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Opinión

6 de Febrero de 2016

Cavriago, la ciudad más fome y gloriosa

Desde que empezó la Guerra Fría y hasta hoy, Italia es una de las naciones clave para los equilibrios geopolíticos entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Estar ubicada al centro del Mediterráneo, y justo en el límite entre lo que se llamó Pacto de Varsovia y la OTAN, entre la Yugoslavia de Tito y […]

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Desde que empezó la Guerra Fría y hasta hoy, Italia es una de las naciones clave para los equilibrios geopolíticos entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Estar ubicada al centro del Mediterráneo, y justo en el límite entre lo que se llamó Pacto de Varsovia y la OTAN, entre la Yugoslavia de Tito y la Francia de De Gaulle, transformó a la península en un teatro de pruebas políticas; aquí se trató de hacer todo, se hizo todo y todo falló. Hoy es un capitalismo imperfecto, ayer fue un socialismo imperfecto y durante el fascismo, un totalitarismo imperfecto. Cuento esto para darles una idea general sobre por qué existen casos como el que voy a relatar, y que gustará a nuestros nostálgicos de la bandera roja.

Hay una región en el centro norte del país llamada Emilia-Romaña, famosa por su industria, por sus tortellini y, sobre todo, por su historia política estrictamente social-comunista, con variantes anarquistas, trotskistas, un poco de todo. Lo que muy pocos saben es que allí se encuentra una ciudad casi irreal, que por pura casualidad me tocó visitar mientras iba camino a Bolonia (la capital de la región). Esta ciudad se llama Cavriago (9.180 almas) y es muy, pero muy fome. Los edificios residenciales son grises, parecidos a los de la RDA, las calles del centro pequeñas, todo muy limpio y ordenado, un núcleo industrial y no residencial. Cuando entras en la ciudad –por error– te da la impresión de estar en un lugar remoto, ajeno, no en las típicas ciudades italianas sino en otro país. Empezamos a dar vueltas, totalmente perdidos y lo primero que me llama la atención son los nombres de la calles: Vía Karl Marx, Vía Che Guevara, Vía Ho Chi Minh, Vía Revolución de Octubre, Vía Stalingrado, Vía Dolores Ibárruri, Vía Mariscal Tito, Vía Josef Stalin, Vía Gorky, Vía Maiakovski, Vía de la Resistencia, Vía Durruti.

Entre la risa que nos da en el auto, vamos a informarnos. La Municipalidad está en el único lugar con un poco de verde en la ciudad, la plaza Lenin. Al centro de la plaza hay un busto de bronce de Lenin. En la Municipalidad nos atiende una señora de 77 años. Le empezamos a hacer preguntas sobre el lugar y nos explica que el alcalde honorario de Cavriago, desde siempre, es el propio Lenin, y que el busto fue donado por el ministro de Defensa de la URSS Georgij Zukov (el que ganó la batalla de Stalingrado contra el general alemán Friedrich Paulus) y el bronce con el que está fabricado lo fundieron con el metal de las medallas de los generales nazis que murieron durante la batalla.

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Nos cuenta también que en Cavriago, el Partido Comunista italiano –que fue el más potente de Occidente– saca siempre más del 70% de los votos, mientras la Democracia Cristiana nunca pasa del 6%. La ciudad, de hecho, fue construida pocos años después de la Revolución Rusa (1917) y los fundadores eran todos sindicalistas del brazo armado del PC. Aquí vieron la luz los movimientos partisanos y los grupos de guerrilleros más activos durante la Resistencia contra el nazi-fascismo de la región. Durante los años de dictadura mussoliniana, la policía local nunca permitió el ingreso de los fascistas, y cuando los alemanes llegaron a ocupar el norte de Italia, sus efectivos se unieron a la guerrilla.

La historia política de Cavriago es increíblemente gloriosa.

Hoy, la ciudad vive apenas, masacrada por la crisis financiera que golpeó un poquito todo. En el 2013 la Municipalidad estaba por declarar la bancarrota. Antes que eso sucediera, nos relata la señora, los ancianos de Cavriago, casi todos viejos partisanos, vendieron medallas, rifles, cualquier objeto histórico de la Resistencia y lograron salvar la ciudad. Prefirieron perder sus recuerdos, no su orgullo. Le pregunto a la señora por qué no vendieron antes el busto de Lenin, que de repente podría valer más. Ella me mira feo y responde que antes de perder el busto de su alcalde honorario preferiría perder el suyo. Creo que ya lo escuché todo, cuando la señora agrega esta última frase: “Los símbolos cuentan más que la realidad. La realidad es real, el símbolo es vital”.
Dejamos la ciudad con ganas quedarnos, pero puta que es fome Cavriago; fea, fome y gloriosa.

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