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Opinión

27 de Agosto de 2015

Cristián Vargas, ex subdirector jurídico del SII: “La política no se caracteriza por buscar la verdad, lo que reina ahí es el embuste”

El abogado Cristián Vargas relata pasajes inéditos de la crisis que vivió al interior del Servicio de Impuestos Internos, provocada por los casos Penta y Soquimich y que terminaron con él fuera de la institución. Por primera vez habla de su pasado ligado al MIR y de las peripecias que tuvo que vivir por meterse con los peces gordos e ir en contra de lo que históricamente había hecho el SII. “Hay personas que se sienten privilegiadas, que creen que la ley es para otros estratos de la población”, comenta.

Pablo Basadre e Ivonne Toro
Pablo Basadre e Ivonne Toro
Por

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El ex subdirector jurídico del Servicio de Impuestos Internos, Cristián Vargas, no solo vivió presiones al interior de la institución en la que trabajó durante 20 años. Sentado en el living de su casa, cuenta las advertencias que recibió de parte de un abogado que lo conocía y que estaba ligado a asesores del grupo Penta para que no ejerciera acciones legales en contra de los controladores Carlos Alberto Délano y Carlos Eugnio Lavín. En esa reunión le dijeron que existía un dossier con su trayectoria profesional y personal. Vargas escuchó atento y aunque el abogado no fue explícito, el ex funcionario sabía a lo que apuntaban: su pasado en dictadura como simpatizante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Concepción, donde uno de sus hermanos había sido preso político y acusado por la fiscalía militar de formación de grupos armados de combate. “Todos cargos sin pruebas, en procesos bastante atentatorios contra la verdad”, dice Vargas ahora ya más tranquilo luego de días bastante agitados.

-¿Cuando ingresaste al Servicio de Impuestos Internos, notabas que había mucha evasión?
-Sí, a partir de los ’90 la economía del país venía complejizándose. A medida que Chile creció, los negocios se hacían distintos, más sofisticados, y el SII quedó desfasado de la realidad y de la evasión tributaria.

-¿Siempre te interesó la persecución de delitos tributarios?
-No. El servicio se caracterizaba por tener una gran cantidad de causas por delitos tributarios en todo el país, casi todas por facturas materialmente falsas. El SII se querellaba, pero en casos dirigidos al último eslabón de la cadena tributaria.

-Siguieron persiguiendo a los chicos.
-Sí, y cuando aparecían delitos tributarios más sofisticados o complejos, cometidos por empresas más grandes, la política del SII era buscar una salida, vía rectificatorias y cobrar los impuestos y las multas. Pero esa era la peor señal que le podías dar a los contribuyentes. Era como decirles: ‘mire si usted evade y lo pillamos, entonces pague los impuestos y las multas’. Lo que buscan las administraciones tributarias en el mundo es todo lo contrario, dar señales ejemplariza.
Eso durante años el SII no lo hizo.

-Como contribuyente convenía seguir evadiendo mientras no te pillaran.
-Así es, sobre todo porque la fiscalización de impuestos durante la época del 2000 estuvo muy desfasada y descoordinada de la realidad económica del país. Lo que demuestran los casos de Penta y SQM, y todos los otros que pueden ir apareciendo, es que los contribuyentes grandes no tenían ninguna sensación de riesgo, ni siquiera incurrían en complejas fórmulas de evasión, sino que lo hacían a través de descontar gastos con boletas de sus esposas, de los júniores. Estamos hablando de grandes consorcios económicos. Era tirar y abrazarse.

-Este tipo de evasión como el de Penta y SQM ¿siempre fue delito? Lo que ellos han argumentado es que hasta hace un tiempo no lo era.
-Siempre ha sido delito el uso y facilitación de documentación falsa, boletas, facturas u otros documentos tributarios. Está tipificado como delito en el Código Tributario chileno, artículo 97 N°4. Hubo decenas, cientos de querellas por estos delitos. Lo que pasa es que en general eran contra personas, entrecomillas, sin importancia. La única diferencia en los casos Penta y SQM, porque las figuras legales son similares, es que se trató de personas con importancia social, económica, política, con poder y por eso generó tanta complicación. Cuando asumí mi cargo, me reuní con una fiscal y me dijo que todas las causas que ella tenía por querellas o denuncias del SII eran un montón de casos pequeños, todos por comercio clandestino de gente que vendía en la calle. Y eso fue lo que caracterizó al SII: era bien duro con los pequeños contribuyentes; pero tratándose de grandes contribuyentes, era distinto.

