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Cultura

1 de Febrero de 2016

Los libros que subrayó Christopher McCandless, el inspirador de “Into the Wild”

Este joven, quien, aburrido del materialismo, decidió dejar su vida capitalista de lado para emprender un viaje a Alaska sólo con lo puesto, era un ferviente lector de autores como Thoreau, Gogol y London, entre otros. Estos acompañaron al autodenominado Alexander Supertramp, tanto en la universidad como en su travesía. Aquí, una selección de las citas que marcó en cada lectura y que fueron su fuente de inspiración para optar por una nueva forma de vida lejos del sistema.

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Into the wild YT

Christopher Johnson McCandless fue encontrado muerto por un grupo de cazadores en 1992 en un recóndito lugar de Alaska, donde pasó sus últimos días luego de haber vivido la aventura de su vida.

Este joven, graduado de la Universidad Emory de Atlanta, cansado del sistema en que vivimos, decidió emprender un viaje hacia Alaska. Cambió su nombre por Alexander Supertramp, donó lo que tenía de dinero a una organización comunitaria y dejó atrás las tarjetas, su casa y su familia. Todo para “mochilear” en busca de experiencias nuevas.

Fue el periodista Jon Krakauer quien se interesó en la historia de este joven y escribió un artículo para la revista Outside, el cual hizo que el medio recibiera la mayor cantidad de cartas en toda su historia, provenientes de personas que habían sido tocadas por la historia Supertramp.

Luego de esto, decidió registrar la aventura de este joven en un libro titulado “Into the Wild”, que relata las 16 semanas que sobrevivió Christopher en Alaska, un texto que luego inspiraría la película homónima, dirigida por Sean Penn.

Uno de los puntos interesantes de esta historia son los libros sobre los que se inspiró Supertramp para adoptar esta nueva forma de vida.

Paniko hizo una selección de las citas subrayadas por él y otras que inician algunos capítulos del libro de Krakauer:

“Un sombrío bosque de abetos se cernía amenazador sobre los márgenes del río helado. No hacía mucho que el viento había despojado a los árboles de su manto blanco, y éstos parecían arrimarse mutuamente bajo la agonizante luz del crepúsculo, negros como un mal presagio. Un vasto silencio reinaba sobre la tierra. La misma tierra era una desolación pura, sin vida ni movimiento, tan fría y desnuda que su espíritu no era siquiera el espíritu de la tristeza. Se insinuaba una especie de risa más terrible que cualquier tristeza: una risa amarga como la sonrisa de la Esfinge, una risa fría como la escarcha y que participaba de una siniestra infalibilidad. Era la magistral sabiduría de la eternidad que se reía de la futilidad y los inútiles esfuerzos de la vida. Era la naturaleza salvaje, el helado corazón de las tierras salvajes del Norte”.
Jack London, Colmillo blanco

“Quería movimiento, no una existencia sosegada. Quería emoción y peligro, así como la oportunidad de sacrificarme por amor. Me sentía henchido de tanta energía que no podía canalizarla a través de la vida tranquila que llevábamos”.
León Tolstoi, Felicidad familiar

“Nadie debería negar que el nomadismo siempre nos ha estimulado y llenado de júbilo. En nuestro pensamiento, la condición de nómada está asociada a escapar de la historia, la opresión, la ley y las obligaciones agobiantes, a un sentimiento de libertad absoluta, y el camino del nómada siempre conduce hacia el oeste”.
Wallace Stegner, The American West as Living Space

“El desierto es un entorno de revelaciones, un lugar de una genética y una psicología extrañas, de una sensorialidad austera, con una estética abstracta y una historia cargada de hostilidad. Sus formas son audaces, incitantes. La mente queda presa de la luz, el espacio, la originalidad cinestética de la aridez, las altas temperaturas y el viento. El cielo del desierto es envolvente, majestuoso y terrible. En otros hábitats, la línea del horizonte se quiebra o se oscurece; en el desierto se funde con la bóveda que está sobre nuestras cabezas, infinitamente más vasta que la que se divisa en las grandes extensiones donde se despliegan campos y bosques. En este cielo panorámico, las nubes parecen más compactas y a veces la concavidad de su parte inferior refleja con magnificencia la curvatura del globo terráqueo. La angularidad de las formas terrestres del desierto confiere una arquitectura monumental a las nubes tanto como al mismo relieve. Es al desierto adonde se dirigen los profetas y ermitaños, adonde van los peregrinos y exiliados. Es en él donde los líderes de las grandes religiones han buscado los valores terapéuticos y espirituales del retiro, no para escapar de la realidad, sino para descubrirla”.
Paul Shepard, Main in the Landscape: a Historic View of the Esthetics of Nature

“La poderosa bestia primitiva se hacía fuerte en el interior de Buck y, bajo las terribles condiciones de vida de la traílla del trineo, no dejaba de crecer. Pero crecía en secreto, pues su recién adquirida astucia le proporcionaba equilibrio y control de sí mismo”.
Jack London, La llamada de la selva

