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Cultura

25 de Mayo de 2016

Un caimán con barbas y cincuenta años de edad

La historia de El Caimán Barbudo –“La revista cultural de la juventud cubana”, como se autodefine– es un caso particular: ha debido adaptarse a los distintos ciclos de la Revolución, pero también ha sabido sobrevivir a cada uno de ellos. Subvencionado por un régimen que envejece, logró mantenerse joven y ser un refugio para vanguardias artísticas y literarias. Este 2016 celebra su 50 aniversario y Rafael Grillo, su jefe de redacción, repasa en este artículo para The Clinic su itinerario de luces y sombras, así como su inevitable mutación ante las nuevas tecnologías y la apertura al mundo –también inevitable– de la sociedad cubana.

Rafael Grillo
Rafael Grillo
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Lectura de foto: Edición de 1987 censurada por la caricatura de Fidel Castro.

Dirán los zoólogos que ahí no hay noticia porque la longevidad es habitual en esta clase de reptiles. Y un ejemplar con barbas podría ser rareza excepcional sólo apta para circos. Tal vez si aclaramos que la presunta bestia habita en Cuba, algún socarrón haría bromas de si tanto está rebajándose la edad aquel fogoso líder que descendió de la Sierra con un ejército de barbudos en 1959, y es hoy jerarca añejo que en este 2016 se convierte en nonagenario.

Pero el fenómeno aludido ni es animal verdadero ni es Fidel Castro, aunque alguna relación tenga con ambas cosas. El Caimán Barbudo es una publicación cultural fundada en 1966, de las más persistentes en el tiempo y también de las más significativas dentro de la isla. Su nombre parte del enlace de la imaginaria semejanza entre ese territorio caribeño y la morfología del lagarto de marras, con la épica real en que se gestó, justo en los preludios de la Revolución Cubana.

Parte yo mismo, como su jefe de redacción desde 2004, de esta ya dilatada historia, suelo hacer una recomendación a los interesados en los avatares de la política cultural en Cuba durante el último medio siglo: revisen el itinerario de El Caimán Barbudo. Todo puede hacerse visible desde ahí: cualquier leve oscilación o molinete brutal, ascensos y caídas de personajes, cambios en lo social o desplazamientos simbólicos, los giros del discurso ideológico, y distintas épocas: las de luces y las de sombras.

Cuando nació a mediados de los 60, fue un semanario del diario Juventud Rebelde, medio oficial de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC); cambió a frecuencia mensual y luego tuvo vida un poco más independiente bajo la cortina del Ministerio de Cultura en los ochenta; estuvo a punto de extinguirse tras la caída del Muro y la severa crisis económica que asoló el país en los años 90, pero renació convertido en bimensual y vuelto parte, desde entonces, de la Casa Editora Abril, un conglomerado de producción de libros y revistas regido por la misma UJC.

Tantos vaivenes provocan que suela hablarse de la revista según sus distintos momentos: el Caimán de los fundadores, la Segunda Época, etc. Al Caimán inicial se le atribuye el haber establecido la Primera Generación de Escritores de la Revolución. Su alumbramiento vendría a cubrir un vacío dejado por la clausura de Lunes de Revolución en 1961. Aquel suplemento cultural del periódico Revolución, donde publicaban Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández y otros escritores ya visibilizados antes del parteaguas de 1959, había tenido un explosivo final luego que Fidel Castro pronunciara en la Biblioteca Nacional sus Palabras a los intelectuales, que contienen la famosa frase: “Dentro de la revolución todo, contra la revolución ningún derecho”, aceptada como programática de la política cultural del proceso revolucionario cubano.

Al Caimán Barbudo le tocaría conservar el halo de frescura e irreverencia todavía atribuible a la gesta cubana a mediados de los 60. Y el puñado de escritores debutantes que ideó la revista —encabezado por Jesús Díaz, Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera, entre otros— hizo una interpretación propia, juvenilmente ingenua, de las demandas del momento: lanzó un “Nos pronunciamos” declarando que no haría poesía “a” la Revolución” sino “desde” la Revolución, porque “una literatura revolucionaria no puede ser apologética” y “existen, existirán siempre, conflictos sociales: una literatura revolucionaria tiene que enfrentar esos conflictos”.

Pero los límites de lo aceptable estaban ya prefijados y de una manera distinta; por ello los fundadores vieron su creación escapárseles de las manos tras apenas dos años y diecisiete ediciones. Una polémica entablada en las páginas de la revista, más tarde reconocible como prólogo del sonado “Caso Padilla”, engendró un relevo forzado de plantilla en 1968, y el advenimiento de una Segunda Época que se encaminaría dócilmente hacia las coordenadas traídas por el Quinquenio Gris (1971-1976). A partir de 1971, se dan los casos de censura al libro Los pasos sobre la hierba del escritor Eduardo Heras León (por un supuesto tratamiento antiheroico del combatiente revolucionario) y a una edición ilustrada por Servando Cabrera (por el homoerotismo de su pintura); y se refleja la imposición a nivel nacional del realismo socialista y la sovietización de los temas; así como la rebaja de lo artístico al movimiento de aficionados en los colectivos laborales…
Aparece un Ministerio de Cultura en 1976, que propicia cierta autonomía de la cultura frente a la política. Hora de refulgir un nuevo Caimán, eco de un renacer de la creación cubana en la literatura, la plástica, el teatro y el cine. No sin enfrentar oposiciones, pero la revista, con el aporte de Eliseo Alberto Diego, Leonardo Padura, Víctor Rodríguez Núñez y otros, devenida promotora del conflictivo rock y de las vanguardias artísticas universales, toca el cénit de aceptación y pasa a ser la publicación cultural referente en la década del 80.
El derrumbe del campo socialista dejó a Cuba sin casi luz en las viviendas y ningún papel para revistas. El Caimán entró en el Libro Rojo de las especies amenazadas y sólo logró salir de ahí hacia el segundo lustro de los 90. El nuevo team, comandado por Fernando Rojas —hoy viceministro de Cultura— enfrentó la estampida de los balseros y el resquebrajamiento de la “moral revolucionaria”, con un reforzamiento del discurso nacionalista y campal batalla contra “consumismo”, “nuevos ricos”, “banalizaciones” y “posmodernismos”. A favor de las dentelladas con que el saurio de ese momento se enfrentó a algunos sectores de la joven intelectualidad, cabe decir que alentó el debate de un modo poco visto en una isla caracterizada por los silencios.

