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Nacional

25 de Octubre de 2015

Carlos Peña: Acuerdo de Unión Civil mató el “uso social del catolicismo conservador”

El académico, en su columna en El Mercurio, valoró el nuevo rito de paso que permite la ley a personas del mismo sexo. Citando a Ortega y Gasset, dijo que lo que verdaderamente hay que combatir son los "usos sociales" del conservadurismo, que no permiten que existan modos de vida distintos.

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El columnista de El Mercurio, Carlos Peña, alabó el inicio del Acuerdo de Unión Civil, que permite a las parejas del mismo sexo tener al menos un rito de paso y resolver aspectos patrimoniales nunca antes considerados.

Según Peña, ese sólo hecho “transformará la sociedad chilena más que cualquier asalto utópico o ideológico”.

El académico estima que el cambio es positivo y reconoce que el acceso al “rito” si bien no es el matrimonio “al que sin embargo debieran tener derecho, lo remeda”.

“En cualquier caso les confiere un reconocimiento que hasta ahora, como consecuencia de prejuicios, creencias religiosas, temores atávicos, formación reactiva o simple barbarie, se les negaba. Si hasta hace poco las parejas homosexuales eran toleradas a condición que se abstuvieran de ejercer su sexualidad (que es lo que todavía les aconseja la Iglesia Católica) o a cambio que mantuvieran su condición en secreto o la ejercieran con sigilo (so pena de la burla, desprecio o incluso agresión física), de ahora en adelante, las que lo prefieran, podrán comprometerse ante la ley, y de esa manera ejercer su forma de vida en la esfera pública de igual modo que cualquier otra”, agregó.

Peña se sube al carro con el filósofo Ortega y Gasset. Según señala, este último “solía decir que las verdaderas revoluciones no se llevan adelante contra los abusos, sino contra los usos”.

“Lo verdaderamente revolucionario, decía, no consiste en combatir los abusos o injusticias que una persona o una clase efectúa contra otra (hay que combatirlos, por supuesto, pero eso no constituye una revolución), sino destruir poco a poco los usos sociales que no están a la altura de los tiempos. Los usos sociales, explicaba, son esas pautas mudas de comportamiento, esos prejuicios atmosféricos con que las personas se mueven acríticamente en la vida, y en base a los cuales se relacionan unas con otras, esos valores y formas de vida que se han vuelto hegemónicos y que definen el perfil de una época”.

A renglón seguido, Peña asegura que lo más importante, sin embargo, es que las formas de vida, cualesquiera sean éstas y mientras no atenten contra los demás, alcanzaron un estatus de libertad. Y más aún se instaló la idea de que el Estado no puede inmiscuirse en la esfera, donde las personas deciden hacer lo que les plazca, por ejemplo, la sexualidad.

“Desde luego, y el más importante, la creencia de que hay formas de vida que por su orientación sexual no merecen el amparo de la ley. Ese uso social (impregnado de catolicismo conservador) pretende distinguir el trato que los ciudadanos merecen de parte del Estado, atendiendo a las decisiones que ellos adoptan respecto de su sexualidad. Se trata de un criterio gravemente iliberal, que desconoce el hecho de que una sociedad abierta debe aceptar que las personas decidan lo que les plazca en la esfera de asuntos que les atingen solo a ellas. La orientación sexual, como la amistad, el amor, la fe religiosa, los ritos neuróticos, el consumo de sustancias de variada índole o cualquier cosa que afecte solo al sujeto que las decide, sin invadir la autonomía de otro, deben ser un coto vedado al Estado, el que, por lo mismo, no debe inmiscuirse, para, en cambio, tratar a las personas con prescindencia de las elecciones que hagan en esos ámbitos”, reflexionó.

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