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Opinión

23 de Marzo de 2016

Columna: La boleta a Longueira

* Desde que inicié mis declaraciones sobre lo que me tocó ver en la UDI, siempre dije que el verdadero servicio público lo había conocido en los actos de Pablo Longueira, un hombre que, a diferencia de sus pares, no esperaba jamás una cámara de televisión que mostrara su trabajo a los “votantes”. Esta simple […]

Lily Zúñiga
Lily Zúñiga
Por

piñera longueira

*

Desde que inicié mis declaraciones sobre lo que me tocó ver en la UDI, siempre dije que el verdadero servicio público lo había conocido en los actos de Pablo Longueira, un hombre que, a diferencia de sus pares, no esperaba jamás una cámara de televisión que mostrara su trabajo a los “votantes”. Esta simple forma de actuar me llevó a seguirlo, así como a muchos que hoy, ante su partida, se sienten huérfanos del real proyecto de la UDI. Reconozco que quisiera verlo demostrando su inocencia, y que esa frase tan comentada, “soy un hombre honesto”, la siento real. Pero también sé que no debo cegarme ante los antecedentes conocidos, que hicieron desconocer a este líder de pobladores, jóvenes e idealistas.

Pero más allá de los posibles delitos cometidos por Longueira, que si se confirman espero sean sancionados como se debe, se me presenta una maléfica duda que no puedo dejar de exponer.

Hace algunas semanas empecé a seguir atentamente varias declaraciones de parlamentarios gremialistas donde reconocían, a través de frases que ya no buscan la sutileza, que la “UDI actual se acabó”, que “estamos en la peor crisis de la historia de la UDI”, que “esto es más duro que el caso Spiniak y el asesinato de Jaime Guzmán”, que se necesita cambiar todo o la UDI morirá. Como broche de oro a estas declaraciones, un drástico Hernán Larraín solicitó, a través de la prensa, que Longueira y su defensa hicieran llegar los antecedentes al partido para conocer en detalle su situación… Una “pedida de explicaciones” así de pública y clara a uno de los líderes históricos, es algo jamás imaginado al interior de ese partido. Claramente, algo había pasado en la UDI. Algo había cambiado.

A modo de ejemplo, una de las frases que siempre rondaba por los pasillos de la casona cuando alguna declaración de Longueira o Novoa molestaba o inquietaba a la directiva o a altos dirigentes, era: “¿Y quién se atreverá a decirle que la cagó? Nadie”. Y cuando se contraponían opiniones a raíz de los dichos de uno de estos próceres, siempre las discusiones terminaban igual: “Pero si es Pablo Longueira, puede hacer lo que quiera, nadie lo va a llamar para retarlo”. Y lo mismo con Jovino.

¿Pero qué diferencia a este caso de los de Orpis y Novoa, los otros dos emblemáticos involucrados en esta crisis? Recuerdo con vergüenza cómo el partido salió en manada a defender a Jovino Novoa, blindado por senadores, diputados y dirigentes históricos. Aún no borro de mi mente esas llegadas a tribunales con los primeros rayos de luz, escoltado por dirigentes como Ernesto Silva, en ese minuto presidente de la UDI, Juan Antonio Coloma o Patricio Melero, expresidentes, o Domingo Arteaga, un hombre de palabra y poder en las cúpulas del partido, entre otros conocidos dirigentes mezclados con jóvenes y hombrones que desde el inicio de esta gran investigación han cumplido el rol de guardaespaldas de estos “señores”. O las infinitas filas de automóviles que llegaron a la Clínica Las Condes a visitar a Jovino cuando tuvo su “descompensación” durante su primer juicio de formalización.

¿Y por qué a Longueira lo vimos solo en la sala de prensa de la casona central de la UDI? ¿Por qué lo acompañaron apenas sus hijos y un grupo de jóvenes que tímidamente lo recibieron y alentaron durante su conferencia? ¿Dónde estaban los destacados “escoltas” que se dejaron ver una y otra vez al lado de Novoa? ¿Dónde estaba el presidente de la UDI, quien horas antes había “solicitado” los antecedentes a Longueira tal como si se tratara de un padre a su hijo? ¿Por qué durante estas semanas NADIE de la UDI defendió al líder que aún, aunque temblorosamente, seguía de pie, y solo una inesperada columna en El Mercurio mostraba al Pánzer prestándole ropa a su par de oposición?
Las respuestas baratas son varias. Según algunos, así lo había pedido el propio Longueira; según otros, Pablo habría escuchado a Lavín, presunto autor intelectual de esta sacrificada puesta en escena porque según su “conocimiento” comunicacional Pablo debía y quería proteger a toda costa la imagen del partido.

Pero en el mundo real de la UDI esto no es normal. Y por más que quieran disfrazarlo como una pensada estrategia comunicacional, a mí no me cuadra. Creo que este impasse judicial de Longueira está siendo utilizado para pasarle la cuenta por tantos dolores de cabeza que les hizo pasar a los timoneles, y a la vez para abrirles finalmente el camino a las nuevas generaciones.

¿No suena extraño que justo ahora se estén levantando con energía los nombres de los ya añejos “jóvenes” de la llamada renovación de la UDI? ¿Es puro idealismo que Jaime Bellolio diga en una entrevista dominical “que Pablo Longueira haya renunciado le da oxígeno a la UDI para poder hablar temas distintos a los judiciales (…) La ciudadanía exige gestos concretos”? ¿Por qué para Bellolio es ahora y no cuando Novoa, Moreira, Orpis, Von Baer, entre otros, estaban siendo arrinconados por los casos Penta, Corpesca o SQM?

Para mí la respuesta es simple: cayó Novoa, pero dejó herederos activos y ambiciosos que jamás podrán brillar por sí solos mientras Longueira exista. Así, había que dejarlo desangrarse frente a todo Chile para asegurarse de que estaba muerto, y que a ese cadáver no le sostendrían la mano las antiguas generaciones porque estaban esperando ver exactamente lo mismo, escondidas como ratas en el Congreso a la espera del último suspiro de Longueira.

Para todos ellos, esto es lo mejor que puede haber pasado. Incluso para “El Padrino”, que tanto odio le tomó a Longueira luego del caso Spiniak; o para Hernán Larraín, que no soportaba la idea de que Pablo pudiera ser candidato presidencial, menos autoproclamarse como tal; o para Coloma, que fue humillado el 2010 en el Consejo de Las Termas de Cauquenes por el emblemático, respetado y temido Longueira, quien desarmó en segundos su directiva y le ordenó que entraran los coroneles.

Para todos ellos, esta es finalmente la “boleta” que muchos querían pasar. Claro que, ahora, tienen dos problemas. El primero es que la UDI que aspiran a liderar, efectivamente, ya murió, se acabó, y todos sus tripulantes con ella. El segundo es que en política hay muertos que respiran, y por lo menos Pablo Longueira anunció que va a volver. Conociéndolo, así lo hará.

*Ex jefa de prensa de la UDI.

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