Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

12 de Octubre de 2015

Madres de menores violadas defienden el aborto

Aquí, dos madres de hijas que fueron violadas hablan sobre el aborto y cuentan su experiencia. “Si el aborto no fuera penalizado, habría buscado que ella abortara. Pero ella quería criar al niño”, cuenta Gisela de su hija que fue violada a los 12 años por su exconviviente.

Por

MADRES-DE-MENORES-VIOLADAS-DEFIENDEN-EL-ABORTO
“Por suerte el niño salió idéntico a su madre”

Un día, en agosto del 2004, del colegio mandaron a mi hija al hospital. Ahí supimos que estaba embarazada. Llamaron a Investigaciones, y quedó la denuncia por violación, pero con una versión que no era la real. Mi hija declaró que un joven que llevó un día mi expareja a la casa la había violado. En ese tiempo yo llevaba dos años y medio viviendo con él, pero aunque quería que se fuera, no me atrevía a echarlo porque era violento. Nosotras le teníamos miedo, pero yo no sabía lo que pasaba.

Cuando mi pareja se enteró de que mi hija estaba embarazada, se fue altiro de la casa. La había amenazado con matarme si contaba la verdad, y como ella tenía apenas once años, le creyó. Pensó que nunca íbamos a saber la verdad.

Poco después de enterarme del embarazo de mi hija fui a ver a una amiga que tira las cartas, y ahí ella vio que mi conviviente había sido el que la había violado. Ese día, cuando llegó del colegio, le dije “Cuéntame, porque yo ya lo sé todo” y ahí me contó la verdad. En ese mismo momento llamé a la fiscalía y cambié la versión.

Con la justicia estoy muy sentida. Hicimos la denuncia, pero no hicieron nada, al culpable lo citaron a Investigaciones, pescó sus cositas y se fue a San Bernardo. Yo supe por un amigo que se fue para allá, que me dio hasta su teléfono, pero cuando fui a la PDI me dijeron que la orden de investigar era solo para Los Ángeles, aunque en la fiscalía dicen que no es así.
El hombre nos estuvo molestando durante seis años. Llamaba de teléfonos públicos todas las semanas y se quedaba callado, un par de veces vino hasta la casa, se estacionaba toda la noche afuera y seguía a mi hija al colegio. Tuvimos que pedir medidas de protección, pero cuando los carabineros aparecían, él se escondía. Un día que no estábamos entró a mi casa, cortó el cable del teléfono y me robó el revólver con el que dormía. Cada vez que nos acosaba yo hacía la denuncia en la fiscalía. Nunca lo tomaron preso, nunca lo buscaron, nunca hicieron nada.

Mi hija estuvo siete años con psicólogos, psiquiatras, tomando remedios. Tenía pesadillas en las noches y estuvo mucho tiempo durmiendo conmigo. Mi nieto también se acostumbró, así que dormíamos los tres en la cama. Cuando mi hija volvió a su pieza y tenía pesadillas, hacía su camita en el suelo, al lado de la mía. Estuvimos años así.

Ella se atendía en el hospital, pero le cambiaban mucho el psicólogo, le ponían uno, después le ponían otro y otro. Y el único psicólogo en el que pudo confiar, lo vio tres veces y después lo cambiaron de posta ¿Cómo iba a ir a distintos psicólogos a decirles todas sus cosas, una y otra vez? No se puede. El sistema es harto malo.

Yo soy bien creyente y no estoy de acuerdo con el aborto, pero en casos extremos como estos sí. En un principio yo quería dar al niño en adopción. Luego, fue tanto lo que me asusté que quise que abortara, porque imagínese, una niña de esa edad embarazada, todo lo que implica: sus estudios, la gente, que siempre piensa lo malo y jamás lo bueno. En mi misma familia la rechazaban, mi propia madre no le creía que había sido una violación.

Si el aborto no fuera penalizado, habría buscado que ella abortara. Pero ella quería criar al niño, que por suerte salió idéntico a su madre. Pero si hubiese sido lo contrario, sería harto desagradable. Porque el verle la cara y acordarse de la violación habría sido horrible. Por suerte que Dios quiso que fuera igual a su mamá, hasta en las mañas.
Yo creo que las cosas uno tiene que vivirlas para entenderlas. Hay mucha gente que opina y habla pero no han vivido esa situación. No han vivido lo que realmente significa, ahí es donde uno entiende. La gente se preocupa por lo de ellos nomás, no se preocupa por el bien ajeno.
Gisela V. G. (73)

“Viví sola el abuso y violación de mi hija”

Un día fui a dejar a mi hija al colegio, antes de despedirse me entregó una carta. Ahí me contaba que mi pareja la había violado cuando tenía nueve años, el 2001. Eso fue cuando ella tenía 14. Yo aún vivía con él, y cuando me enteré lo eché de la casa, pero él no quería irse. Tuvo que sacarlo la PDI.

Si mi hija hubiese quedado embarazada, yo habría vendido todas las cosas de mi casa para que pudiera abortar. Obligar a una chiquilla a tener un hijo después de una violación encuentro que es un doble castigo. Sufren esa aberración que las marca para el resto de su vida y además tienen la obligación de tener esa guagua. Lo encuentro macabro.

Para mí, toda esta gente que está marchando en contra del aborto, es la misma gente que justificó las muertes para el 73. Hablan de la vida y apoyaron un golpe militar, las muertes y desapariciones. Los que andan en las calles diciendo que están en contra del aborto porque es malo es gente que no empatiza. No me cuadra. Yo soy sobrina de un detenido desaparecido, y hasta el día de hoy no lo encontramos.

Viví sola el abuso y violación de mi hija. La familia te aísla, no quiere que denuncies ni que esto salga a la luz. Vi que la justicia tampoco hacía nada, así que empecé a usar las redes sociales para dar a conocer nuestro caso, para que él no volviera a repetir lo mismo con otros niños. Si la gente no habla estas cosas se van a seguir repitiendo. Cuando lo conté, se empezaron a desahogar conmigo otras mujeres, se me acercaron amistades, se sumaron vecinas, gente cercana a la familia a contarme casos parecidos. Un día una vecina me contó de una chiquitita de once años que había sido violada por el papá y que estaba embarazada. Ahí creé la Agrupación Personas Abusadas en 2012, porque necesitábamos una personalidad jurídica para defender casos tan espeluznantes como ese.

Hace un tiempo, el alcalde actual me llamó para conversar sobre la agrupación, y le di a conocer el caso de mi hija. Le llevé los papeles, le hablé del juicio, pero resulta que hace unos meses me encuentro con la tremenda sorpresa de que mi expareja está contratado aquí en la municipalidad de Los Ángeles. Le abren más las puertas a un violador y a un criminal que a las víctimas. Es indignante.

Pamela Burgos (47) Fundadora Agrupación Personas Abusadas

Notas relacionadas