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Cultura

23 de Junio de 2016

Menos #Squirting y más #EyaculaciónFemenina

¿Seré acaso, Dios mío, un machista involuntario que fomenta el patriarcal yugo que sufre la mujer porque no se me ocurrió a la primera que la Claudia podía eyacular? ¿Será acaso, Dios mío, que mi afición a Xvideos.com me atrofió la visión sobre las posibilidades del orgasmo femenino?

Por

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Claudia Osorio y los frasquitos de su obra que contienen el orgásmico fluido.

Cuando me contaron que la artista Claudia Osorio estaba exhibiendo una obra que consistía en la recopilación de sus orgasmos, di por hecho que se trataba de registros auditivos o audiovisuales de aquellas experiencias. Era más o menos obvio. ¿De qué otra forma podría llevarse un orgasmo femenino a una galería de arte?

Fui a ver la obra a la sala Museo sin Muros, espacio dedicado al arte en el Mall Plaza Vespucio, a cargo del Museo de Bellas Artes. Abriéndome paso entre parkas en oferta y niños que derramaban helado, llegué a la galería. Pero no. No había en ese lugar ningún parlante ni sonido que, según mi experiencia, proviniera de un gemido orgásmico femenino. Raro.

Después de un recorrido completo encontré el famoso trabajo. “Feminam Expiatore”, se llamaba. No era un registro auditivo ni mucho menos un video de los orgasmos de Claudia: una serie de cinco pequeños frascos sobre una repisa, etiquetados con fecha y hora, guardaban gotas de un líquido blanquecino y casi imperceptible, como de jabón líquido, como de avena con leche, como de semen. Eran sus eyaculaciones.

Me sentí bien hueón. Eso era. ¡Las minas por supuesto que eyaculan! Cómo diablos no pensé en eso, antes que en la prueba auditiva o audiovisual del asunto.

Llamé a Claudia. No la conocía. Le expliqué que su obra me había hecho sentir un ficus. Nos juntamos a conversar.

Me contó que estudió Arte en la Universidad de Chile, que hoy hace un magíster en la Católica y que dicha obra nació de una antigua discusión con Francisco Brugnoli –actual director del Museo de Arte Contemporáneo– que ella terminó ganando a la fuerza. “Estábamos en clases de Taller Central, hace unos años, conversando sobre el trabajo de Felipe Rivas, compañero que hacía la acción performática de eyacular sobre la imagen de Salvador Allende. En ese ramo mi profesor era Francisco Brugnoli. Y él, cuando ve el trabajo de Felipe, de manera espontánea dice: ‘Esta obra no la podría hacer ninguna mujer, porque las mujeres no eyaculan’”, recuerda Claudia.

Noté en su voz un tono de revancha chistosa. Para no interrumpir su relato –o de cobarde– preferí omitir el detalle de que yo también había pasado por alto la hermosa cualidad eyaculatoria de las mujeres. Por dentro me sentía como otro Brugnoli (sin MAC ni carrera artística, por supuesto). Claudia continuó su briosa historia: “Después de la frase de Brugnoli, junto a una compañera fuimos las primeras en discutirle. Le dijimos que estaba equivocado, que las mujeres sí podíamos eyacular y que yo iba a demostrárselo”, remata.

Esa demostración es la que hoy, convertida en la obra “Feminam Expiatore”, forma parte de la exposición “Revolución en ciernes” que Osorio presenta en Museo sin Muros. Aclara, en todo caso, que las cosas con Brugnoli están bien. “Él se veía más abierto a comprender que a discutir. De hecho, terminamos exponiendo juntos en otra ocasión gracias a esa misma obra. El tema es que después de la discusión con él, me di cuenta de que existe un paradigma en torno a la identidad femenina muy fuerte, configurado desde la visión patriarcal: aquella que apela a que todo lo involucrado con la mujer tiene que ver con la contención. Desde el útero, visto como contenedor y no como un órgano que genera placer, hasta la mujer contenida y subyugada bajo el rol del hombre en la sociedad”.

