Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

20 de Marzo de 2016

Alejandro Almazán, cronista mexicano: “El cartel de Sinaloa es nuestra mayor transnacional”

Creció en un barrio violento y desde chico soñó con cubrir una guerra, pero nunca imaginó que sería en su propio país. Tiene más de 25 años de oficio, ha ganado tres veces el premio nacional de periodismo y sus historias sobre la guerra narco han sido premiadas en innumerables ocasiones. La crudeza que hay en su trabajo, es fruto de un país con una infinita capacidad para generar relatos asombrosamente trágicos: muertos descuartizados, muertos fundidos en ácido, niños que matan a otros jugando al secuestro exprés, mujeres sicarios que salen a disparar para ganarse la comida, narcopolíticos, narcocorridos, y excéntricos jefes de carteles devenidos en íconos pop. La narco cultura. “Pasan tantas cosas en México, que todo puede ser cierto”, asegura.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
Por

Alejandro-Almazán
La primera vez que Alejandro Almazán vio un muerto, tenía seis años. Había acompañado a sus hermanos a jugar fútbol, cuando se encontraron con un cuerpo tirado en la cancha, molido a batazos. Era el Oso, el matón del barrio que tenía a los vecinos clasificados entre simpatizantes y detractores. La segunda vez, fue frente a la tienda de abarrotes que su madre tenía en el barrio Arenal, ubicado en la periferia de Ciudad de México. Durante una fiesta callejera, mataron a un joven que minutos antes había pasado a comprar cervezas al negocio. Alejandro recuerda que un grupo le quitó las botellas y luego de reventárselas en la cabeza, le enterraron los golletes en el cuerpo. Nadie dijo nada.

-Cerramos la boca, los ojos y los oídos, no era bien visto ser un soplón -recuerda.

Alejandro no paró nunca de ver muertos. Con los años, se convirtió en un conocedor de muchas historias trágicas. Al almacén de su madre -que duró allí 25 años-, llegaba todo tipo de anécdotas. Acumuló tantas, que para nadie fue sorpresa cuando muchos años después, como periodista, comenzó a cubrir la violencia de la guerra narco. La crónica se había convertido en una forma de expurgar culpas.

-Contar sobre la violencia y la muerte, es contar sobre esos años viejos en los que me callé. Es como una especie de sanación mental, porque en su momento no pude decir las cosas -agrega.

¿Estudiaste comunicación pensando en contar estas historias?

No, pero sí quería cubrir una guerra, desde niño, aunque imaginaba que eso sería en Medio Oriente y no en mi país. Muchas de mis historias no las he buscado, simplemente aparecieron para ser descubiertas, y así me fui involucrando en la cobertura de la violencia.

¿Qué tan violento está hoy México?
México siempre ha sido violento, desde los aztecas, que cortaban cabezas para sacrificios. A mi barrio llegó en 1985 la cocaína y eso cambió la violencia. Ya no se ocupaban los puños, ni las botellas, sino que las pistolas y las metralletas. Eso mismo ha pasado en todo México. Somos un país bronco, muy agresivo, que se complicó mucho más con los carteles de la droga. Llegó un momento en que los narcos ya no te mataban de un balazo, sino que filmaban como te estaban cortando la cabeza y después subían el video a Youtube.

¿Dónde se nota esta naturalización de la violencia?
En el norte del país, hoy estás descubriendo historias grotescas. El año pasado, en Chihuahua, unos niños que estaban jugando al secuestro exprés, le sacaron los ojos y mataron a un amigo. Los chicos dijeron que no pensaban que eso le iba a causar la muerte. En esa misma ciudad, apareció hace un mes un asesino serial de homosexuales, y un chico de 14 años mató a su novia por celos. Es una locura, pero al gobierno no le interesa.

¿Cuántas víctimas hay en esta guerra que declaró el ex presidente Felipe Calderón?
Esta es una guerra absurda, hay gente que dice que hay 27 mil desaparecidos, pero también hay políticos que hablan de 300 mil. Hay un semanario que se llama Zeta, y ellos hacen un recuento, y han contemplado un mayor número de muertos en este sexenio, con Enrique Peña Nieto, que cuando Calderón desató la guerra.

¿Cómo se mata en México?

En México se mata descuartizando, cortando cabezas, colgando cadáveres en puentes peatonales, o deshaciéndolos en ácido, una técnica que acá se llama ‘pozolear’, palabra que viene de un plato típico de acá, el pozole. Hay muchísimo lenguaje que ha sido inventado a raíz de toda la violencia.

