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Opinión

3 de Julio de 2016

Columna de Jorge Errázuriz: Decidieron el futuro los que no tienen futuro

"Los británicos serán más pobres, pero parece que valoran más haber recuperado el control sobre su soberanía perdida".

Jorge Errazuriz
Jorge Errazuriz
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brexit

Los británicos parecen haber dado un paso al lado: votaron por abandonar el tren de la integración global al separarse de la Unión Europea (UE), pero quienes representan ese voto tienen en su gran mayoría más de 50 años. Por eso, es correcto decir que los que ya no tienen futuro decidieron por los jóvenes que, mayoritariamente, eran partidarios de mantenerse en la UE.

Tomará al menos dos años para que se cumpla el mandato del referéndum del 23 de junio. No es tan fácil abandonar la fiesta, pero si UK se fuera hoy, ¿qué significaría? Lo primero que ocurriría sería que la población de la UE se reduciría en un 13%. En términos de tamaño por PGB, el producto caería en un 17%. Cambiará también el peso relativo de los países que permanecen, así Alemania subiría su importancia relativa a un 25% y Francia pasaría de un 15% al 18%. De ser la economía más grande del mundo, la UE quedaría en segundo lugar después de USA, seguido de cerca por China y Japón.

Pero lo más relevante no son los cambios relativos, sino las posibles consecuencias en el Reino Unido y también en lo que queda de Unión Europea. En UK, los primeros síntomas son de un Reino Des-Unido. Además de dividirse por segmentos etarios, con distintas preferencias respecto a quedarse o irse, se ha producido una división geográfica, ya que Escocia, Irlanda del Norte y Gales -además de Londres-, expresaron sus preferencias por seguir en la UE. Es demasiado temprano quizás para proyectar las consecuencias de esta división geográfica, pero no es impensable que Irlanda del Norte elija unirse a Irlanda del Sur para permanecer, o que Escocia simplemente no esté dispuesta a ratificar el resultado del referéndum en el parlamento, y reemerja el movimiento de independencia.

Lo que parece claro para todos los economistas que analizan las consecuencias de esta decisión es que el nivel de vida en UK se verá afectado. No sólo por la depreciación de la libra esterlina en un 20%, sino que también por la reducción de su crecimiento potencial. Los británicos serán más pobres, pero parece que valoran más haber recuperado el control sobre su soberanía perdida, en parte por la maraña burocrática de la UE, que les establece normas y reglas comunes.

Muy especialmente parece que la decisión de retirarse ha estado influida por factores coyunturales, como los problemas de inmigración no deseada de las poblaciones perseguidas por Isis en Oriente Medio. Un importante analista del Financial Times, Martin Wolf, ha dicho: “Este es probablemente el evento más significativo en la historia británica desde la Segunda Guerra Mundial”. Y agregó: “Si pasó en el Reino Unido, ¿por qué no podría pasar en otros países como Francia, Italia, Dinamarca o incluso en EEUU?”.

Con esta decisión se ha iniciado un período de incertidumbre extrema que puede extenderse globalmente si se produce un efecto dominó. Mientras menos tiempo tome recuperar la estabilidad económica y política, más rápido se toman las decisiones de los consumidores y los inversionistas, que se tienden a paralizar en estas situaciones. Este reacomodo, sin embargo, está recién empezando y es impredecible saber cómo se verá el cuadro político, geográfico y económico cuando se alcance un nuevo equilibrio. Pero, ¿qué lecciones podemos aprender de este proceso en un Chile que busca cambios profundos en nuestra institucionalidad?

Primero, debemos evitar que los mayores decidan el futuro de los jóvenes. Si no quieren desarrollar su vida en un país diseñado por los que no tienen futuro, están llamados a participar de los procesos eleccionarios. Segundo, los cambios de bases institucionales, como una nueva Constitución o la decisión de formar parte o salirse de un bloque de integración económica y social, deben tener una amplia legitimidad en la población. Si en Chile se hace un plebiscito para una nueva Constitución, para que tenga legitimidad de largo plazo debería ser aprobada al menos por la mayoría del electorado o por más del 65% de los votantes. Y tercero, hay que estar muy atentos a las protestas de los grupos que no han gozado del progreso del modelo de economía social de mercado. Ellos pueden, al igual que los británicos, preferir un país con menor crecimiento, pero donde sientan que recuperan un protagonismo: una visión distinta de la sociedad que a otros puede parecer retrógrada.

*Empresario.

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