Aquella idea sobre las definiciones de “lo femenino”, plasmada material y poéticamente a través de instalaciones lumínicas, escritos y un video, es lo que Claudia expone hoy en la galería. Su propuesta, dice, “busca reflexionar sobre la invisibilización que reprime muchos aspectos de la mujer, haciendo muchas veces la vista gorda frente a la violencia machista que ella sufre”.

Ahora me sentía doblemente peor. Yo, que al ser artista me jacto también de ser un buen espectador de arte, era dejado en evidencia como una lacra social. Cuestionamiento retórico y religioso con la Claudia enfrente, que ya hablaba en mute por culpa de la sangre que se me agolpó en el cerebro: ¿Seré acaso, Dios mío, un machista involuntario que fomenta el patriarcal yugo que sufre la mujer porque no se me ocurrió a la primera que la Claudia podía eyacular? ¿Será acaso, Dios mío, que mi afición a Xvideos.com me atrofió la visión sobre las posibilidades del orgasmo femenino? ¿Por qué chucha olvidé el hashtag #squirting?

Entonces me cayó la teja. Ese hashtag en el buscador de Xvideos es el mejor ejemplo de la raíz de todo el problema, y lo es también, precisamente, de la lucha que realiza Claudia a través de su obra, alejada de todo discurso violento y gastado contra el patriarcado; más bien sutil, poético y mega efectivo.

Me di cuenta de que la primera educación del hombre sobre el orgasmo femenino –por lo menos al momento de instalarse como tema en la adolescencia– ha estado mediada por códigos referentes a cualquier cosa menos a lo esencial, que es la naturaleza misma del cuerpo de la mujer. Dicho primer acercamiento –y no me refiero a la educación sexual de quinto básico, donde te enseñan de gametos, trompas de Falopio, pene y vagina– proviene de una industria dominada por y dirigida a los hombres: televisión, internet y revistas. Aterrizando a casos chilenos y competentes a mi generación 90-2000: Chilevisión y su Cine Premium; VTR y sus The Film Zone e I.Sat los viernes por la noche; o Internet y su fuente inagotable de #Pendejas #Peteras #POV #Asiaticas #Bukkake #Creampie. O sea: una efectiva industria masculina del placer femenino; una fábrica de pajas hecha por hombres, para hombres. Rara la hueá.

Aquel orgasmo, el de la mujer gritando espasmódica arriba o debajo de uno o cien hombres, los que con un pene elefantiásico la hacen retorcerse como poseída o como gimnasta, es el culpable de haber viciado la visión natural y hermosa del orgasmo femenino; de paso, consagró la errada visión del útero como un simple receptáculo de fluidos masculinos, restándole su potencial de órgano autónomo, de legitimo y generoso productor de placer. Diablos, ¿cuánto sabemos entonces del orgasmo femenino?

“Nuestro útero está inmóvil, y por lo tanto no está sano”, me dijo Claudia, mirándome a los ojos. “Nosotras podemos tener orgasmos uterinos, profundos, desde dentro. Yo siento que esto está plasmado en las obras, porque es parte de mi historia, y la historia brota en cada trabajo. A eso apela ‘Feminam Expiatore’ –que es sin duda el acento de la muestra–, donde recolecto mis eyaculaciones tras vivir un orgasmo”.

Claudia, perdónanos porque no sabemos lo que hacemos. No es un machismo deliberado ni un afán por instalar el patriarcado sobre la mujer como objeto. Es la discapacidad instalada en nuestro imaginario por culpa de una fuerza aún más grande que la eyaculatoria: aquella que mal enseña que la mujer que más grita y más se retuerce es la que más goza; aquella que dicta que la mujer es receptáculo y no generadora de placer y fluido; aquella que hace creer que mientras más alharaca es su performance orgásmica, mejor ‘le hace el amor’ el hombre. Por eso “Feminam Expiatore”, esos cinco frascos con el fluido orgánico que brotó de la vagina de Claudia, son la obra de una joven artista contra un paradigma mundial: David contra Goliat, Krillin contra Freezer, Rivas contra Luksic. Y un #Bukkake en la cara, de paso, para todo hueón que diga que el arte no sirve para nada.

*Artista visual
@MunozdeMarco

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