LOS NARCOPOLÍTICOS
¿En qué momento la violencia se salió de control?
Cuando el PRI (Partido Revolucionario Institucional) perdió la presidencia en el 2000, los políticos del partido vieron que iban a perder también un gran negocio, que es el narcotráfico. Y el propio PRI organizó un cartel, que es el de los Zetas, un grupo paramilitar que fue alimentado por los gobiernos ‘priistas’. Los zetas se convirtieron en el cartel más violento del país, porque tenían que generar rápidamente respeto dentro de las organizaciones. Ellos inauguraron este quinto elemento que yo llamo ‘la violencia infinita’. Rompieron los códigos que hasta ese momento tenía la mafia –con la familia no te metas-, y comenzaron a matar a los hijos, las esposas, y todo tipo de parientes. Luego, los carteles viejos, que habían mantenido su negocio a flote sin necesidad de tanta sangre, también le entraron a la violencia. Ahí fue donde se quebró México y ya no hubo reparos para matar a alguien. La gente se acostumbró a esa narrativa oficial que decía: “si está muerto, es porque estaba metido en algo”. Hoy los números dicen que la mayoría de los fallecidos y desaparecidos son inocentes, gente que no tenía nada que ver con el narco. Eso pasó hasta que Javier Sicilia, el poeta al que le mataron un hijo, salió a decir que acá estaban matando inocentes. Hizo una caravana de la dignidad y salió muchísima gente que tenía familiares desaparecidos.

¿Cómo es que los políticos terminaron vinculados a los narcos?

El gobierno mexicano siempre ha estado involucrado en los negocios del narcotráfico. A finales de los años 40, Estados Unidos tuvo una crisis de droga, sobre todo de heroína, porque cerraron Turquía y Afganistán. Entonces, el presidente Lázaro Cárdenas, que para los mexicanos es un ídolo, le rentó a los gringos un territorio para que sembraran amapolas. Eso fue en Sinaloa, con ayuda de chinos que les enseñaron a cocinar la planta, y el negocio siempre estuvo a cargo de militares.

Si ni los políticos ni los militares están interesados con acabar con el nacotráfico, ¿qué es lo que hacen?
Nada, la mayoría está metida. Nuestro mayor problema ahora en México es la credibilidad del político, nadie confía en ellos. Por eso ningún líder aparece diciendo que va a barrer con los narcopolíticos… La guerra lo único que ha dejado es un país quebrantado, miles de desaparecidos y muertos, y un par de ricos. Este conflicto no es realmente contra las drogas, sino más bien por el control de las drogas. Esta lucha también ha fragmentado el narcotráfico, antes había decenas de carteles, y hoy hay cientos de células. En Acapulco, que es nuestra ciudad más violenta en este momento, están matando a ocho personas al día. Ese puerto ahora tiene como 30 carteles que se están peleando por el mercado.

¿El gobierno organiza el narcotráfico?
Es una de las cosas que hemos pensado, que quieren hacer esta ‘paxnarca’, un pacto con ellos, para convivir como lo hacíamos en los 90: sabíamos que los narcos estaban allí, hacían de las suyas, pero no mataban a nadie.

Se habla de México como un Estado fallido.
Se habló mucho de este estado fallido por la desaparición de estos 43 chicos de Ayotzinapa. Nos dimos cuenta que la policía fue la que entregó a los chicos a los criminales. Ellos son parte del Estado mexicano, y eso es una muestra de lo fallido que estamos. Este es el peor Estado mexicano que hemos tenido.

¿Son todos malos en esta historia?

Sí. Tú le preguntas a un reportero a quién le tiene más miedo, al narco o al político, y te va a decir que al político. A los narcos mexicanos les encantan sus leyendas, es esta pinche gente que aspira a tener un corrido, y mientras más malos sean, pues más grande es su fama. La diferencia con el político, es que éste vive de su imagen, de su supuesta honestidad. Entonces, cuando lo exhibes atentas contra él. Los periodistas le tenemos más miedo a los narcopolíticos que a los narcos.

¿Te han amenazado?
Sí, tres veces. La primera vez fue en 2001, en un pueblo fronterizo. Fueron los Zetas. La segunda, fue en Ciudad Juárez, donde estaba haciendo un reportaje sobre feminicidios y me salí de mi círculo de confianza. Llegué donde unos tipos que mataban mujeres, pero me encontré con una amenaza. Me dijeron que sabían en qué hotel estaba y que si no me iba no respondían. Y la tercera, fue bastante fea. Fui a entrevistar a un sicario muy famoso en Sinaloa, Lino Portillo, que había matado a treinta y tantas mujeres en una hacienda, y durante toda la entrevista me dijo que el Mayo Zambada, el líder del cartel de Sinaloa, lo iba a matar. Publiqué la entrevista y en los tres días siguientes murieron 20 familiares de Lino y luego le dieron a él. A mí me llamaron para decirme lo mismo, y mis familiares tuvieron que moverse de la ciudad y yo me fui a un hotel, por seguridad.