-¿La instrumentalización política del SII que denunciaste es algo entonces que se ha vivido siempre?
-No era algo consciente. En el SII los funcionarios hacían lo que podían. Entonces eso era lo que había que cambiar. Cuando asumimos, (Michel) Jorratt me dijo que el objetivo central que tenía era reducir la evasión tributaria porque de los propios estudios que el SII tenía, aparecía una evasión en alza desde el 2006 que llegaba a cifras alarmantes. Así llegamos al caso de los hermanos Calderón, en abril de 2014, asociados a la propiedad de Ripley en que aparecía muy claro el delito tributario y estaba a punto de prescribir. Lo denunciamos porque, además de ser mucho dinero, era un gran perjuicio fiscal. Para nosotros era más importante que Penta y Soquimich, porque ellos usaron varias figuras de planificación tributaria que no eran legítimas, eran derechamente procedimientos dolosos que constituían delitos tributarios. Eso implica generar problemas, porque así es nuestro país, porque hay personas que se sienten privilegiadas, que se sienten por sobre la ley, que creen que la ley es para otros estratos de la población.

-Tras haber intentado combatir la evasión, en un gobierno que dijo que quería terminar con la desigualdad, eres despedido, ¿qué sensación te queda?
-Decepción. Yo estaba como jefe en un departamento muy técnico y podía haber estado ahí durante mucho tiempo más, haciendo mi trabajo y no exponiéndome a ningún riesgo, pero quise asumir porque pensé que podía aportar, conocía esta realidad de evasión tributaria, vi esto como una oportunidad de aportar. En relación con mi despido del SII, considero que constituye una decisión arbitraria de la Administración.

LAS BOLETAS DE PEÑAILILLO
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-¿Cuándo tuviste conocimiento de que SQM era un caso grande?
-En noviembre (2014) porque en la prensa empezó a aparecer que el caso involucraba el financiamiento irregular de la política.

-Y esa reunión de enero, que ya es conocida, donde participó el abogado Samuel Donoso en representación del ministerio de Interior…
-A unos días de esa reunión se supo que Donoso era el abogado de Patricio Contesse (exgerente general de SQM). Antes de eso, Jorratt me había dicho que había un abogado de confianza del Gobierno trabajando en SQM para solucionar el problema, pero yo no sabía que él era Donoso.

-¿Qué significaba “solucionar el problema”?
-Me sonaba a que la Fiscalía no llegara a SQM como empresa y que estas irregularidades no fueran investigadas por delitos tributarios. Me pareció extraño: ¿Cómo un abogado de confianza del ministro del Interior tiene llegada en SQM? Uno podía concluir que el ministerio de Interior y Soquimich eran la misma cosa.

-¿Nunca pensaste en renunciar e irte para la casa?
-Cuando asumí el cargo lo hice a cabalidad. El subdirector jurídico tiene un rol muy importante que implica garantizar la legalidad del proceder del Servicio y yo quería cumplir ese rol. Jorratt, además, no se manifestaba abiertamente contrario a lo que yo estaba haciendo. Hasta marzo no me vi en la situación de abandonar…habría sido una derrota. No obstante eso, cuando Jorratt fue ratificado por la Presidenta, mostró desconfianza hacia mí y puse mi cargo a disposición.

-¿Las primeras señales de tensión?
-También había hostigamiento.

-¿De quiénes?
-Políticos, parlamentarios. Ellos se habían hecho parte de la “doctrina Escobar” de que el Servicio no debía querellarse, que eso rompía con la historia del Servicio y como eso no era real, los contravenía. Pensaba que podía convencerlos.

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-¿Pensabas que era un tema de argumentos?
-Sí, pensaba que era asunto de argumentos, pero nada que ver (risas). Era una decisión del oficialismo sacarme porque yo era una piedra en el zapato.

-En Penta no estaban preocupados…
-No, si esto es con Soquimich. Después ya fue bastante desfachatado, no porque me llamaran, sino porque senadores como Quintana y Walker fueron a visitar en abril al ministerio de Interior y luego dijeron que el Servicio no tenía que hacer persecución penal. Tanto fue así que cuando el director me pidió hacer dos entrevistas, yo aproveché de mandar mensajes. Me referí a las presiones al servicio. Por eso que (Marcelo) Díaz diga que ahora que me voy hablo es… Debe ser ignorancia y no un intento de desinformación.

-¿Cómo te llegó de vuelta la mano tras esas entrevistas?
-Sentí que estaba complicado, porque si bien Jorratt me dijo que estaban muy buenas las entrevistas, cercanos a él me dijeron que se molestó porque yo hablé como director y en contra de lo que él había dicho sobre que probablemente no iba a haber querellas.

