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Opinión

28 de Febrero de 2016

Carlos Peña tranquiliza a El Mercurio: “el humor político en vez de desmedrar a las instituciones, las sostiene”

"Ni una sola de las personas que pagaron su entrada al Festival de Viña o encendieron el televisor y se dejaron infantilizar por algunas horas, coreando canciones, aplaudiendo animadores, riendo con las burlas y llegado el caso pifiando, estaban dispuestos ni siquiera por un momento a transformarse en desconfiados radicales o en nihilistas", señala el jurista, dándole un mensaje tranquilizador al editorialista del diario de Agustín.

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El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, ocupó su espacio dominical en El Mercurio para comentar las esquirlas que dejó en la élite política las rutinas humorísticas del Festival de Viña del Mar. Y lo hizo comentando la editorial del mismo diario que señalaba que el arsenal de chistes podía desatar fuerzas que “escapen al control de todos”.

Según Peña, “ese editorial fue, sin duda, un ejercicio de ironía: el redactor se contagió de lo que pretendía analizar”, porque, según el académico, “al revés de lo que allí se insinúa, el humor político en vez de desmedrar a las instituciones, las sostiene”.

“El humor -reírse de lo ridículo, lo cómico o el sinsentido de ciertas situaciones- nunca ha sido subversivo ni ha desatado fuerzas incontrolables. Por el contrario, en todas las culturas el humor existe para sostener a las instituciones que, sin la puerta de escape de la risa, ahí sí que acabarían en el nihilismo, en la anomia o en la agresión. Por eso Freud observa que, en casi todas las culturas, las minorías (étnicas o sexuales) son objeto privilegiado del chiste: las mayorías subliman así su instinto agresivo y al reírse de ellas son capaces de tolerarlas”, escribió.

Según el abogado, “en este caso ya no se trata propiamente de sublimar la agresión (aunque en este caso no habría que descartarlo), sino de celebrar el tropiezo del narcisismo que todos los seres humanos cultivan y que, en el caso del poder del Estado, alcanza niveles sublimes. Como todos saben, la caída es la forma paradigmática de lo cómico. Y es que ella (el resbalón de quien camina solemne, la infracción de la ley por parte de quien la produjo, etcétera) echa a tierra el narcisismo y muestra, para consuelo del que ríe, que quien tenía el poder era, después de todo, un igual”.

Por esa razón, Peña sostiene que el humor político sostiene a las instituciones “permitiéndoles eludir la desconfianza y el nihilismo (en vez de desatarlos como fuerzas incontrolables) y enseña, a la vez, a evitar el dogmatismo por la vía de mostrar cuán relativas, hasta la ridiculez, pueden ser las cosas (y las personas)”.

“Ni una sola de las personas que pagaron su entrada al Festival de Viña o encendieron el televisor y se dejaron infantilizar por algunas horas, coreando canciones, aplaudiendo animadores, riendo con las burlas y llegado el caso pifiando, estaban dispuestos ni siquiera por un momento a transformarse en desconfiados radicales o en nihilistas”, señala el jurista, dándole un mensaje tranquilizador al editorialista del diario de Agustín.

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