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Opinión

6 de Marzo de 2016

Columna: Días de porno

"Ver MUCHO MUCHO porno solo o sola, estando en pareja, es complicado. Casi nadie puede correrse la paja todos los días y a cada rato y luego estar híper dispuesto para el ser amado. Si uno de los dos se vuelve adicto, lo más probable es que la contraparte lo note y lo resienta".

Flor Averiada
Flor Averiada
Por

sexo

He visto, veo y veré (porque el futuro llegó hace rato, como dijo el Indio Solari) pornografía. He pasado mañana tarde y noche de un mismo día en eso. Me relaja casi como una ida al baño turco del Parque Italia, baluarte de la salud porteña. Transpiro, me evado, me contorsiono, limpio mi alma y mi cuerpo y me ahorro los 12 mil que ahora cuesta la terapia milenaria del sauna, el toro y el vapor. La masturbación, aunque no sea lo mismo, me ha alejado de la falo-dependencia y/o “efecto mono” post ruptura de pareja (ese que impide soltar una liana hasta no tener otra bien agarrada). La masturbación –con o sin películas cochinas– devuelve la suavidad a mi piel de casi medio siglo y me quita ese tono verdoso que veo en el espejo cuando no salta la liebre en semanas o meses. Así el porno, en su justa medida (eso que quede muy claro), es un aporte a mi hedonista vida.

Entiendo y comparto las críticas a este género por la excesiva utilización de la mujer como objeto, aunque los machos también son reducidos a un falo erecto, como en el chiste que dice: “¿Nombre del cuerito que le sobra al pene? Hombre”. Los ellos de estas cintas no son más que un aparato que baña rostros con esperma y perfora orificios con desenfreno. La herramienta es siempre ostentosa, de tamaño superior al promedio (no existe en los chorrocientos sitios que he visitado la categoría “micro pene”) y puede mantenerse erecta sin decaer por largas jornadas, para satisfacción de más de una fémina, cuando lo normal son algunos minutos (harto poco) y a esperar lo necesario para que la erección regrese.

Ver porno en pareja puede ser educativo y estimular la creatividad en una relación donde existan las nefastas “rutinas sexuales”. Imitar lo que va sucediendo es entretenido, por más que los espectadores terminen lo suyo mucho antes que los actores y duerman pata suelta y sonrisa en los labios mientras los torpes gemidos siguen saliendo de la pantalla. Sin embargo, ver MUCHO MUCHO porno solo o sola, estando en pareja, es complicado. Casi nadie puede correrse la paja todos los días y a cada rato y luego estar híper dispuesto para el ser amado. Si uno de los dos se vuelve adicto, lo más probable es que la contraparte lo note y lo resienta. En esos casos, se puede vaticinar un fin de la relación con teleserie, escándalo, infidelidad y todas las mierdas del caso.

Las películas triple equis, de hecho, son de alguna forma teleseries en pelota. No hay verdad en sus estereotipados guiones, pero entretienen y generan adicción. Eso lo saben bien ciertos –y ciertas– estudiantes capitalinos de Arquitectura de la U. de Chile, que en los 90 se juntaban en un departamento de la remodelación San Borja a ver pornografía “sin masturbarse”, en un acto de análisis, al más puro estilo del desaparecido programa “Maldita sea” de Pera y Salfate. También lo tienen claro los fundadores de la emblemática señal 3 de TV comunitaria de la población La Victoria, que para captar seguidores transmitieron por un buen tiempo películas de este género pasada la medianoche, consiguiendo que las perillas de todo Pedro Aguirre Cerda se quedaran ancladas al 3. Esa “fiesta” la terminaron los curitas, tal como, en Valparaíso, Medina arrasó (seguro para regalárselas a Karadima) con todas las revistas “inmundas” que se exhibían en los kioscos de la ciudad puerco.

El porno, y también la prostitución, son aún satanizados por la moral imperante, fruto del matrimonio para toda la vida entre Estado e Iglesia que existe en Chile. La vagina y el pene son demasiado “sagrados” para transarse en el sucio mercado. ¿Y el cuerpo del basurero que toca la mierda de desconocidos a diario? ¿Y la mano de quien limpia wáteres en los baños públicos? Esas presas profanas si entran al juego de la compraventa, situación que no desvela a los representantes de Dios en la tierra y, en realidad, a casi nadie.

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#masturbación#pornografía

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