-¿Qué querellas crees tú que debieron presentarse y no se presentaron?
-La de SQM Salar y las empresas que tenían relación con ella para el financiamiento de la política. El estudio de esos antecedentes nunca lo pude hacer. Le plantee a Jorratt, frente al grave cuestionamiento público del Servicio, una estrategia judicial. Teníamos antecedentes suficientes contra Jovino Novoa y Giorgio Martelli para presentar querellas en contra de los dos antes de la formalización de Novoa. Era bueno para el Servicio y para Jorratt, para mostrar independencia. Él aceptó y cuando me entero por un periodista que había rectificaciones de SQM Salar le digo a Jorratt que necesito esos antecedentes y él me dice que sí, que no me preocupe. Nunca me llegaron. Los pedí reiteradamente a la dirección de Grandes Contribuyentes que recibía estos antecedentes. No los mandaron y eso era fundamental porque sin eso no podíamos ver si había irregularidades constitutivas de delito. Le dije a Jorratt y me quedó claro que era por orden del director que no llegaban. Después llegaron, pero de una forma irregular inexplicable.

-¿Cómo?
-En la última semana de Jorratt, pedí una reunión con el jefe de Grandes Contribuyentes y ahí accedió a entregar los antecedentes, pero yo ya no tenía tiempo de revisarlos. Llamaron al jefe de delito tributario, que era quien pedía materialmente los antecedentes, y tuvo que ir él a buscarlos y le dijeron “ahí están, saca tú mismo las fotocopias”. Estaban arrumbados con otros, tuvo que buscarlos, fotocopiarlos.

-¿Cómo fue el período en que te enteras de que había autoridades con boletas como tu propio jefe?
-Jorratt me contó en enero. Según él, había prestado servicios profesionales en su especialidad a esta empresa AyN y había emitido el documento tributario respectivo, que era boleta de honorarios, entonces eso no era constitutivo de irregularidad tributaria. Otra cosa es que esa empresa en su relación con otros, en este caso SQM, haya cometido irregularidad. Lo que yo le recomiendo es que haga público esto, pero él no siguió ese consejo.

-¿Y cuando aparece Peñailillo y otros asesores?
-Vimos eso en The Clinic y Jorratt me transmitió que había gente en el gobierno que pensaba que yo había hecho trascender esas boletas. Él tenía claro que no. Me dijo que Peñailillo le pidió que iniciara un sumario, pero eso era absolutamente inconducente porque esas boletas se pueden obtener incluso desde afuera teniendo fecha y rut, y además son muchos funcionarios quienes tienen acceso al sistema informático. Era buscar una aguja en un pajar.

EL MIR Y LAS AMENAZAS
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-¿Hubo diferencias con Jorratt antes del caso SQM?
-En marzo de 2014 tomé la decisión de presentar una querella en contra de los representantes de La Girouette. Era necesaria para proseguir la investigación en curso del Ministerio Público y cuando debió haberse presentado no se hizo porque indirectamente había una cuestión de tipo político. Ese colegio estaba ligado al mundo de la izquierda, prominentes personeros de gobierno tenían a sus hijos ahí, la propia Presidenta de la República. Para mí, eso no era tema. Presentamos la querella y esas personas están condenadas, los dos representantes legales y un contador que era él que proporcionaba las boletas falsas. Y ahí la figura delictiva es la misma que en el caso Penta y Soquimich. Bueno, en este caso Jorratt me dijo que desde La Moneda le habían llegado recados y que querían que diera explicaciones. Eso me pareció impropio. Pero los problemas comenzaron con el caso Penta.

-¿Cómo?
-Cuando presentamos las denuncias en contra de Hugo Bravo no hubo ningún problema. El problema vino cuando teníamos que presentar las denuncias en contra de Carlos Lavín, Carlos Délano y las otras personas implicadas. Ahí Jorratt me empezó a transmitir obstáculos que venían desde el ministerio de Hacienda, que estaban preocupados, que el ministro no quería por varias razones. Y fuimos postergándola. Ahí ya hubo un retraso al ejercicio de nuestro propio accionar.

-Eso era una preocupación del ministro Arenas.
-Sí, me transmitió que era una preocupación del Ministro de Hacienda. Pero no que no se presentara, sí que nos esperáramos un poco.

-¿Te pedía que esperaras por el escenario, por la Reforma Tributaria?
-Por el escenario básicamente. Y porque el ministro tenía ciertas actividades públicas y no quería que esta situación lo opacara, esas eran las explicaciones. Pero a mí no me parecían convincentes.

