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Cultura

28 de Julio de 2015

Columna: Si el Pitbull no hubiera corrido tras la pelota

* Todos queremos a Gary Medel. No hay habitante en este país que a estas alturas no se sienta identificado con su chispeza, valentía y talento. Es un ídolo, probablemente el único personaje que en el contexto actual arrasaría en cualquier encuesta de confianza. Si se presentara a alguna elección, de seguro ganaría por paliza. […]

Javier Gallegos G.
Javier Gallegos G.
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Todos queremos a Gary Medel. No hay habitante en este país que a estas alturas no se sienta identificado con su chispeza, valentía y talento. Es un ídolo, probablemente el único personaje que en el contexto actual arrasaría en cualquier encuesta de confianza. Si se presentara a alguna elección, de seguro ganaría por paliza.

El Pitbull ha logrado trascender todas las esferas de la sociedad chilena porque es el símbolo de lo que nuestro modelo político-económico nos ha inculcado: que ganarle a la vida con esfuerzo, pese a todas las circunstancias, siempre es posible. Pero lo que esa idea casi fundamentalista descuida es que los héroes que logran sobrevivir a la pobreza son la excepción y no la regla.
De hecho, el mismo Gary reconoció públicamente que si no hubiera sido futbolista: «Quizás estaría robando, traficando, qué sé yo. En el barrio se viven cosas diferentes y muchas personas no lo saben. Acá está la droga, el tráfico, los asaltos […]. Me ha tocado ver amigos que están en esa. Es difícil escapar». Nada extraño para una persona que nació y creció en un lugar como Conchalí, una de las catorce comunas con peores condiciones socioeconómicas de la región Metropolitana, que, según estadísticas del Ministerio de Desarrollo Social, tiene un índice de prioridad social cercano al 70 % y donde además, según el informe anual de Carabineros del año 2013, se cometen cerca de 2500 delitos al año.

Pero para entender lo que probablemente le hubiera pasado a Gary Medel si no hubiese sido futbolista, hay que agregar otro dato: casi el 50 % de las penas privativas de libertad se les aplican precisamente a quienes cometen delitos contra la propiedad o infringen la ley de drogas. Es decir, si Gary hubiese robado, asaltado o traficado, seguramente hubiera tenido que cumplir condena en algún recinto penitenciario del país.

¿Y qué hubiese sido del Pitbull en la cárcel? Ciertamente habría sido clasificado como un infractor de alto compromiso delictual. Eso, sobre la base de los criterios que usa Gendarmería para definir el «compromiso» que tiene un interno con el delito: entorno social, historial delictivo y entorno criminógeno, los cuales se calculan a partir de algunas variables, como «ocupación del tiempo libre», «consumo de drogas», «antecedentes delictuales familiares», «uso de coa» y «marcas delictuales» (tatuajes y cicatrices). A cada uno de estos ítems se le asigna un puntaje, y la suma de todos determina cuán riesgoso es el interno para el recinto penal. Si la conclusión es que su índice de peligrosidad es alto, lo más probable es que sea asignado a uno de los peores sectores de la cárcel, con el objeto de evitar que tenga «contacto físico» con las otras poblaciones.

Así, un Gary Medel no futbolista, oriundo de una comuna pobre como Conchalí, condenado por robar o traficar, lleno de «marcas delictuales», proveniente de un entorno criminógeno y probablemente involucrado en el consumo de drogas, hubiera sido clasificado como un delincuente peligroso. Hubiera sido confinado a una galería, en la cual habría vivido hacinado y bajo condiciones de higiene absolutamente precarias, sin acceso a ningún tipo de beneficio ni programa de reinserción social. Su estadía en la cárcel solo lo hubiera llevado a perfeccionar su carrera delictual y probablemente a reincidir cuando hubiese salido en libertad.

En este escenario, ya no querríamos al Pitbull. Su chispeza, talento y valentía no valdrían nada. En lugar de un ídolo, sería un flaite, el ejemplo perfecto de una lacra social. No podría figurar en ninguna encuesta de confianza; por el contrario, ayudaría a aumentar la sensación de temor a la que hacen referencia las encuestas de victimización. Imaginarlo como candidato sería aberrante. De hecho, encarnaría uno de los ejemplares para quienes les pedimos a los que se postulan que aumenten las políticas públicas de seguridad: más cárcel, más carabineros, menos puerta giratoria.
Si Gary no hubiese sido futbolista, hubiéramos hecho con él lo mismo que hacemos con todos los jóvenes que crecen en contextos sociales precarios: discriminarlos, excluirlos y criminalizarlos.

*Investigador de Leasur (Litigación Estructural para América del Sur)

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