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Opinión

2 de Junio de 2016

Editorial: La pastelera

Me ha tocado constatar en actividades culturales y diálogos de distinto tipo, en muy dispares ciudades de Chile, que la crispación de los discursos virtuales desaparece frente a frente. La gente no se grita, no se insulta, no se agrede en cuerpo presente, como sí sucedió hasta muy avanzada la Transición. La gobernabilidad se halla en crisis, pero no la convivencia.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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EDITORIAL-649
Se está desgranando el choclo. Según la última encuesta Adimark (juguemos a creerle a las encuestas), el 16% de la población apoya a la Nueva Mayoría y el 18% a Chile Vamos. Entre un 70 y un 80% rechaza a ambas coaliciones. Es decir, un acuerdo entre los dos principales conglomerados políticos del país apenas representaría a un 34% de los chilenos. Están abandonando sus partidos algunos de sus militantes emblemáticos: Pepe Auth dejó el PPD, René Saffirio la DC, José Antonio Kast la UDI, y Ossandón ya amenazó con que si RN seguía inflándole la cambucha a Sebastián Piñera en lugar de quedarse callada antes de ver los resultados de la primaria presidencial, él también se mandaría cambiar y competiría por fuera. Circulan rumores de que en los próximos días podría haber nuevas renuncias en varios partidos del “duopolio”, como bautizó a estos exgrandes conglomerados el candidato Marco Enríquez-Ominami, hoy también caído en desgracia. De la política de los acuerdos pasamos a la política de los desacuerdos.
Revolución Democrática abandonó el gobierno con bombos y platillos. “No somos de la Nueva Mayoría”, aclaran, como si al pregonarlo dieran una prueba de limpieza. Son cada vez más los que se definen por lo que no son que por lo que son, por lo que detestan que por lo que desean. Un amplio sector de la Izquierda Autónoma se distanció de Gabriel Boric, su figura más emblemática, entre otras razones porque rechazan su política de alianzas. Unos dicen que se acercó demasiado a RD, otros se quejan de su cacicazgo. La Reforma Educacional que se echó a andar para satisfacer las demandas del movimiento estudiantil que llegó a la gloria el 2011, es detestada por el movimiento estudiantil del 2016. Algunos de sus miembros dicen que no dejarán gobernar hasta que se les dé en el gusto, pero yo tiendo a pensar que no hay manera de darles en el gusto. Los escolares reunidos en la ACES pelean con los de la CONES, y no vaya a pensarse que son unos de derecha y otros de izquierda, nada de eso, son ambos de izquierda, sólo que mientras más de izquierda se es, menos de acuerdo se está. Eso de andar coincidiendo con otro es de un amarillismo inaceptable, propio de cobardes o vendidos. Es de suponer que muy pronto explotará la Nueva Mayoría. Si no aparece luego un candidato que le prometa mantenerse en el poder, podría tener sus días contados. Son los propios miembros de la Nueva Mayoría los que se encargan de decir que la Nueva Mayoría gobierna mal. Todas las ratas están escapando de sus botes. Cada cual nada para su lado. Es bastante evidente que agoniza el ordenamiento político de los últimos 26 años, ése que llevó a la Concertación al gobierno como auténtica expresión de una mayoría social. A un cierto punto, seguir bombeándole el pecho para que respire, equivaldrá a charquear un cadáver. No es extraño que de todo lo encuestado, lo que más simpatía concite sea el proceso constituyente, especialmente entre los jóvenes (25-35), donde su apoyo llega al 83%. Me ha tocado constatar en actividades culturales y diálogos de distinto tipo, en muy dispares ciudades de Chile, que la crispación de los discursos virtuales desaparece frente a frente. La gente no se grita, no se insulta, no se agrede en cuerpo presente, como sí sucedió hasta muy avanzada la Transición. La gobernabilidad se halla en crisis, pero no la convivencia. Urge conversar para saber en qué estamos, qué queremos, adónde vamos. No está sucediendo al interior de los partidos, no al menos de los viejos, y los nuevos se apuran en ser viejos. Con el choclo desgranado es que tendremos que cocinar la pastelera.

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