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Poder

23 de Abril de 2016

Jorge Arrate, ex ministro de educación de Aylwin: “Yo no quería que él fuera el candidato”

Antes de entrar en política, Jorge Arrate fue alumno de Patricio Aylwin en el Instituto Nacional y luego se repitió el plato en derecho en la Universidad de Chile. Más tarde, se transformó en un reconocido opositor al rol que jugó el entonces presidente de la DC, durante la negociación con Salvador Allende, semanas antes de la dictadura. Eso, sin embargo, no fue impedimento para que a fines de los 80 ambos lucharan por derrocar a Pinochet y luego Arrate se convirtiera en su ministro de Educación, siendo un fiel defensor de su gestión. “El gobierno de Aylwin es el que me merece menos críticas de todos los gobiernos de la Concertación”, argumenta hoy.

Por

Arrate

¿Qué imagen tenía usted de Patricio Aylwin a mediados de 1973?
La de un político democratacristiano que, junto con Eduardo Frei padre, tuvieron la responsabilidad de no haber facilitado el diálogo con el presidente Salvador Allende. Yo tenía una fuerte crítica a lo que había sido la actuación de Aylwin.

¿A la actitud golpista de Patricio Aylwin?
No me atrevería a decir que él era partidario del golpe. Lo que sí me atrevería a decir, es que su conducta política favoreció a quienes querían un golpe de Estado, que son dos cosas distintas. Luego, en la dictadura, todos hicimos un proceso y por eso nos reencontramos. La izquierda no pudo hacer más en Chile. Por una parte, los que eran partidarios de la vía militar lo intentaron, pero no tuvieron éxito. Y los que considerábamos que lo mejor era la vía política, tuvimos cierto éxito, pero en el resultado final estuvimos muy lejos de lo que queríamos. Era evidente, entonces, que teníamos que superar rencores y diferencias, y eso hicimos.

¿Qué representaba Aylwin a comienzos de los 90?
Era una figura bien compleja y polémica. Ahora, ¿quién no ha sido complejo y polémico en los últimos 50 años? En general, todos quienes participamos en política en esa época, lo hemos sido, y Patricio Aylwin particularmente más, porque tuvo roles estelares en los dos momentos que marcó el hito del golpe militar. Eso le da un carácter especial. Yo era el jefe de uno de los sectores en los que estaba dividido el Partido Socialista en ese entonces –el PS Arrate- y yo no quería que él fuera el candidato. Nadie en el PS creía que fuera el nombre adecuado, pero nos sometimos a lo único que generaba consenso. Después, en su gobierno, fui presidente del Partido Socialista unificado y luego ministro de Educación. Más allá de las limitaciones que tuvo la transición chilena, en la que todos los dirigentes tenemos responsabilidades –unos más, otros menos-, las características humanas de Patricio Aylwin fueron una contribución al momento que vivía Chile.

¿Qué lo llevó a convencerse de que él era el candidato?
Conversando con algunos compañeros socialistas, un día salió el tema de que si no iba Aylwin íbamos a tener dos candidatos, y esa no era opción para ganar. Así que lo proclamamos, y a partir de ahí me jugué por su candidatura y luego fui de una lealtad a toda prueba a su gobierno. En ese tiempo, no existían las veleidades de hoy, ni los díscolos, todos estábamos detrás del primer gobierno de la transición.

¿Cómo recibía las críticas Aylwin?
Él era una persona muy abierta, era un Presidente que mantenía una distancia con los jefes de los partidos, que tenían un rol más alejado de la presidencia. Después, cuando fui ministro de Educación tuve un problema serio, cuando tuve una huelga de los profesores y el ministerio de Hacienda no me daba plata. Ahí fue bien complicado, pero don Patricio ayudó para que Hacienda soltara el dinero.

¿Aylwin fue un buen presidente?
El gobierno de Aylwin es el que me merece menos críticas de todos los gobiernos de la Concertación. Era un momento difícil, pisábamos sobre huevos, Pinochet aún era comandante en jefe del Ejército, Chile estaba recién insertándose en la comunidad internacional, las fuerzas armadas estaban íntegras… considerando esas condiciones, yo valoro mucho algunas cosas que hizo Aylwin, particularmente el Informe Rettig.

¿Fueron demasiado cautelosos?
La transición chilena se caracterizó por una prudencia que, cuando la miro 30 años después, me parece exagerada. Es como ser general después de la batalla, porque en ese momento yo compartía esa mirada de cautela, apoyé a Aylwin en sus emprendimientos y traté de ser un socialista leal al programa de gobierno. Asumo, entonces, la responsabilidad que tengo en eso. Hay que ver también los grises de la historia. Recuerdo que cuando fue el ‘Boinazo’, cuando Aylwin estaba fuera de Chile, él rechazó con absoluta claridad la indisciplina del Ejército, mientras que acá todo el gobierno estaba más vacilante.

En una entrevista, Aylwin dijo que en su gobierno Pinochet no fue un obstáculo.
Se equivocó, los políticos nos equivocamos a veces. Pinochet sí fue un obstáculo durante el gobierno y lo siguió siendo por mucho tiempo.

¿Qué fue lo más negativo de su gobierno?
Se dejó pasar el tema de las privatizaciones, que a mí me parece que es lo más objetable de lo que se hizo en ese tiempo. Deberíamos haber perseverado en eso, pero también asumo mi responsabilidad, todos los que estábamos en el gobierno deberíamos haber empujado en esa dirección. La economía fue tratada con cautela, lo mismo que la relación con los empresarios y los temas laborales. La discusión sobre el sistema político fue persistente, en cambio, en economía esto siguió un solo curso. Eso es lo que quizás ha hecho que se le achaque al gobierno de Aylwin una responsabilidad en la consolidación del modelo de mercado.

Hay nuevas generaciones políticas que justamente han quebrado con el legado de Aylwin y que han sido muy críticos de esa cautela.
Encuentro natural la crítica, porque yo también lo soy. Deberíamos haber sido un poco más audaces, nos acostumbramos a pisar en terreno firme. Pero también creo que ellos tienen una limitación, que no es su culpa, que es que no lo vivieron. Desgraciadamente, este es un argumento atroz, pero los que pisábamos huevos a comienzos de los 90, habíamos expuesto la vida entre el 70 y el 73, y muchos de los nuestros la habían perdido en el intento.

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