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Opinión

25 de Agosto de 2015

Julieta Santibáñez, esposa del alcalde de Cerro Navia, y su defensa en el caso Basura: “Luis siempre gana”

Ha sido una fiel acompañante de su marido. Lleva 16 días peregrinando al Centro de Justicia, lugar donde a Luis Plaza lo están formalizando por los delitos de cohecho, malversación de fondos públicos, y lavado de activos, en el denominado caso Basura. Allí se han ventilado detalles de licitaciones irregulares que habría hecho el alcalde de RN y también informes policiales que hablan de una abultada fortuna, que incluiría propiedades, autos, y viajes que no están al alcance de su bolsillo. Acá, la matriarca del clan y su esposo salen en defensa del patrimonio familiar: “Todo lo que tenemos lo hemos ganado legalmente”, advierte Julieta.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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Julieta Santibáñez mira las noticias en un televisor de 65 pulgadas que tiene en el living de su casa. De pronto aparece una imagen de Luis Plaza, su marido. El periodista dice que el alcalde de Cerro Navia junto al alcalde Christian Vittori, de Maipú, están acusados de corrupción. El grupo, que incluye a otras quince personas más, entre concejales y empresarios ligados a la recolección de la basura, ya tiene fecha de formalización. Julieta se agarra la cabeza, mientras su esposo intenta calmarla. Ella le habla a la pantalla:

-¡Si eso fuera así, yo me habría ‘enchulado’! -lanza con rabia.

Al día siguiente, Luis Plaza da una entrevista a Chilevisión. Se defiende de las acusaciones y llora frente a la cámara. Dice que se siente angustiado y se acuerda de la ira de Julieta:

-Si hubiera recibido recursos económicos me habría ido a vivir a un condominio, me habría comprado una parcela, o enchularía a mi señora –le explica a la periodista.

En la noche, cuando la nota sale al aire, las redes sociales estallan. Algunos alaban la picardía del alcalde y otros lo condenan por machista. Un mes después, Plaza reaparece tomado de la mano con Julieta. Caminan por la explanada del Centro de Justicia rumbo a la formalización. La esposa del alcalde avanza a tirones. Los periodistas los bombardean con preguntas. Él les responde:

-Mi pecado es hacer crecer a la comuna de Cerro Navia… me pasan la cuenta por haber hecho las cosas de manera correcta –dice con aire ganador.

Julieta asiente con la cabeza.

LA FORTUNA
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Luis conoció a su esposa en una pelea de boxeo, cuando ambos tenían 17 años. Julieta había ido a ver a su hermano, quien también peleaba, y Plaza se ofreció a pagarle la entrada. Ese día estuvo sentado a su lado y luego subió al ring. Ganó. A la semana siguiente comenzó a visitarla en la casa. Julieta recuerda que el brillo de sus zapatos fue lo que más le cautivó de él. A su padre, sin embargo, el pololeo no le causó gracia.

-Él decía que con Luis iba a pasar a puro pan, agua y cebolla, porque nunca pudo educarse. Tú sabes, los papás siempre quieren lo mejor para sus hijas –recuerda ella.

Se casaron gracias a la suma de dispares esfuerzos: Plaza tuvo que pavimentar el patio de la casa de su suegro, para que allí se hiciera la fiesta del matrimonio, y Julieta se comprometió con su suegra a vivir para siempre con ella en Cerro Navia, para no sacarle a su hijo del lado. En esa casa tuvieron a su primera hija, Marlén, una niña que nació con una deformación genética, que la mantuvo dependiente durante sus veinte años de vida. La primera desavenencia matrimonial ocurrió justo en ese período. Los dos explican:

Julieta: Teníamos cinco años de casados cuando supe que Luis tenía dos hijos por fuera. En ese período no hicimos una vida sexual, porque yo me la pasaba en el hospital con mi hija. Yo sabía ser mujer y madre, pero no amante.

Luis: Yo he salido a recorrer otras tierras, pero uno siempre pensando en su mujer. Los matrimonios antiguos eran más accesibles a las cagadas que se mandaban los hombres, las mujeres de ahora no perdonan.

A Julieta, sin embargo, le costó perdonar. Ambos durmieron en camas separadas durante un año y medio.

Luego, la relación se compuso y tuvieron dos hijos más. La situación económica era precaria. Aunque vivían en una casa emplazada en media cuadra de terreno, herencia del abuelo de Plaza, el trabajo de él como operario en una fábrica de cecinas no alcanzaba. Un día ideó un plan para obtener dinero extra: vendería manteca.

-Luis compraba la manteca más barata en la fábrica y después salíamos en bicicleta a vendérsela a la gente que hacía pan. Juntamos dinero y compramos una moto, y después un auto. Como siempre, yo era la que lo acompañaba, afirmando el tarro. Hicimos una pequeña fortuna gracias a la manteca –cuenta Julieta.

