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Mundo

4 de Mayo de 2016

Lápiz y papel: Cómo saber si usted es un viejo verde

"Muérdase la lengua cada vez que quiera echarle un piropo a una jovencita. No lo haga. Aguántese las ganas. No la va a halagar, como usted cree. Si no se aguanta, entonces no la piropee con lascivia sino con la más suprema elegancia verbal. Con gesto de distante admiración. Con la cortesana modestia de quien se dirige a una majestad", escribre la columnista.

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“¿Qué hombre, al mirarse al espejo y descubrir que los años han pasado, no añora las proezas de su juventud? ¿Qué viejo, entonces, puede no ser un viejo verde? Imagino, sinceramente, que ninguno. Por lo tanto, la única manera de no ser un viejo verde es aparentar no serlo. Lamento decirlo, pero creo que no hay otro remedio”, afirma Marianne Ponsford en un artículo que escribe para Vice, en donde da cuatro consejos para no pasar por un más de este pelotón, así saber si efectivamente se pertenece al denostado grupo.

“Lleve el pelo corto. Usar coleta con el pelo entrecano es presagio de desastres. Y asegúrese de ir siempre impecablemente rasurado. Como un lord”, dice la columnista.

Otro consejo es no usar camisetas de manga corta. “Use siempre una camisa sobria, bien abotonada, debajo de la chaqueta. Y abandone los tenis y, preferiblemente, los jeans también, a menos que los lleve con zapatos de cuero marrón”.

“Lo tercero, si nota que con frecuencia se le van los ojos en la dirección equivocada, si nota que la mirada se le desliza inevitablemente hacia las protuberancias femeninas cada vez que conversa con una mujer joven, use gafas de sol. Si está lloviendo y se siente ridículo, aprenda a mirar con disimulo. Ante todo, que no se le note nunca, por favor. A las mujeres hay que mirarlas a los ojos. Sobre todo si ellas lo están mirando a usted”.

Finalmente, Ponsford apela al lenguaje. “Muérdase la lengua cada vez que quiera echarle un piropo a una jovencita. No lo haga. Aguántese las ganas. No la va a halagar, como usted cree. Si no se aguanta, entonces no la piropee con lascivia sino con la más suprema elegancia verbal. Con gesto de distante admiración. Con la cortesana modestia de quien se dirige a una majestad”.

 

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