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Opinión

9 de Marzo de 2016

Editorial: Observaciones Constitucionales (2)

En mi calidad de miembro del Consejo Ciudadano de Observadores (CCO), cumplo con informar lo que he observado en el último tiempo en torno al avance de la cuestión constitucional: – En primer lugar, que el Consejo, a pesar de los vaticinios de moros y cristianos, está realizando su trabajo. Como se irá viendo a medida que haga públicos […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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En mi calidad de miembro del Consejo Ciudadano de Observadores (CCO), cumplo con informar lo que he observado en el último tiempo en torno al avance de la cuestión constitucional:

– En primer lugar, que el Consejo, a pesar de los vaticinios de moros y cristianos, está realizando su trabajo. Como se irá viendo a medida que haga públicos sus reparos, no resultó ser un ente decorativo.

– Que aunque algunos de sus miembros representan los intereses de grupos organizados (es más nítido en la derecha, porque los consejeros del otro lado habitan la dispersión), en mayor o menor medida, en todos prima la conciencia individual.

– Como los partidos políticos, del sector que sea, han sido poco tomados en cuenta en la elaboración e implementación de este proceso, desconfían de él, cuando no han decidido ya que se trata de una insensatez. Hace rato que menosprecian la inteligencia del gobierno, y de lo que se le acerque. Algunos apuestan que sólo es posible ganar puntos alejándose lo más posible de él. Como sea, el Consejo de Observadores no trabaja para el gobierno. Lo suyo es un asunto de mucho más largo plazo. Esta convicción ha calado hondo.

– El Mercurio y La Tercera, que son algo más que dos periódicos, preferirían que este proceso no funcione. Les daría la razón: “nadie podría negar lo ajeno a nuestra tradición que resulta todo el proceso”, dijo El Mercurio en su editorial de este domingo. Pero resulta que tradicionalmente en Chile han sido muy pocos los incumbentes, y en la era de la internet, como las rabias con el poder indican, eso resulta inaceptable.

– En el mundo del poder, dudan que sea posible recoger de verdad lo que la gente piensa, y si acaso se pudiera, dudan que la gente sepa lo que es verdaderamente constitucional, y si supieran, dudan que sea conveniente aplicar lo que piensan.

– Yo también dudo.

– Pero todos sabemos que si esta comisión falla, se estropea entero el proceso constituyente.

– No todos quieren una nueva Constitución. Hay un par de consejeros que apenas cambiarían un par de detalles a la actual –que, si somos francos, ya no es solamente la Constitución de Pinochet, sino también de la Transición–, porque, grosso modo, o les gusta cómo está o la prefieren a arriesgarse al descampado. Y no obstante, se dan cuenta de que no vale la pena quedarse fuera de la Historia por un capricho.

– Debemos encontrar la manera de que al menos entre los Observadores se imponga la convicción de que aquí se jugará limpio. Existen dos grandes polos de desconfianza: los que creen que esto es un tongo para meter la asamblea constituyente y los que creen que esto es un tongo para evitarla asamblea constituyente. Los que creen que esto es una trampa para la derecha y los que creen que es arrodillarse ante ella.

– Nuestra tarea es preparar el terreno para que esta Constitución la inmensa mayoría de los chilenos la sienta propia.

– Si se ha invitado a la población a participar de este proceso constituyente bajo la promesa de que su opinión importa, queda claro que hay dos objetivos por los que velar. Como dijo Zapata: “que la participación dé pie a conclusiones de verdad, y que no sea manipulada.” Nos mostramos todos de acuerdo.

– Este lunes tuvimos una jornada de casi 12 horas en la Casa Central de la Universidad de Chile con el fin de revisar la metodología propuesta por el gobierno para la realización de los Diálogos Ciudadanos. Partimos a las 10 am y a eso de las 13.30 hrs. cruzamos a un almuerzo de trabajo en La Moneda con el vocero Díaz, quien informó lo que se había hecho y cuánto se había gastado en publicidad y educación cívica. En mi modesto parecer, todavía es bajísimo el conocimiento que los viandantes tienen del proceso constituyente que se aproxima. Los comisionados García y Mery pidieron “ojo” con los funcionarios que pretendan hacer uso partidista de este asunto. Nos dieron unos sánguches de ave palta en pan integral Ideal y otros de jamón y queso crema en pan pita. Para beber: Coca-Cola Ligth. Sigo sosteniendo que el esmero con que se atiende al Consejo (que trabaja ad honorem) dice mucho de la importancia que se le conceda.

– De hecho, es cosa sabida que algunos en palacio consideran peligroso que este grupo se suba por el chorro.

– No quisiera referirme a las conclusiones del lunes, porque algunas de ellas continúan en elaboración.

– Como sea, estuvimos de acuerdo en ciertos asuntos centrales: cuestionamos, a la luz de Millaleo, lo que se entiende por “acuerdos” y la poca valoración de los “desacuerdos” (que bien podrían ser planteamientos inesperados o matices enriquecedores), y también la clasificación de temas propuestos y cada uno de sus listados. En torno a la pregunta sobre los “valores” de la Constitución que queremos, el comisionado Sierra se preguntó si acaso las cartas fundamentales tenían efectivamente valores, o más bien convenía hablar de principios. “Los valores, dijo, son entidades conceptuales objetivas, esenciales y binarias, todas características que se riñen con una discusión democrática pluralista. Mejor hablar de principios, que no son binarios, sino graduales, y deben convivir entre sí, como la libertad y la igualdad, por ejemplo”, sostuvo. A lo que el comisionado Gómez respondió: “la distinción entre valores y principios me resulta irrelevante”. Irrelevante no es lo mismo que inconveniente, de modo que si a alguno le molesta, parece que concluyó la mayoría, hablemos mejor de principios. Las preocupaciones que llegaron de los diversos centros de estudio con experiencia en estos temas se pusieron sobre la mesa, y como felizmente resultaron coincidentes, en su mayoría fueron incorporadas. Un punto conflictivo fue la posibilidad de discutir en estos cabildos el mecanismo para llevar a cabo la confección misma de la Constitución, porque según algunos ese punto podía robarse la película, y yo estimé que sin merecer estar al centro del debate, tampoco es justo que se le desaparezca. Concordamos, a propuesta de Gastón Gómez, que nuestra misión de observadores del proceso quedaría trunca si no recayera también en nosotros la responsabilidad de velar por sus conclusiones en la redacción del documento final llamado “Bases Ciudadanas para una Nueva Constitución”.

– Este no es el tiempo de hablar de la Constitución que queremos, sino de ir preparando el terreno para que todos puedan hacerlo con la tranquilidad de que no hay trampas en esta partida.

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