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Cultura

10 de Noviembre de 2015

Crítica: Sociología de la condenación

Hecha de fragmentos que apenas en algunos casos exceden la página, “Triage”, la primera novela de Patricio Alvarado, distinguida este año por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes como la mejor obra inédita del 2014, es la última entrada en la extensa tradición narrativa crítica del mercado de trabajo y de las […]

Tal Pinto
Tal Pinto
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Hecha de fragmentos que apenas en algunos casos exceden la página, “Triage”, la primera novela de Patricio Alvarado, distinguida este año por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes como la mejor obra inédita del 2014, es la última entrada en la extensa tradición narrativa crítica del mercado de trabajo y de las interacciones sociales en la era del capital. Sospecho que términos como “alienación” y “microfísica del poder” tienen alguna pertinencia para una novela como esta, de cuño sociológico. Parece ser que la crítica de los “mecanismos de poder y subordinación” siempre es bienvenida, más aún cuando la prosa es “dislocada”, con algunos ribetes de absurdo, y a su “voz protagónica” la aqueja un sentimiento que antes era llamado “existencialismo” mientras hoy alterna, dependiendo del punto de vista, entre la “depresión” y la “enajenación”.

Más que una historia, “Triage” es una “historia de vida”. Su protagonista —aunque bien vale remarcar que esa voz no alcanza a constituirse en un personaje: es un “hombre unidimensional”, si es que es un hombre— habla /escribe en frases cortas y directas, próximas al aforismo. Trabaja informalmente como digitador; luego, por falta de calificaciones o alguna otra razón, como empleado de limpieza en un edificio. La construcción, inacabada, parece haber sido levantada donde antes se emplazaba una planta de faena de vacuno o cerdo, o bien es la misma planta (la ambigüedad es uno de los sellos de la novela). El protagonista, cual anti-Bartleby, limpia y limpia, pero nunca se cuestiona qué limpia ni por qué lo hace. Su natural necesidad de dinero, así como de reencauzar una relación, real o imaginada, con Andrea, seguramente están detrás de que se resigne a ser mano de obra desechable. El relato funciona: admitimos la chatura del personaje como algo funcional al viaje trágico que emprende por el mercado de trabajo.

Sin embargo, Alvarado, no contento con pergeñar una historia decente de ecos kafkianos, que de inmediato la emparenta con “La filial” de Matías Celedón, también publicada por Alquimia, decide abrir unos cuantos puntos de fuga más (“recortes” de prensa, la historia de una pandilla que asesina a un muchacho llamado Víctor, el relato de la planta de faena) que espesan y confunden el relato. La resolución de estas líneas argumentales es mecánica: se hace porque debe hacerse, diluyendo la fuerza dramática de la voz principal. En este caso, menos sin dudas hubiera sido más.
Por otra parte, la crítica social que emerge de la unión de los distintos textos que conforman la novela, es de escaso calibre. Se trata de la estereotípica “sociología de la condenación” que campa en Chile por esta época, una interpretación del mundo poco comprensiva y poco fiable, que responsabiliza al sistema del crepúsculo de la felicidad y otras leseras. Y pese a que el “sistema”, o la realidad empírica, sean en efecto despreciables, de un escritor que se embarca en la novela de ideas o sentimientos sociales esperamos mucho más que el puro eco de la voz de su grupo intelectual. Al menos yo espero que un escritor me ayude a abrir los ojos y a comprender mejor el mundo. Quizás estoy equivocado. Quizás el tibio reciclaje de ideas sea la norma de los así llamados escritores críticos. ¿No habíamos dejado a los apocalípticos y a los integrados en el pasado?

SOCIOLOGÍA
Triage
Patricio Alvarado Barría
Alquimia Ediciones, 2015, 142 páginas

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