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22 de Mayo de 2015

Habla el hombre clave del caso Caval: Yo soy Victorino

El ex asesor comercial de Caval es una pieza imprescindible para entender el proyecto de Machalí. Su declaración a la fiscalía, que reproducimos en extractos, aporta detalles inéditos sobre su participación en el fallido negocio de Natalia Compagnon. Su relato ha comprometido a varios en el camino y ha generado incertidumbre en los fiscales. “No les cuadra mi historia”, dice.

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Victorino Arrepol está fondeado. Desde que estalló el caso Caval nadie sabe dónde vive. Concepción tiene casi un millón de habitantes y en algún lugar incógnito de la ciudad responde el teléfono. La conversación fue pactada el día anterior y Arrepol, antes siquiera de empezar a hablar, lanza una presentación que huele a declaración de principios: “No soy hijo de la presidenta, ni de la nuera… Yo soy Victorino no más”.

El hombre clave del caso Caval juega al misterio. Sopesa sus palabras. Dice que lo han hecho pebre y que desconfía de la prensa. En los medios han dicho que se autosecuestró en el año 2011, que construyó un búnker en su casa para proteger a su familia del fin del mundo y que luego del escándalo vendía maní en las calles de Concepción. “He leído mil tonteras sobre mí, no sé por qué mienten tanto, me han tratado como el hoyo… No soy conflictivo, ni pillo, ni vivaracho”.
Los últimos meses, asegura, han sido caóticos, estresantes y tristes.

El día del allanamiento a la casa de sus padres, a fines de marzo, Arrepol decidió presentarse ante el fiscal y entregar su versión de los hechos. Su progenitor, aburrido de sus andanzas, masculló en voz alta: “¡En que se metió de nuevo!”. Cuando lo vio ingresar a la casa soltó exasperado: “¡Contrólate, Victorino!”

El hijo agacha la cabeza, mira al fiscal y le dice que ha decidido contar su verdad. Una versión que pinta a un hombre que terminó cuarto medio, se aficionó por la seguridad informática y empezó a trabajar para poderosos empresarios y políticos.

-Si hacen un asado la UDI le prende el carbón, Renovación Nacional le sopla el viento y la DC le cuida el asado. Trabajan todos juntos. La política son los negocios. Esa es la única política que existe-, dispara.

“Quebrándome en un lexus”

El 6 de abril, a las tres de la tarde, Victorino Arrepol fue a declarar a la Fiscalía de Rancagua. Los fiscales Luis Toledo y Sergio Moya lo buscaban desde hacía un mes: no estaba en ninguno de sus domicilios registrados y los involucrados en el caso tampoco conocían detalles íntimos de su vida. El misterioso personaje, una semana después del allanamiento en la casa de sus padres, enfrentó a los fiscales acompañado de su abogado, el ex fiscal Andrés Cruz. Ambos llegaron puntuales a la cita.

Victorino lucía algo nervioso y reconoce en la entrevista que es el “hombre de confianza” de Mauricio Valero, el socio de la nuera de Michelle Bachelet. “Mi trabajo era coordinar a Sergio Bustos, a Andrés Levine, representar a Mauricio Valero, Natalia Compagnon y Caval ante la Tesorería General de la República”, explica. Arrepol reconoce, además, que se preocupaba de proteger la información de la empresa dadas sus “habilidades informáticas”.

Su llegada a Caval no es tan clara. Victorino sostiene que sin su red de contactos empresariales no habría llegado a trabajar con Natalia Compagnon. Quien lo acercaría a Mauricio Valero, sin embargo, sería un personaje completamente alejado de su aparente círculo de influencia: el cantante cubano de reggeaton, Manuel Villagra, conocido como J-Kill. Victorino dice que el artista era copero de un café, tenía una tremenda voz y que contribuyó a sacarlo del anonimato. Asegura que fue él quien lo llevó a TVN, le presentó a Jaime Román, el productor musical involucrado en una red de abuso sexual de menores en noviembre de 2012, abriéndole un espacio en Talento Chileno y luego como cantante de la canción oficial de la telenovela Pobre Rico.