El siglo XX cubano acaso termina con la visita del papa Juan Pablo II en 1998, cuando este dice “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”; pero, igualmente, acaso el nuevo siglo empieza con otro enfrentamiento entre la isla y EE.UU., esta vez por el regreso del niño Elián González. Entre esos polos, de apertura y de recelo, transcurre la primera década del XXI. Para el Caimán Barbudo acontece el estreno de su versión para internet, la necesidad de adaptarse al entorno de las nuevas tecnologías y el reacomodo de sus contenidos para un público ya no sólo nacional sino también global.

La transición entre dos ciclos históricos, del país y dentro de la propia revista —llega un nuevo director, Fidel Díaz Castro—, trae consigo una etapa de languidez, donde es arrinconada además por el mayor dinamismo impuesto por otras revistas culturales (La Jiribilla, Temas, La Gaceta de Cuba). Para la fecha de mi ingreso al Caimán, se imponía un replanteamiento. ¿Qué hacer?, se preguntó Lenin, y lo mismo yo, al ser colocado en el puesto estratégico del jefe de redacción. No en broma digo que me sirvieron bastante todos los años en que fui machacado con estudios de marxismo. La clave estaba ahí, en el Materialismo Dialéctico y su Ley Tercera. Ley de la Negación de la Negación: a la Tesis sigue la Antítesis, y a esta la Síntesis. ¿Por qué no intentar un Caimán de la Síntesis? Que según el Anti-Dühring de Engels significaría “recoger lo positivo de todos los momentos anteriores”.

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Lectura de foto: Primer número de El Caimán Barbudo (1966).

En ese empeño “filosófico” nos abocamos desde entonces los miembros del colectivo. En la letra parece fácil, pero en realidad resulta complicado pretenderse al unísono irreverente y concienzudo, polemista y equilibrado, asequible y sesudo, adulto y juvenil, nacional y universal, de papel y en la nube digital.

Para enfrentar a “la competencia”, marcamos rumbo divergente: si ellas son más bien revistas de crítica y ensayo, elegimos una jugada periodística, desde un enfoque ampliado de lo cultural y prestando mayor atención a la repercusión en lo social de los eventos artísticos, con la búsqueda de un estilo tendiente al llamado “periodismo narrativo” (o literario). En el terreno digital se marchó a contracorriente de la tendencia imperante, al poner un mayor énfasis en la producción de contenidos para la web antes que en su salida por la edición impresa; además, actualizamos la plataforma tecnológica primero que los demás. Por tales innovaciones dentro del contexto mediático nacional, El Caimán Barbudo recibió el premio Palma Digital en 2013.

Otro orgullo acumulado en esta década previa a cumplir los 50, es el peso vuelto a ganar por la revista en tanto espacio de entrada a los valores emergentes de la creación nacional. En las páginas del Caimán se entrevista primero al laureado en un concurso para menores de 35 años que al Premio Nacional de Literatura. Casi todos los triunfadores de los últimos certámenes literarios nacionales se vieron publicados por primera vez en la revista. También, la actual mayoría de firmas que colaboran aquí, son egresados recientes de las escuelas de periodismo.

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Lectura de foto: Un número que abordaba temas como la música de cubanos en Miami y la Feria del Libro de Antofagasta, Chile.

Sin embargo, muta el mundo, gira la isla. Cambios han ocurrido en el presente y se esperan los por llegar. Sobre todo, la presumible vuelta de tuerca a las relaciones entre Cuba y Estados Unidos que comenzó a cocerse el 17 de diciembre de 2014, despierta interrogantes. O el recambio generacional inevitable en la cúpula dirigente del país. Aunque otras circunstancias estén gravitando ya, como la aparición de un sector privado y de una juventud desasida de los procesos vividos en la isla durante el último medio siglo.

¿Podrá el viejo cocodrilo, desde su esquema de medio supeditado a una institucionalidad política y cultural, sobrevivir al ímpetu de jóvenes periodistas y escritores que pueden ya fundar sus propios medios con el auxilio de internet y las nuevas tecnologías? ¿Hasta cuándo podrá sostenerse, dentro de la naciente mentalidad de mayor pragmatismo económico, un medio subvencionado como este? ¿Qué adaptaciones en lo ideológico, o mutaciones simbólicas, habrán de producirse para que el saurio logre nadar en unas aguas cambiadas?
Todavía sin respuesta para esas preguntas, me pongo en el lugar de un Caimán Barbudo que pide le dejen disfrutar la hora de cantar el cumpleaños feliz y apagar las cincuenta velitas.

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Lectura de foto: Una de las últimas ediciones. Llamó la atención por referirse al lesbianismo en las canciones de la Nueva Trova.

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