“Ningún hombre se guió jamás por su genio hasta el punto de equivocarse. Aunque el resultado fuera la postración física, o incluso en el caso de que nadie pudiera afirmar que las consecuencias habían sido lamentables, para tales hombres existía una vida conforme a unos principios más elevados. si recibes con alegría el día y la noche, si la vida despide la fragancia de las flores y las plantas aromáticas, si es más flexible, estrellada e inmortal, el mérito es tuyo. La naturaleza entera es tu recompensa, y has provocado por un instante que sea a ti mismo a quien bendiga. Los grandes logros y principios son muy difíciles de apreciar. Dudamos de su existencia con facilidad. Pronto los olvidamos. Pero son la más elevada de las realidades. La auténtica cosecha de la vida cotidiana es tan intangible e indescriptible como los matices de la mañana o la noche. Es como atrapar un poco de polvo de las estrellas o asir el fragmento de un arco iris”.
Henry David Thoreau, Walden o la vida en los bosques

“En América tenemos la tradición de El gran río de los dos corazones: llevamos nuestras heridas a la naturaleza en busca de algo que las sane, de una cura, una conversión o un bálsamo. Tal como sucede en el relato de Hemingway, esto funciona si las heridas no son muy graves. Pero ahora no estamos en el Michigan de Hemingway o, para el caso, en los grandes bosques del Misisipí de Faulkner. Estamos en Alaska”.
Edward Hoagland, Up the Black to Chalkyitsik

“Todo había cambiado de repente: el tono, el clima moral. No sabías qué pensar, a quién escuchar. Era como si durante toda tu vida te hubieran llevado de la mano como a un niño pequeño y, de pronto, te encontraras solo y tuvieras que aprender a andar. Ya no quedaba nadie, ni la familia ni las personas cuya opinión merecía tu respeto. En aquel tiempo sentías la necesidad de comprometerte con algo absoluto —la vida, la verdad o la belleza— que gobernara tu vida y reemplazara unas leyes del hombre que habían sido descartadas. Sentías la necesidad de entregarte a una meta última con todas tus fuerzas, sin reservas, como no habías hecho nunca en los apacibles viejos tiempos, en la antigua vida que ahora estaba abolida y había desaparecido para siempre”.
Boris Pasternak, Doctor Zivago

“Más que el amor, el dinero o la fama, deseo la verdad. Me senté a una mesa donde había manjares exquisitos y vino en abundancia, rodeado de comensales obsequiosos, pero carente de verdad y sinceridad. Me alejé de esa mesa inhóspita sintiendo todavía hambre. La hospitalidad era tan fría como el hielo”.
Henry David Thoreau, Walden o la vida en los bosques

“Crecí con un cuerpo desbordante de vitalidad y entusiasmo, pero con un carácter nervioso y ansioso. Mi mente quería algo más, algo tangible. Buscaba intensamente la realidad, siempre como si la realidad no estuviera ahí. Sin embargo, de repente te das cuenta de lo que tienes que hacer. Escalar”.
John Menlove Edwards, Letters from a Man

“Allí la naturaleza era salvaje y terrible, pero hermosa. Miraba con temor reverencial el suelo que pisaba, para ver qué habían hecho las Potencias en aquel lugar, la forma, el modo y el material de su trabajo. Era una Tierra de la que sólo hemos oído hablar, surgida del Caos y la Noche Ancestral. No era el jardín del hombre, sino la esfera terrestre intacta. No era un herbazal, una pradera, un bosque, un matorral, un campo de cultivo o un yermo. Era la superficie natural del planeta Tierra, tal como fue creada para siempre, para ser la morada del hombre, decimos nosotros, pero en realidad para que la Naturaleza hiciera su trabajo y el hombre la utilizase si podía. El hombre no tenía nada que ver con ella. Era pura Materia, vasta, estremecedora; no la Madre Tierra que conocemos —un lugar hecho para que el hombre lo hollara ni en el que pudiera ser enterrado, ya que incluso dejar que los huesos de un hombre yacieran allí habría representado un acto de confianza excesiva—, sino el hogar de la Necesidad y el Destino. Se percibía con claridad la presencia de una fuerza que se negaba a ser bondadosa con el hombre. Era un lugar de paganismo y ritos supersticiosos, para ser habitado por un hombre más emparentado con las piedras y los animales salvajes que con nosotros. ¿Qué significa entrar en un museo, contemplar una miríada de cosas particulares, comparado con que te muestren la superficie de un astro, la dura materia en su propio hogar? Me siento intimidado ante mi cuerpo, esta sustancia a la que estoy unido y que ahora se ha convertido en algo extraño para mí. No me aterran los espíritus —esos fantasmas que mi cuerpo podría temer—, ya que soy uno de ellos, sino que me aterran los cuerpos, y tiemblo ante la posibilidad de encontrármelos. ¿Quién es este Titán que se ha apoderado de mí? ¡Misterio! ¡Pienso en nuestra vida en la naturaleza —hallarse cotidianamente frente a la materia, entrar en contacto con ella—, en las piedras, en los árboles, el embate del viento en nuestras mejillas!, ¡la tierra sólida!, ¡el mundo real!, ¡el sentido común! ¡Contacto! ,¡Contacto! ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos?”
Henry David Thoreau, Ktaadn

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