NARCOCULTURA
¿Qué cosas buenas ha hecho el narco?
Lo único que el narco ha dejado en este país, es que en ciertas ciudades ha metido dinero: Acapulco, Mazatlán, Guadalajara, Tijuana, Ciudad Juárez. Varios de los pueblos importantes han sido construidos con narcodólares. Hacen de todo: gasolineras, hoteles, casa de cambio, cadenas de supermercados, concesionarias de autos, y constructoras. Si nosotros no tuviéramos el narcotráfico, Centroamérica empezaría en Tijuana, y estaríamos igual que Nicaragua, El Salvador, o Guatemala.

Los carteles se han transformado en empresas.
Yo me burlo mucho, digo que el cartel de Sinaloa es nuestra mayor transnacional. En la ciudad de Culiacán, donde residen la mayoría de los narcotraficantes famosos, tú sales del aeropuerto y durante un kilómetro sólo vez concesionarias de autos de lujo: está Jaguar, la Hummer, Audi, BMW, Mercedez Benz, entre otras. Esos tipos todos los días venden autos. Llega gente del campo, con sombrerito y todo, que luego se va en camionetas de 120 mil dólares, que pagan en efectivo.

¿Cómo vive el narco del siglo XXI?
Algunos están agarrando la moda de vivir en cerros, porque desde ahí dominan el horizonte para saber si van por él. Hay otros que viven en ranchos, como El Mayo Zambada, que es sabido que vive en una hacienda en Culiacán. Son cientos de hectáreas, como si fuera una ciudad.

¿Qué tan capitalista es el narco?

Los narcos no saben en qué gastar su dinero, se compran de todo, no les importa. En una tienda de discos, una vez vi a una chica decirle a su pareja -que era narco- que quería un disco de Pearl Jam, y el tipo los agarró todos, aunque fueran los mismos. Entre más riqueza muestran, para ellos es mucho mejor. Los narcos han creado una clase social, donde hay mucho dinero, pero donde todo es corriente: son del barrio alto, se compran un Ferrari sin problemas, pero el gusto no les da, por más que quieran mostrar abolengo. La camisa del Chapo es un buen ejemplo: por más cara que sea, él no luce la ropa.

¿Cómo se relaciona el narco con la elite?
Por el dinero. Ellos buscan a los ricos porque la clase alta es la que les lava las ganancias. Llegan con dólares y meten cinco o diez millones en empresas. La ambición no tiene límites, y mucha gente rica termina relacionada con ellos sólo porque quieren más dinero. En Tijuana pasó ese fenómeno. Allí estaban los narcos júnior, que eran pistoleros jóvenes que provenían de la clase alta de Tijuana, y que terminaron siendo los pistoleros del cartel de esa ciudad.

La omnipresencia del mundo narco.
Sí, están en todos lados. Pareciera que no, pero este es un país hasta cierto punto hipócrita, porque sabemos que hay muertos y desaparecidos, pero los ignoramos. Hay gente que se queja de las muertes y que en la noche se fascina con las narcoseries o los narcocorridos. Acá, donde la doble moral está permitida, los narcos han encontrado su agosto, ayudados por el gobierno mexicano, que es el que controla el negocio.

¿El narcocorrido es como el medio de comunicación del narco?

Los corridos mexicanos surgieron en la revolución, hablaban de guerra, pero también de si Adelita se fuera con otro, o de la cucaracha que no puede caminar… después vinieron los corridos que tenían que ver con la historia de los mafiosos, los primeros surgieron en los 70. Esos no eran como los de ahora, que dicen que traen un R-15, que han matado a 20, y que corta cabezas. Chalino Sánchez, un sicario que se volvió cantante, hizo mucho de los temas que retratan al cartel de Sinaloa. Contaba historias, pero no glorificaba. Ahora, los corridos se desviaron. Cuando empezó la guerra, esas canciones comenzaron a santificar y a venerar. La gente terminó comprando todo, sintiéndose narcotraficante. En Cualiacán, a las personas así les dicen que están ‘enfermos de mafia’.

¿Cómo si fueran parte de una película de acción?
Yo digo que tienen el síndrome Soprano. Esa gente que se siente enferma de mafia terminó adoptando los narcocorridos como un vínculo entre los narcos y ellos. En todo el país escuchas narcocorridos, es la música de moda. Todo el mundo se siente narco, se sienten chingones.

Pero ser narco muchas veces es poco glomoroso, hiciste una crónica que se titula ‘El narco sin suerte’. ¿Cómo es ese mundo de fracasados?
El narco sin suerte es un amigo mío, sigue en el negocio y le está yendo bien. Es el común denominador de la mayoría de los chicos, pero no se dan cuenta. A la mayoría de los sicarios les dan un auto y unas pistolas, pero eso es todo, son muy pobres. Viven en casas de tres por tres, donde apenas caben los humanos, pero manejan una camioneta que vale 100 mil dólares. La droga no es negocio si no eres capo, porque te terminan matando. La vida de los sicarios es muy jodida, hay un viejo adagio en Sinaloa: más vale cinco años de rey, que cincuenta como güey.