El terremoto de 1985 dejó a Plaza en la ruina. Su casa quedó en el suelo y su madre tuvo que irse a vivir con otra hija. Julieta y sus tres hijos, en tanto, durmieron durante cuatro meses repartidos adentro de dos autos clásicos abandonados: un Impala y un Pontiac. Después se fueron a un departamento de 37 metros cuadrados. Allá siguieron con el negocio de la manteca y se recuperaron.

Para cuando Luis Plaza dejó la fábrica, el patrimonio familiar ascendía a dos taxis dando vueltas por Cerro Navia y unas motos refaccionadas que se las arrendaban a los jóvenes del barrio. Julieta recuerda que su marido había inventado un sugerente eslogan para darle vida a su negocio: “No desee lo que no puede tener, arriende”.

Ese modelo de negocio le dio importantes réditos. Con ese dinero, los Plaza Santibáñez decidieron ampliar el giro. A mediados de los 90 se pusieron con un local de flipper y también hicieron una discoteque, que no tenía más de cinco metros cuadrados y cuyas luces estaban envueltas en papel celofán de colores. Un par de años más tarde concentraron sus esfuerzos en un solo negocio. A Plaza se le ocurrió otra idea: mientras todas las diversiones para los jóvenes estaban en el barrio alto, él haría la primera cancha de patinaje de la periferia. Invirtió todo lo que tenía en ponerle baldosas a un terreno que era de su abuelo. Juntó las primeras sílabas de las marcas de moto Yamaha, Suzuki, Honda y Kawasaki, y así bautizó a la pista: Yasuhoka, le puso. Le fue extremadamente bien. Julieta recuerda ese negocio como uno de los que más aportó a la comuna. Dice que hicieron feliz a mucha gente, que varios jóvenes se enamoraron en ese lugar, y que incluso una vez se presentó allí Sol y Lluvia. Yasuhoka se convirtió en una marca conocida en Cerro Navia y los Plaza Santibáñez se hicieron un nombre. Al año siguiente, diversificaron la marca y se instalaron con una fonda. Para la siguiente celebración de Fiestas Patrias, el negocio nuevamente se diversificó: pusieron una chichería, una fonda y una marisquería. En este último emprendimiento, Plaza inventó otra marca: “El choro con sida”, le puso.

-Dibujó un choro zapato y le puso sida. Luis ha sido toda la vida muy chispeante –celebra Julieta.
El dinero que hicieron les sirvió para comprarse una casa en Maipú, en plena Avenida Pajaritos. La ubicación no fue al azar. Buscaban un lugar cercano a un hospital por cualquier cosa que le pasara a Marlén. La propiedad les costó 11 millones de pesos y años más tarde anexaron la del vecino, por la que pagaron 30 millones más. Todo esto, antes de que Plaza fuese alcalde.

LA DENUNCIA
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En el 2008 Luis Plaza ganó las elecciones en Cerro Navia y estableció una inédita forma de trabajo. Comenzó a atender público todos los días en la mañana y durante la tarde hacía trabajo en terreno. Las noches las dejaba para asistir a todos los funerales que había en la comuna. Julieta ha trabajado con él desde el primer día sin recibir remuneraciones. Su labor en el municipio ha consistido en servirle café a las personas que vienen a pedir ayuda y orientarlos antes de que entren a hablar con su marido. En esas reuniones, Plaza siempre estaba acompañado del entonces administrador municipal Marcelo Torres Ferrari, abogado de Renovación Nacional que en ese mismo año 2008 salió electo concejal por Maipú.

La fiscalía occidente acusa a Torres de ser el articulador de una enmarañada red que habría cometido delitos de cohecho, malversación de fondos públicos, y lavado de activos. Según el relato que las fiscales han hecho en las audiencias, Torres habría sido el intermediario entre los concejales de Maipú y la empresa de recolección de basura KDM, para favorecer a esta última durante la licitación del año 2010. Paula Díaz, la ex esposa de Torres, declaró que en su casa su marido hacía reuniones con la empresa y mencionó a Plaza como una de las personas que recibió plata por otras licitaciones. Según la acusación, el administrador municipal habría beneficiado a un amigo suyo en un proyecto para reparar escuelas de la comuna de Cerro Navia, por más de trescientos millones de pesos, y también se investigan irregularidades en licitaciones adjudicadas al empresario Lorenzo Pérez, quien ha ganado siete contratos con la municipalidad por casi cuatro mil millones de pesos desde que Plaza está al mando. El Consejo de Defensa del Estado sindica a Pérez como el testaferro de Marcelo Torres y le ha imputado a Plaza haberse enriquecido ilícitamente. Según informes de la policía que analizan la fortuna del clan, el alcalde “mantiene un estilo de vida ostentoso y acaudalado, movilizándose en autos todoterreno de alto cilindraje y residiendo en un inmueble que mantiene mejoras estructurales considerables, llevando que sobresalga respecto a los que le rodean”.