Para el joven cantante la historia no es real. Villagra dice que jamás ha trabajado en un café, se dedica a la música desde hace 12 años y que Victorino lo ayudó a conseguir algunos tratos, pero nunca ha sido su manager. Lo que sí admite es que a través de su madre, durante un asado en su casa, Victorino conoció a Mauricio Valero. La química habría sido inmediata. “Congeniamos al tiro. Nos reímos harto, nos preguntábamos sobre la vida, qué hacíamos los dos”, recuerda Arrepol.
Villagra cuenta que su familia y la de Mauricio Valero se conocen desde que coincidieron como exiliados políticos en Cuba. De Victorino, en cambio, asegura no saber mucho. “Es bueno para conversar, me pareció un buen hombre, aunque un poco raro, extraño, no cuenta sus cosas, no entrega detalles, es bastante hermético”.

Arrepol y Valero, desde entonces, comenzaron a reunirse. Se juntaban a tomar café en distintos locales de Santiago, Valero le habla sobre sus proyectos en Caval y lo invitó a participar en la empresa. “Me contó que estaba Natalia Compagnon y Sebastián Dávalos, la nuera e hijo de la señora Bachelet, y que si ella salía presidenta teníamos muchas opciones de negocios”, declaró ante los fiscales.

Después de varias reuniones, Valero le presenta a Natalia Compagnon. “La encontré súper dije, súper parada, muy segura de sí misma. Tiene prestancia, nadie la pasa a llevar. Quedé bien impresionado”, cuenta Victorino.

Valero comenzó a entregarle detalles a Arrepol sobre el proyecto de Machalí. “Me contó que el negocio estaba avanzando y que debíamos aportar dos millones de dólares”. Más en confianza, luego de un tiempo, Arrepol asegura que le preguntó a la nuera de la presidenta por qué había gente de derecha e izquierda vinculada en el negocio. “La política es un gran negocio”, le habría respondido Compagnon, según consta en la declaración de Victorino. Compagnon, en cambio, afirmó al fiscal que solo lo había visto tres veces y que no era asesor comercial de Caval.

Lo cierto es que Arrepol, al margen de su trabajo como experto en seguridad de la empresa -actividad de la cual no ha entregado mayores luces-, se transformó en el hombre clave para conseguir el financiamiento para adquirir tres fundos ubicados en el kilómetro 7 de la carretera del Cobre, que une a la Alameda de Rancagua con la mina El Teniente de Codelco, en la localidad de Machalí. Su ubicación estratégica, en una zona con potencial inmobiliario, hacía de la operación un negocio atractivo, considerando que su avalúo se empinaba sobre los $6.500 millones de pesos y el cambio de plano regulador de suelo agrícola a urbano ya estaba prácticamente “cocinado”.

En mayo de 2013, Arrepol sumó a sus filas a Sergio Bustos, un contratista que le construyó un búnker en su parcela de Chillán y que habría sido colaborador de la DINA, como su asistente para conseguir el crédito. “Fui yo el que llevó el cachito”, comenta hoy sobre el hombre que destapó el caso luego de presentar una demanda laboral contra la empresa. La tarea no era fácil. El negocio era tentador para cualquier casa financiera, pero Caval no era una empresa cualquiera, sus dueños eran parientes de la futura presidenta y la empresa no tenía el capital para calificar solvencia. Bustos y Valero comenzaron a mover sus redes.

Las reuniones de coordinación fueron en distintos cafés y en el Hotel Lyon, ubicado en Providencia, el lugar donde Victorino se alojaba cuando venía a Santiago. Según comenta uno de los integrantes de las negociaciones, la voz de Victorino comenzó a adquirir relevancia. “Me daba la impresión que él que mandaba era Victorino. A mediados del 2013 ambos no estábamos de acuerdo en cómo Valero llevaba la gestión, porque todavía no cerraba el negocio. Entonces Victorino llamó a Valero y le dijo que ahora nosotros estábamos a cargo. Valero aceptó”, asegura.

Sergio Bustos, con la pista medianamente despejada, contactó en agosto a Andrés Levine, un abogado que conocía hace años y que tenía conexiones en el banco Santander.

-Me contaron que el crédito con el banco Santander tenía posibilidades de no salir. Mi encargo era poder renovar la opción. Victorino Arrepol se presentó como Gerente Comercial de Caval y me pasó un documento formal donde me encargaba el asunto- contó Andrés Levine a la Fiscalía. El abogado también destaca la relación entre Arrepol y Valero: “quienes se movilizaban por este negocio era Valero y Arrepol, tenían una relación de confianza previa”, cuenta.