EL CHAPO
¿Cómo es que El Chapo se transforma en rey?
Porque uno de sus tíos ya estaba metido en el negocio, se le hizo más fácil. Sufrió, pero no como la mayoría de los chicos. El Chapo se ha transformado en un antihéroe, es responsable de mucha de las muertes de este país, no es una buena persona. Yo no sé si él le ha disparado a alguien, pero sí estoy seguro de que ha ordenado todo este caos.

¿El Chapo buscaba ser famoso?

Le interesaba. Yo creo que le pasó lo mismo que a Diego Maradona: el nombre fue tan grande, que ya no le quedó. El Chapo no tuvo la suficiente inteligencia para separar su vanidad del negocio, y alguien terminó entregándolo porque se había convertido en un riesgo para el negocio. Se exhibió mucho, era un exceso de personalismo. Kate del Castillo escribió una carta el fin de semana donde contó su versión, y es la de una chica que se asustó, pero que sabía que estaba frente a una gran historia que quería contar. Por lo que dice, el Chapo traía este rollo de la vanidad brutal, de querer hacer la película y estar dispuesto a ceder todos los derechos para que contaran su historia. Se creyó Robin Hood o Pancho Villa.

¿Quería tener un romance con Kate del Castillo?
El Chapo se ha acostado con la mujer que quiere, pero Kate cuenta que no pasó nada, que incluso le dijo que él no solía dormir en el mismo lugar donde lo hacían sus visitas, por una cuestión de seguridad. Seguramente, al Chapo le gustó Kate, una de las notas que salieron después de su detención decía que se había operado los testículos en Tijuana, para tener mejor rendimiento sexual.

¿Qué te pareció la entrevista que le hizo Sean Penn?
A todos nos ganó Sean Penn. Más que una entrevista, ese texto es el testimonio de él, pero bueno, cada quien escribe lo que quiere. Es una mierda, pero es un documento histórico, tendrá su lugar. A Sean Penn se le crucificó desde la envidia. Mostró que se podía llegar al más buscado sin problemas y desnudó a las autoridades mexicanas, las dejó en ridículo.

¿Cómo hubiese cambiado esta historia si el Chapo hubiese aparecido muerto?
La gente no lo habría creído. Se hubiera vuelto un santo. La mayoría de los mexicanos creen que el Chapo pelea contra el sistema, pero no se dan cuenta que el Chapo es parte del sistema. Por eso se ha convertido en ídolo. Si lo hubieran matado, toda la gente que lo idolatra lo habría canonizado, y hoy tendríamos a San Joaquín. La historia, sin embargo, es diferente. Un abogado y su esposa dicen que el Chapo quiere la extradición, y una hija, dice que no. Yo creo que no le convendría irse a Estados Unidos, pero va a terminar allá. Ahí se acaba su leyenda.

¿Y qué pasa con el cartel de Sinaloa?
Todo sigue igual. Hablé con gente de Culiacán y me han dicho que todo está normal, no ha cambiado nada. Si tumbas a gente como el Chapo no cambia nada en México, siempre hay un sustituto. El cartel sigue operando, nunca le avisaron a sus clientes que estaban cerrados porque el director general estaba en la cárcel: estos güeyes siguen haciendo sus negocios, con o sin el Chapo.

Si agarramos las mafias del mundo, ¿en qué nivel está el cartel de Sinaloa?
Está en los primeros lugares. Me lo imagino en la misma mesa con los Yakuza, los rusos, y la mafia italiana. Son las grandes ligas. El cartel está en cerca de 78 países y tiene muchos contactos con otras mafias, la de las armas, la de la trata de blancas, la del petróleo. Hay un rumor que dice que detrás del apoyo al Chapo hay petroleros metidos. Pasan tantas cosas en México, que todo puede ser cierto. Esto podrá dar risa, pero un día un amigo me contó que el Chapo le regalaba libros a sus sicarios y me enseñó uno que estaba dedicado de su puño y letra: era ‘La virgen de los sicarios’. Me pareció alucinante.

¿Es verdad que el Chapo le declaró la guerra a Isis?
No, eso no es cierto. Salió una nota, pero no encontré la fuente. Son de esas noticias que abundan en Facebook, pero que son mentiras. ¡Qué va a andar amenazando a Isis! La pinche mafia está metida en otras cosas, y si tiene alguna relación con ellos, lo más seguro es que sea comercial. O sea, enemigos no pueden ser.

Notas relacionadas