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Opinión

18 de Febrero de 2016

Columna: Otro mar

* Yo no lo sé de cierto —como diría el viejo Jaime Sabines—, pero supongo que esta guerra ya no es tan fría como lo fue a principios de año. De pronto todo se calentó. Con el fallo de La Haya, saltaron los demonios de un lado y del otro. Una vorágine de sentimientos (cálculos […]

Alex Aillón Valverde
Alex Aillón Valverde
Por

alillon

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Yo no lo sé de cierto —como diría el viejo Jaime Sabines—, pero supongo que esta guerra ya no es tan fría como lo fue a principios de año.
De pronto todo se calentó. Con el fallo de La Haya, saltaron los demonios de un lado y del otro. Una vorágine de sentimientos (cálculos políticos, solidaridades, desprecios, nacionalismos, alucinaciones, todo a un solo tiempo), han demostrado que el asunto lejos de ser tema superado, sigue aferrado a lo más profundo de las vísceras de nuestros pueblos.

En Bolivia hay la total convicción —ahora más que nunca— de que no hay que aflojar, que ahora es cuando, que nos vamos hasta el final, que estamos en el camino adecuado, que nos han dado la razón, que la historia nos ampara y que nadie se rinde, pese a las sugerencias chilenas de declinar nuestra posición a través de un diálogo sin condiciones.

“¿Rendirme yo ? ¡Qué se rinda su abuela, carajo!”, es la frase atribuida a Eduardo Abaroa, héroe boliviano que según nuestra historia murió valerosamente defendiendo el Puente Topáter en Calama, y que ahora parece cobrar vida en un viaje que, desde el pasado, lo ubica cómodamente en un banco en primera fila de La Haya.

Resucitado con vigor en el imaginario boliviano —representaciones visuales, concursos que llevan su nombre y todo un despliegue simbólico que viene a reforzar nuestra cohesión en torno a esta reivindicación que consideramos justa—, Abaroa es el gran muerto vivo que camina toda la geografía boliviana en estos tiempos post neoliberales, post coloniales y, al parecer, post infinitum.

Los partidarios de Evo no han vacilado en tratar de utilizar este primer triunfo como bandera del barco (pirata, para muchos) que Evo encamina hacia las playas del referéndum, de cara a una nueva reelección.

Ha tenido que ser el mismísimo Carlos D. Mesa, vocero de la causa marítima, quien frene a algunos oficialistas, de lengua ligera, para aclarar que el tema del mar no se toca, que nada tiene que ver con una probable reelección de Evo, sino con la decisión de los tribunales internacionales.

Mientras tanto los ánimos elegíacos ascienden hasta el delirio y el vicepresidente afirma con lirismo homérico que, si Evo no es reelecto, la luna se esconderá y el sol no brillará. Lo que no aclaró es si también el mar también se secará. Frase hipotética que, tomándola por el lado amable, acabaría de una vez por todas con este diferendo.

Pero ya se sabe, “una guerra no es una guerra hasta que un hermano no mata a un hermano”, como decía Kusturica al inicio de “Underground”, su grandiosa epopeya fílmica sobre el sangriento conflicto en la antigua Yugoslavia. Por supuesto, no esperamos llegar a semejantes términos. Los bolivianos somos gente de paz. Sabemos que no nos iría muy bien en el campo de batalla. Preferimos, si nos permiten, esta guerra tibia. Tan tibia como el deseo de encontrar una salida fraterna y latinoamericanista a este, al parecer, inagotable laberinto histórico.

Sabemos que del otro lado del Ande se reconfiguran fuerzas. Nadie quiere perder una batalla más. Nadie quiere pasar una vez más por semejante vergüenza. ¿Perder otra vez con los bolivianos? Joder, eso sería inadmisible para la clase dominante chilena. El mundo está dividido. La mesa está servida. La guerra está tibia.

Pero volviendo a Sabines —para terminar esto con decoro—, yo no lo sé de cierto, pero supongo que mientras todo se prepara para la fase dos de La Guerra Tibia el 2016, este fin de año, los chilenos y los bolivianos de a pie, los hombres sencillos y las mujeres sencillas, los trabajadores y trabajadoras, cruzaremos nuestras fronteras como lo hemos venido haciendo desde antes de que existan fronteras, nos derramaremos en nuestras ciudades, nos amaremos de ida y de vuelta, comerciaremos, nos mezclaremos, nos extrañaremos, viviremos e imaginaremos, en definitiva, otro mar, más allá de este mar.

*Escritor y poeta boliviano

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#Bolivia#Evo Morales#mar

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