Arrepol tenía esperanzas en concretar el negocio. La relación con Valero estaba en su mejor momento, los terrenos ya tenían varios interesados y si todo sucedía como estaba planeado, los dividendos para el equipo serían suculentos. En aquellos días Victorino se paseaba en un auto de la empresa. “Andaba quebrándome en un Lexus por Santiago”, recuerda. Las boletas que recibía por su trabajo alcanzaban los cuatro millones de pesos mensuales y, anticipándose al negocio, había comenzado a sobarse las manos. Si todo salía bien se embolsaría 100 millones de pesos y un departamento en Viña del Mar.

Otra vida

“Yo quise otra vida”, responde Arrepol cuando le preguntan por qué no ingresó a la universidad. “Nunca me interesó”, dice, pese a la constante insistencia de sus padres. Veía a primos o amigos con sus cartones trabajando de taxistas y le daba temor pensar que le podía suceder lo mismo. “Tanto tiempo perdido, ¿para qué?”, se preguntaba entonces.

Victorino Arrepol tiene 44 años, dos separaciones a cuestas y cuatro hijos. Su padre es jubilado de Huachipato y vivió su infancia en Hualpencillo. Estudió la educación básica en la escuela E-54 y egresó de la media en el Liceo Asunción de Las Higueras. Antes de terminar la secundaria le gustaba la UDI y se hizo aficionado a los cibercafés.

-Me pasaba las tardes, iba mucho y comencé a averiguar algunas cosas, a veces resultaban y otras veces no-, comenta.

A los 18 años se vino a Santiago en misiones con los mormones. Visitó varias poblaciones y la orden incluso le pagaba una pensión. Victorino hacía puerta a puerta con una biblia en la mano. Fueron sus primeros ensayos de convencimiento. Sus primeros speach. No en vano reconoce, a propósito de su vida misma, haber sido “un buen vendedor”.

A su regreso a Concepción, comenzó a trabajar en un cíber y luego como vendedor en Casa Orellana, una tienda de revelados fotográficos, donde empezó a interiorizarse en manejos de software y, asegura, aprendió a ingresar a sistemas vulnerables. Sus intereses en la informática, los mezclaba con aficiones en otro rubro: Las promotoras de multitienda. Armó un team y conoció a quién sería su primera esposa, Carolina Barbier. Con ella tuvo un hijo y luego se separó.

Al cabo de un tiempo decidió independizarse y empezó a ofrecer servicios de asesoría en seguridad a distintos empresarios de la octava región. “Un empresario me presentaba a otro y así fui consiguiendo clientes. Me fueron recomendando”. Sin estudios formales, en un medio marcado por el clasismo, sabía que ganarse la vida no iba a ser fácil y, como buen vendedor, lo primero que hizo fue venderse a sí mismo. Solía presentarse como hacker. “Los que no tienen nombre caen más rápido”, precisa. Arrepol dice que en su oficio hay una línea extremadamente delgada entre un experto y un embaucador.

Victorino sabe de lo que habla. En Concepción acumula tres denuncias por delitos tributarios. Se defiende: “lo que pasa es que te piden cosas y si no logras hacerlas, automáticamente eres un estafador”. Arrepol dice que los empresarios no son tontos, que “tiran una cosita para ver si la solucionas y recién ahí entran contigo”.

¿Te han pedido hacer cosas truchas?
-Obvio que sí, las he hecho… Antes estaba todo calladito. Hacer movidas era malísimo, del infierno. Ahora te das cuenta que donde mirai hay movidas. Si a mí me crucifican, a otros tendrían que quemarlos.
¿A quién? ¿Al mundo empresarial?
-No, el mundo político. Ellos hacen las cosas más perfumadas, pero son lo mismo. Movidas.
Aunque varias veces le ha tocado jugar al límite, Victorino nunca pierde el gusto de lo que realmente le apasiona de los negocios: la adrenalina. “Ver si te resulta o no, si te prestan plata, lo incierto, la incertidumbre”. Aprendió a formar equipos de trabajo y a entender las necesidades de los empresarios. Ideó su propia metodología y cargo: contratista empresarial. “Me presentas la falencia y veo quien es más idóneo para el tema. Necesitamos un abogado de primera línea, un contador o un ingeniero. Planteo el tema, cuanto ganamos, se arma el equipo y vamos”. No en vano en la investigación ha sido relacionado con el grupo Matte y el empresario avícola Gonzalo Vial. También se declara admirador de Andrónico Luksic y Horst Paullman.

