Mundo

3 de Mayo de 2015

Los muertos del mediterráneo

Aquí en Italia se creó una opinión bastante peculiar sobre lo que pasó. El discurso público fue unánime en el sentido de que aquí ocurrió una tragedia, pero me sorprendí mucho como extranjero al escuchar la opinión de la gente común, sobre todo porque el pueblo italiano es uno de los más migratorios del mundo. Sustancialmente, aquí la gente ya no puede más con el problema de la inmigración. La crisis, las mafias, la corrupción, la incertidumbre y el desempleo son sus prioridades, mientras los inmigrantes son para ellos más bocas que alimentar, más dinero que gastar, menos trabajo para los italianos. Se enfatiza mucho más que sean inmigrantes desempleados dispuestos a arriesgar sus vidas en un viaje tan peligroso, que el hecho de que son seres humanos con el derecho de tener una vida digna.

Adriano Garcia
Adriano Garcia
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naufragio inmigantes libia EFE

Durante esta semana de grandes desastres ambientales, el tema de la inmigración volvió a ponerse de moda en el viejo continente, y sobre todo acá en Italia. Como todos sabemos, más de 700 personas murieron ahogadas luego de que un bote de fortuna se volcara cerca de las costas libias, mientras la marina italiana intentaba salvarlos, condenándolos a muerte.

La dinámica del accidente fue bastante absurda: cuando los pasajeros a bordo vieron las embarcaciones de la marina italiana acercarse hacia ellos, por el pánico, se fueron todos hacia un lado del barco y el peso lo volcó. Se intentó frenéticamente salvarlos, pero solo 28 de ellos sobrevivieron, mientras que a los cuerpos sin vida se los llevó la corriente hacia Malta, donde en unos días habrían de empezar a llegar.

El primer ministro maltés, Joseph Muscat, declaró que en el Mediterráneo está ocurriendo un auténtico genocidio ante la total indiferencia de la Unión Europea (UE). Hay que entender que este accidente no es el primero; diariamente llegan a Italia decenas de botes de fortuna con cientos de personas a bordo al límite de sus fuerzas, a veces moribundos, a veces ya cadáveres. Italia también lamenta hace ya muchos años el abandono de la UE frente a esta emergencia.

El problema fundamental es el origen de estos barcos. Los que manejan el negocio de la emigración desde el Norte de África son organizaciones criminales muy ramificadas, con mucho dinero (embarcar en estos viajes puede llegar a costar 5000 dólares), difíciles de combatir con medios tradicionales y que operan desde un territorio demasiado vasto y desde un país que en realidad no existe; porque Libia, hoy, no existe. Hay dos gobiernos, uno en Trípoli que gobierna el 90% del país y no está reconocido por la comunidad internacional, y otro en Tobruk, al extremo Este del país. Esto hace imposible el diálogo con las instituciones locales para impedir este nuevo tipo de tráfico. Irónicamente, el motivo por el cual Libia no combate estas organizaciones criminales es porque la misma Europa bombardeó al país en 2011, en apoyo a las facciones islamistas que derrocaron la dictadura de Gheddafi. Solo que Gheddafi, en virtud de pactos firmados con Europa y a cambio de ayuda financiera, combatía con mucho éxito estas mafias emergentes, que hoy gozan de libertad absoluta y operatividad máxima gracias al vacío creado por los mismos europeos en Libia.

Aquí en Italia se creó una opinión bastante peculiar sobre lo que pasó. El discurso público fue unánime en el sentido de que aquí ocurrió una tragedia, pero me sorprendí mucho como extranjero al escuchar la opinión de la gente común, sobre todo porque el pueblo italiano es uno de los más migratorios del mundo. Sustancialmente, aquí la gente ya no puede más con el problema de la inmigración. La crisis, las mafias, la corrupción, la incertidumbre y el desempleo son sus prioridades, mientras los inmigrantes son para ellos más bocas que alimentar, más dinero que gastar, menos trabajo para los italianos. Se enfatiza mucho más que sean inmigrantes desempleados dispuestos a arriesgar sus vidas en un viaje tan peligroso, que el hecho de que son seres humanos con el derecho de tener una vida digna.

Es muy difícil imaginar una solución política y orgánica inmediata. Entre las soluciones que se han puesto sobre la mesa, el gobierno italiano está considerando la opción militar terrestre, que nos costaría otros cientos de millones de euros y muchas vidas más; también la opción aérea, o sea bombardear los botes de fortuna antes que zarpen al Mediterráneo. Ambas operaciones se llevarían a cabo en el territorio de un país de la ONU y necesitarían su aprobación para ser ejecutadas. Mientras que a nivel europeo, la cooperación sobre el tema es casi cero. Países como Bélgica, Holanda, Dinamarca, Inglaterra, no están dispuestos a acarrearse más gastos en el asunto Mediterráneo, lo que impide una solución unitaria y rápida.

Para concluir, y solo por escrúpulo informativo, al día siguiente del desastre llegó otra barcaza Rodi (Grecia) con 10 muertos a bordo, y otra más a Sicilia con 27 muertos. Un problema, por ahora, sin solución.

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