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Opinión

3 de Febrero de 2016

Alemania: El racismo tras el acoso sexual

En Alemania estamos viviendo tiempos polémicos, propicios para un populismo que nos polariza frente a una pregunta: ¿Refugiados sí o no? Cuanto más nos movemos a la derecha, menos se habla de la pluralidad del grupo que se juzga: Refugiados son musulmanes, musulmanes son islamistas, islamistas son terroristas.

Natalie Basedow
Natalie Basedow
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Alemania violaciones Colonia EFE

*Natalie Basedow, desde Berlín

Pasé el Año Nuevo en Colonia. Mientras disfrutaba de los vicios de la noche en una fiesta privada, la Estación Central se convirtió en el escenario principal del delito del año nuevo. Según las denuncias, 279 personas fueron víctimas de robos, 237 mujeres fueron abusadas sexualmente y de ellas, 107 fueron víctimas de ambos delitos.

Mi primera reacción fue alegrarme que tantas mujeres hayan tenido el valor de denunciar lo ocurrido en Colonia y en otras ciudades. Eso es bueno. Según un reporte ministerial, en Alemania siete de cada diez mujeres ha vivido violencia sexual y una de cada dos ha sido afectada por acoso sexual. Pero solo entre un cinco y 15 por ciento de las afectadas hacen una denuncia.

No recuerdo haber conversado con un grupo de mujeres en el cual ninguna haya sido objeto de acoso sexual. Cuando una mujer habla, las otras rompen con el silencio. Eso también es bueno. Nunca antes mi Facebook se había tornado tan feminista, numerosas narraciones de acosos sexuales ocurridos en el baño, la calle, la escuela, el restaurante, la casa. Aparecen memes, videos y artículos que gritan injusticias cometidas por hombres a mujeres: hombres alemanes.

Y aquí llegamos al grano. Los derechistas de repente se creen Simone de Beauvoir. Los políticos, que hace poco votaron contra la criminalización de la violación al interior del matrimonio y ridiculizando #Aufschrei, una campaña sobre la violencia sexualizada, de pronto se transformaron en abogados de los derechos de la mujer.

El acoso sexual ocurre 24 horas, 365 días al año en los 16 estados y los 11.091 municipios de Alemania. Como mujeres, sabemos que los hombres que nos tocan el culo, que se masturban enfrente de nosotras en el tren o que nos violan después de una fiesta, no son una sorpresa del Año Nuevo, sino injusticias cotidianas. Colonia no es un evento singular. Con esto no quiero decir que migrantes u hombres de credo musulmán no cometen delitos sexuales.

Tampoco quiero ignorar el reporte policial que enlista a 19 hombres, once de ellos en proceso de asilo. Pero suponer que son los únicos, y que por su credo están programados para abusar y violar mujeres es racista, ignora nuestra realidad social y no soluciona nuestros problemas.

La violación de nuestros cuerpos y nuestra dignidad tiene que traer consecuencias. Pero estas consecuencias deben darse independientemente de la nacionalidad, religión y clase. La solución no puede ser culpar únicamente a una minoría de hombres que no es considerada “alemana”. Eso implica la posición no articulada de que solo los hombres alemanes tienen el derecho de “violar a sus mujeres“. El silencio y la inculpación de la misma mujer en miles de otros casos prueba este argumento.

Creer que todos los refugiados en Alemania son violadores porque algunos cometieron delitos sexuales es igual de absurdo que pensar que todos los alemanes son violadores porque el famoso Paul Schäefer fue un terrible acosador y violador.

En Alemania estamos confrontados con un discurso en el cual una mayoría blanca, alemana y cristiana, acusa a una minoría extranjera, árabe, musulmana, de abusar de “sus mujeres”. Es necesario recordar que el patriarcado no es importado por los refugiados, que el acoso sexual no es un fenómeno reciente en Alemania y que por supuesto el hombre alemán también acosa y viola. Que esto ocurra tres semanas después que Alemania envía tropas a Siria para combatir al Estado Islámico no parece ser una coincidencia. Para legitimar la guerra siempre se necesita un enemigo que “merece” ser combatido.

En Alemania estamos viviendo tiempos polémicos, propicios para un populismo que nos polariza frente a una pregunta: ¿Refugiados sí o no? Cuanto más nos movemos a la derecha, menos se habla de la pluralidad del grupo que se juzga: Refugiados son musulmanes, musulmanes son islamistas, islamistas son terroristas.

Hablando de terrorismo, la Oficina Federal de Investigación Criminal registró más de 500 ataques violentos xenófobos en 2015. Pero eso no preocupa a la mayoría de alemanes. Lo que sí preocupa son los atentados en Europa (los en Afganistán y Siria no importan). El atentado en París logró sembrar la semilla del miedo que permite la generalización de la culpa, y culpables en este caso son “los islamistas”. La gran injusticia es que se está equiparando más y más el islamismo con el islam. Mil millones están puestos bajo sospecha sin haber hecho nada.

Yo también tengo miedo. Tengo miedo porque estoy viviendo en un país que está en guerra, que envía tropas a Afganistán, Sudán, Mali, Kosovo y Siria (para nombrar algunos) y que gana millones de euros vendiendo armas a sus supuestos enemigos. Tengo miedo de los que ganan votos con discursos antifeministas, homofóbicos y clasistas. Tengo miedo de esos que culpan a los que menos poder tienen, que no tienen derecho a trabajar ni a votar. Y también tengo miedo, porque no logro entender cómo un par de huevones islamistas han logrado que ciudadanos progresistas de una de las democracias más acomodadas les tengan miedo.

¿Pero saben qué? Ese miedo se reduce a los 60 minutos que leo el diario, los otros 1.380 minutos me muestran lo contrario. Comparto un departamento con parejas heterosexuales y homosexuales de Grecia, Polonia y Alemania. Un refugiado sirio vive con nosotros. En días especiales recibo bendiciones de Dios y de Alá. A veces visito el templo chino con mi amigo gay, budista de Singapur. Mi jefa nació en México, mi periodista favorita en Polonia y mis amantes son musulmanes, cristianos y ateos. Hablo en inglés, escribo en español y trabajo y sueño en alemán. Ese es mi minimundo, ese es mi Berlín, el Berlín que amo y que voy a defender.

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