Los negocios de Arrepol nunca han estado exentos de polémica. Menos cuando figuró como víctima de un insólito secuestro. Fue en el año 2009, Victorino se alojaba en el hotel España, en pleno centro de Santiago, cuando cuatro sujetos haciéndose pasar por efectivos de la PDI irrumpieron en su habitación. El rescate costaría 30 millones de pesos. Arrepol, como experto vendedor, habría negociado con sus captores una rebaja del monto. Cristián Prieto y Nelson Serrano, los supuestos plagiadores, fueron condenados cinco años de libertad vigilada y hasta el día de hoy alegan inocencia.

Victorino se casó por segunda vez con Adelina Jara, en diciembre de 2012, en una fastuosa fiesta en el club de campo de Chillán, a pasos de su parcela de 7 mil metros cuadrados con piscina, ubicada en la villa Bernardo O’Higgins. Para esta fecha, antes de ingresar formalmente a Caval, Arrepol tenía una situación económica bastante holgada lo que ha sembrado sospechas sobre su real patrimonio.

-Siempre andaba con un vaso de whisky con hielo en la mano, mucha gente importante lo visitaba, llegaba en autos últimos modelo y le gustaba mucho comer bien y viajar. Tenía harta gente a su alrededor que lo atendía- recuerda un cercano.

Ese mismo año, luego del terremoto del año 2010, Victorino comenzó la construcción de un búnker en su parcela. Buscaba un espacio de resguardo para su familia en caso de catástrofe. El constructor de la estructura fue un hombre a quien, años más tarde, le declararía la guerra: Sergio Bustos. Ambos se hicieron amigos y luego trabajarían juntos en Caval.

La historia de Arrepol es una novela llena de cabos sueltos. Dice que para trabajar en lo que hace hay que tener aguante y ser un poco loco. Victorino parece comprender mejor que nadie lo que todo el mundo piensa de él, incluidos los fiscales. “No les cuadra mi historia”, reflexiona. “Cómo pasé de un lado a otro, cómo llegué arriba. Me he caído mil veces”.

“He sido fiel”

Cuando Victorino habla de su vida después de Caval, su relación con Mauricio Valero parece ser una de sus grandes preocupaciones. “Fui su colaborador más cercano, sentí que fuimos amigos. Espero que siga sintiendo eso, no sé. Tengo planeado hablar con él más adelante”, comenta. Desde que declaró en la audiencia laboral de Bustos en abril, asegura no saber nada de Caval. “Estoy en ascuas, nadie se ha comunicado conmigo, me dejaron botado”. No entiende qué pasa por la mente de sus ex jefes y que no se arrepiente del negocio de Machalí. “Fue un buen negocio… si a un banco se le pide plata y la plata es del dueño del banco, puede invertirla en lo que él quiera”, asegura.
En octubre del 2013, las cosas empezaron a ponerse complejas para Victorino: El cambio del Plan Regulador no se había aprobado, el crédito con el Santander no había resultado y la posibilidad de conseguir financiamiento en otro banco era francamente improbable. El sueño millonario de Machalí se caía a pedazos.

La estrategia para lograr financiamiento escaló en medidas desesperadas. Cuenta Arrepol en su declaración ante la Fiscalía que, desde agosto, la idea de involucrar a Michelle Bachelet empezó a tomar cuerpo. “Entre Mauricio y Natalia Compagnon, surge la idea de molestar a la entonces candidata a la Presidencia. Preguntarle por el negocio y pedirle ayuda. Mauricio decía que Bachelet era amiga de Luksic. Yo les insistía que le pidieran ayuda porque estábamos desesperados”, relata.

Arrepol y su equipo llevaban meses gestionando el crédito por un conducto regular. “Se nos dijo que ningún director del Banco iba a intervenir y que la única opción era hablar con el vicepresidente porque nuestro crédito estaba fuera de toda norma bancaria. Entonces se solicitó la reunión de parte de la doctora Bachelet, para Compagnon y Valero”, contó Sergio Bustos a los fiscales del caso.