-Tenías claro con quién te estabas metiendo en ese minuto.
-Sí, pero no porque estuvieran relacionados con la política. Se trataba de personas ligadas a la UDI, pero todavía no aparecía claro el financiamiento de la política. Junto con los problemas con Jorratt, me comenzaron a llegar otros mensajes. En una oportunidad un abogado, conocido mío, me invitó a tomarme un café. Estaba relacionado con asesores de Penta y era para decirme que era muy complicado ejercer acciones penales ahí, que lo viera bien porque eso podía traer consecuencias y que incluso ellos estaban investigándome a mí y que tenían un dossier mío. Entonces eran amenazas veladas, pero amenazas al fin y al cabo.

-Lo transmitiste a tus superiores
-Me parece que sí, aunque no le dí mayor importancia. Me pareció insólito, propio de grupos mafiosos, delictuales.

-¿Puedes decir el nombre de ese abogado?
-No, no lo puedo decir. Le va a traer problemas a él y se trata de una persona a quien aprecio en lo personal.

-¿Y lo seguiste apreciando luego de las amenazas?
-Sí, la verdad es que lo veo a él como una correa transmisora no más. No lo hacía por amenazarme él, sino para que me cuidara.

-¿Tuviste miedo de que en ese dossier saliera a luz que fuiste simpatizante del MIR y que tus hermanos pertenecieron a ese movimiento?
-No temor, no tengo nada escondido. Es parte de mi historia, ya no tengo compromiso con esos planteamientos. Sí me preocupaba que si eso aparecía podía ser usado para fundamentar un sesgo político-ideológico, en un titular como “ex mirista dirige la subdirección jurídica”. Para la UDI era la confirmación de que existía una persecución y no era así. La nueva política no era una persecución contra las empresas: luchar contra la evasión es evitar que el mercado funcione de forma anómala. No tengo políticas antimercado o antiempresariales. Sí creo que en Chile el mercado no funciona bien, eso de ponerse de acuerdo en los precios, la evasión, son anomalías del mercado.

-Asumiste joven una lucha contra la dictadura.
-Asumí la lucha contra la dictadura cuando tenía 18 o 19 años, en forma consecuente con lo que yo pensaba en la época que había que hacer, de manera frontal, con responsabilidad.

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-¿Viviste riesgos?
-Es probable. Uno siempre tiene que hacer lo que debe aunque eso implique riesgos o dolores en términos personales. Es el deber ser, ser responsable con los más vulnerables. Ahora, a la luz de lo que ocurrió, creo que movimientos como el MIR cometieron grandes errores. Que una organización llevara a sus militantes prácticamente al exterminio es un grave error de conducción. El MIR fue prácticamente aniquilado y ningún movimiento político puede pretender tener éxito así.

-¿Perdiste amigos?
-No me voy a referir a eso.

-¿Crees que la lucha armada se justifica en dictadura?
-Mi experiencia de vida me ha enseñado que no se puede reivindicar como legítima la violencia en política ni en ningún otro ámbito. Sin embargo, creo en el justo derecho a la rebelión de los pueblos, bajo ciertas condiciones. Sigo en esto a Santo Tomas de Aquino, que enseñaba que el levantamiento contra el régimen tiránico no es sedicioso, pues el verdaderamente sedicioso es el mismo régimen que antepone su bien particular al de la sociedad que esclaviza. Ahora, la insurrección contra el régimen no es lícita si acarrea mayores males que la soportación de la tiranía. Pero me alejé hace años de la política. La política se viene haciendo de una manera vil, baja. La política no se caracteriza por buscar la verdad, lo que reina ahí es el embuste.

-¿Uno de tus hermanos fue herido?
-Mi hermano Marco fue preso político, estuvo acusado de lo que se acusaba en aquella época, seguridad del Estado, formación de grupo armado de combate, todos cargos sin pruebas en procesos bastante atentatorios contra la verdad.

-En qué minuto este estudiante mirista se convierte en alguien que prepara para la catequesis, muy católico…
-No he aceptado que fui del MIR… fui cercano (risas). Siempre sentí cierta inquietud. Estudié en un colegio salesiano en Concepción y guardo buenos recuerdos de las discusiones con un cura italiano. En ese tiempo, tercero medio, yo me asumía como ateo, imbuido del marxismo como otra fe. Creía que haber leído a Marta Harnecker con los Conceptos elementales del materialismo histórico me hacía capaz de analizar la sociedad. Iba igual a misa, nunca lo trivialicé ni banalicé. Luego de unos años, intenté volver a desentrañar el misterio de Dios y la fe y sí, soy cristiano, me comprometí con la Iglesia, me casé por la Iglesia –llevaba años casado por el civil-, hice catequesis prebautismal. Creo en esas actividades, más que en otras como la política.

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