Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

15 de Junio de 2015

Adelanto del libro Pelota Sudaca: Estudiando a los rivales

The Clinic Online
The Clinic Online
Por

Third place match - Brazil vs Netherlands
NEYMAR
Los futbolistas brasileños de la vieja escuela, aquellos por los que la identidad de la Canarinha se conoció como el jogo bonito, son una especie en radical peligro de extinción. Neymar en Brasil fue un análogo de esas lúgubres imágenes del último tigre de Tasmania en el zoológico de Hobart: la misma desolación, el mismo sentimiento trágico de la unicidad de aquello que se pierde. Dotado de la confianza irrestricta de su pueblo que ha visto nacer a los más finos y poderosos futbolistas, carga en solitario con infinitos quilates de oro negro depositados sobre su feble pero agilísima figura que, entre la desmesurada violencia de Zúñiga y quizás por alguna ayuda de tintes luteranos, se eximió de la más patética presentación de la verdeamarelha conservando lo que Messi ya perdió una vez: esa escasísima posibilidad de ser una verdadera e incuestionable deidad. Frente a un televisor veía pasar a Kross, observaba como Müller se colaba entre sus defensas, miraba un sinfín de blancas camisetas avasallando el espíritu de su pueblo. ¿Qué sentía Neymar al ver estas imágenes desde su casa? ¿Alivio o aflicción?

Neymar da Silva es un resumidero de opuestos, un receptáculo multiforme en el que pueden convivir execrables conductas con altísimas expresiones de la belleza: apolíneas fintas que zigzagueantes e impredecibles desparraman rivales se entremezclan con actitudes vacilantes que en la antigua Grecia hubiesen merecido la ira de las dioses. Pareciera ser que el discurso evangélico que machacó sus oídos desde pequeño se desvaneciera en el nihilismo de la estrella pop, escurriéndose entre lujosos autos, mansiones, peinados, mujeres y fieras melodías que lo conducen infatigablemente hacia a esa dicotomía, a la inconsistencia que como un Alien carcome sus entrañas. ¿Querer ser o salvarse en el más allá?

Ni las más finas almohadas diseñadas por técnicos europeos son capaces de detener los murmullos del pastor Newton Lobato, esos laberintos crípticos, tormentosos, oscuros, que hacen que la vida de Neymar sea objeto de múltiples dudas que le han impedido ser un guerrero delirante y desenfrenado: voces aparecen y desaparecen, murmullos que hablan de la extinción, del fin, cruces invertidas, y Neymar, otorgando un sentido efímero, despampanante, pero no total.

JAVIER MASCHERANO
Un poderoso AK47 hacía toser a Charlie Kaufman, que abría sus alvéolos, y frenéticamente repetía el proceso aspirando otra bocanada del fuertísimo híbrido. En esta ceremonia fue cuando de pronto, refulgió como un rayo en su mente, por necesidad y sin vacilación, la delirante idea de que un extraño túnel podía transportarlo a la mente de John Malkovich, que fue llevada al cine por Spike Jonze. El 10 de julio de 2014, en muchas de las 23 provincias que conforman la República Argentina, miles de sujetos bajo los poderosos efectos que produce la idolatría hacia los héroes, andaban buscando un túnel similar, pero esa mágica puerta de entrada con la que deliraban, no era una para entrar a la mente del actor, sino una que conducía hacia la de Javier Mascherano. Todos querían ser Javier Mascherano.

Una constelación de jugadas enamoraban a los argentinos de su capitán, pero una en particular fue la que lo hizo acreedor de esa búsqueda implacable, del ferviente deseo que experimentaban miles de argentinos que, aunque sea por unos segundos, querían ser Mascherano, habitar esa maravillosa genética desde dentro. Era el minuto 90 de la semifinal del mundo y el marcador estaba en blanco cuando Masche, connotado tiempista, aprovechaba los milisegundos que el velocísimo Arjen Robben había perdido al cambiar levemente su trayecto y, con la punta de su dedo gordo, impulsaba el balón al córner desviando el remate y salvando a la Argentina de la muerte. Con el sobrenatural movimiento que estiraba su pierna hasta el límite de lo imposible, el himen de su ano cedía fisurándose. Javier Mascherano, literalmente, se partía el culo defendiendo a la albiceleste y abría nuevos derroteros para las teorías queer, pero sobre todo generaba una desenfrenada admiración en sus compatriotas que no solo querían encontrar el ducto hacia su mente, sino que también revisitaban los libros de ciencia ficción, se internaban en los caminos de la ética médica, y formulaban todo tipo de teorías filosóficas que justificarían la clonación de su pivote devenido en central. Se preguntaban en los cafés de Boedo, en el Parque Centenario, y también fuera de los márgenes de Capital, en su natal San Lorenzo, incluso cerca de la frontera tripartita, qué pasaría si todos fueran Mascherano, si al menos, sus otros diez compañeros de equipo pudieran ser iguales al Masche, tuvieran ese mismo corazón, la misma humildad, el mismo carisma, la misma capacidad de motivar hasta a las piedras.

Se preguntaban en definitiva, qué pasaría si todos los argentinos se rompieran el culo por su selección. Transitaban por diferentes derroteros pero la respuesta era siempre la misma: Argentina sería campeona del mundo otra vez.
¿Quieres ser Javier Mascherano?

PELOTA SUDACA
Andrés Santa María y Jerónimo Parada
La Pollera Ediciones, 2015 Disponible en librerías y en www.lapolleraediciones.cl

Notas relacionadas