Y así se hizo. El equipo estaba ansioso. Bustos todos los días preguntaba a Arrepol sobre los avances y le exigía que Caval cancelara sus sueldos impagos. Ante su insistencia, el 21 de octubre del 2013, Victorino le mandó el correo que abrió las primeras sospechas sobre una intervención de la actual Presidenta: “tranquilo, mami llamó al Andrónico”. Victorino reconoce que el correo fue parte de una estrategia para calmar a Bustos. “El viejo era un hinchapelotas de lo peor. Hablaba tonteras, estaba loco”, recuerda.

Días después, la mentira de Arrepol desencadenaría una seguidilla de correos entre Sergio Bustos y Andrés Levine, conocidos públicamente como los correos de “la señora”. Finalmente la reunión se concretó el 6 de noviembre de 2013. A ella asistieron Natalia Compagnon y Sebastián Dávalos. Diez días después el crédito fue aprobado y Caval comenzó la segunda parte de su negocio: vender los predios de Machalí y obtener las ganancias que los harían ricos.

En plena búsqueda de compradores de Machalí, Bustos seguía insistiendo sobre su sueldo impago. En julio del 2014 le mandó un correo directamente a Valero buscando una solución: “Al parecer Victorino se desentendió del tema”, le dice. No tuvo respuesta.

-Yo nunca he trabajado así. Yo sabía que el Mauri era derecho, pero no pensaba en cuánto íbamos a ganar, porque cuando pasa eso, los negocios se arruinan… Yo seré muy loco, lo que tú querai, pero sapo nunca- explica Arrepol.

Un correo que Sergio Bustos le envió a Victorino, el 7 de octubre del 2014, evidencia el nivel de secretos, enredos y mentiras dentro del caso Caval. “Conozco todas sus mentiras y se las paso a enumerar: Usted está contratado por Caval. Tengo una reunión con los marinos. El contrato se lo hacemos llegar a Santiago. Su auto es muy viejo y en cuanto llegue a Santiago le compro uno nuevo. Vaya a la Lexus y exija otro. El gran jefe me autorizó a pagar 150 millones. El gran jefe es Insulza, el gran jefe es el tesorero general, el gran jefe es Francisco Vidal”, expone Bustos en el mail.

Veinte días después, Bustos pone una demanda laboral en contra de Caval. La noticia golpeó tanto a Victorino que hoy se arrepiente de haber llevado a Bustos a Caval. “Hubiera sido todo distinto sin viejos sapos. Está acostumbrado a sapear, tal como lo hacía en la Dina”, comenta Arrepol.

Victorino tampoco estaba recibiendo su sueldo y no encontró nada mejor que escribir un mail amenazando a Valero con destapar el caso a través de una investigación periodística. Fue el 2 de septiembre del 2014. Según cuenta en su declaración, esa no fue su única movida. Dos semanas después, durante una reunión en el Hotel Lyon, le hackeó la cuenta a Mauricio Valero. “Le facilité mi computador y a través de un keyloger capturé la clave del mail VTR de Mauricio y después entré a su cuenta”, reveló.

Sobre un eventual chantaje en contra de su ex jefe, fuentes cercanas a Victorino aseguran que solo “lo hizo para que le pagaran”. Si bien ha vinculado a históricos militantes de la UDI, como Iván Moreira y Pablo Longueira, como presuntos receptores de dineros, habría manifestado preocupación por otros dos ex militantes gremialistas: Juan Díaz y Patricio Cordero.

-Hablé por teléfono con Mauricio Valero, me dijo que el “Gatito” (Díaz) me quería matar y que debía mantenerme unido al grupo…que tuviera mucho cuidado con lo que iba a declarar, porque esto duraría meses y me quedaría solo- declaró Arrepol a la fiscalía.

El temor de Victorino es confirmado por sus cercanos. Dicen que Díaz lo pone nervioso. “Tiene mucha influencia, poder y él sabe que este tipo ha hecho cosas que le dan susto”, asegura. Un miedo que habría motivado solicitar la reserva de su declaración ante la Fiscalía.

El futuro de Victorino es incierto. Cree que después de esta “tontera”, como le llama al desenlace del caso, con suerte va a encontrar trabajo vendiendo celulares en un call center. Arrepol sostiene que pese a sus mil condoros, las cosas no las ha hecho tan mal. “Cada empresario que me llamó, les hice lo que tenía que hacer, siempre he hecho bien mi trabajo. He sido fiel”.

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