-¿Cómo va a ser ostentosa mi casa si ni siquiera tengo patio donde tender ropa? –se pregunta Julieta, mientras toma sol en el antejardín, a veinte metros de un tren de la línea cinco que pasa sobre Avenida Pajaritos.

-Con lo que Luis gana, yo podría comprarme una casa en Chicureo. Eso es ostentoso, pero vivimos en Maipú hace 20 años y no nos vamos a cambiar nunca, porque tenemos muchos recuerdos -agrega.

La casa de los Plaza Santibáñez está llena de objetos que cuelgan. Luis Plaza ha acumulado una serie de artículos innecesarios para la vida cotidiana que ha ido amontonando en las paredes y en el techo. La mitad han sido comprados y los otros regalados por la comunidad: tres monturas, cuadros de árboles nativos, un wurlitzer, una marioneta de Pinocho, una pelota autografiada por Iván Zamorano, un bandoneón, decenas de espejos, un sombrero japonés, uno de explorador, dos trompos, cuatro candados de las salitreras, una chata para enfermos que alguien convirtió en guitarra, una mandolina, decenas de botellas de vino cerradas, muchos elefantes y leones tallados en madera, y un cuerno blanco de más de medio metro.
-Este cacho lo traje de Sudáfrica, lo ocupo para el 18 de septiembre, para darle chicha a los huasos en la inauguración de las fondas. Le mandé a poner el escudo de Chile y le puse una pita de hilo tricolor para colgarlo –cuenta Plaza.

¿No será un colmillo de elefante?
-No tengo idea de qué animal puede ser… Este lo tuve que fondear en el avión presidencial, porque todo el mundo decía que me lo iban a quitar. Me lo traje cuando fui con Piñera a una gira.

Julieta recuerda que ese viaje marcó la vida de su marido. En esa ocasión conoció Vietnam y alucinó. Luego la embajada vietnamita los invitó a ambos a recorrer el país, pero ella se negó a ir. Cuenta que le dio nervio aceptar el regalo por dos cosa: nunca ha salido del país y quería evitar que la gente pensara que había dineros de la comuna involucrados. Al final, Luis Plaza fue solo. A su regreso, el alcalde bautizó un parque de la comuna en honor a Ho Chi Minh, donde además instaló un busto del ex líder revolucionario.

-A Luis le tienen mucho cariño por allá. De ese viaje volvió con muchas cosas. Se compró cuatro ternos hechos a la medida y que eran muy baratos, y me trajo dos relojes, que en Estación Central costaban como dos lucas. El gesto es lo que vale. Además, no soy de joyas, ni de pedir grandes cosas. He sido dueña de casa toda la vida –explica Julieta.

Los viajes que ha hecho Luis Plaza y los que hizo su colega Christian Vittori han sido ampliamente investigados por las fiscales a cargo del caso, en busca de pruebas para acreditar un estilo de vida que no cuadra con sus sueldos. También se investigan las propiedades. Según un informe del Servicio de Impuesto Internos, Plaza ha comprado nueve casas desde que es alcalde, todas avaluadas en 180 millones de pesos. Posee, además, 60 millones de pesos en autos.

Para todo esto, Plaza tiene una explicación:

-No es verdad que sean nueve, sólo he comprado tres casas. Esas casas fueron compradas durante una licitación que hizo la Marina en una villa en Cerro Navia. Mi esposa fue la que hizo la oferta: la del 2010 costó 12 millones, 14 millones la del 2011, y 20 millones la del 2014, todas pagadas con créditos hipotecarios. Las tres juntas hoy valen más de 300 millones. Los autos están a nombre mío, pero solo dos de ellos los pagué yo. El resto son de amigos: yo pido el crédito, ellos lo pagan, y luego traspaso el vehículo –aclara.

Plaza asegura que su sueldo anual alcanza los 70 millones de pesos, entre propiedades que tiene en arriendo y lo que gana como alcalde. Con eso, dice, puede pagar todo lo que ha comprado. Julieta apoya la versión de su marido. Agrega que no gastan ni siquiera un millón de pesos al mes para vivir, y que el resto lo ahorran para hacer inversiones. Tiene la esperanza de que él pueda demostrar eso ante los jueces.

-En la oficina de la municipalidad tenemos un enorme diploma que la Contraloría le dio a Luis por su transparencia. Todo lo que tenemos lo hemos ganado legalmente. Él va a demostrar que esto es producto del esfuerzo. Luis ha sido un comerciante innato, siempre busca la utilidad. Ese es el origen de su fortuna. Cada vez que va a comprar algo trae dos cosas iguales. Se deja una para él y la otra la vende al doble, aunque seas su amigo. Él siempre dice que la amistad es una y los negocios otra: Luis siempre gana -concluye.

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