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Opinión

7 de Julio de 2016

Editorial: Observaciones constitucionales, los ELA

La prensa conservadora, en especial El Mercurio, ha hecho todo lo posible por desvirtuar este proceso participativo. Ha incluso mentido descaradamente con tal de darse la razón a la hora de constatar trampas o manipulaciones. El Consejo de Observadores puede dar fe, sin embargo, de que más allá de las falencias e improvisaciones que fueron apareciendo durante su desarrollo, aquí no ha habido fraudes de ninguna especie. Tarea nuestra será seguir velando porque no los haya en lo que resta.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Terminó el tiempo de los Encuentros Locales Autoconvocados (ELA) y creo que viene al caso, en mi categoría de observador ciudadano, contar una vez más lo que he observado:
— No fueron los partidos políticos (ni de derecha ni de izquierda) los protagonistas de este proceso. Casi todos ellos descreyeron y lo menospreciaron desde el comienzo. Las excepciones fueron dos partidos nuevos: Evópoli y Revolución Democrática, este último a partir de la segunda mitad, porque antes su prioridad fue reunir las firmas para constituirse.
— Incluso a gente de derecha que se oponía a esta actividad constituyente, le fue dando ganas de participar. Es absurdo quedarse afuera de una fiesta por orden de partido. Los hijos de los dirigentes de Chile Vamos (que tras oponerse a la convocatoria pasó a ser conocido como Chile No Va), participaron de los ELA sin pedirle permiso a sus padres. Así sucedió con los Larraín, los Chadwick y los Monckeberg.
— La prensa conservadora, en especial El Mercurio, ha hecho todo lo posible por desvirtuar este proceso participativo. Ha incluso mentido descaradamente con tal de darse la razón a la hora de constatar trampas o manipulaciones. El Consejo de Observadores puede dar fe, sin embargo, de que más allá de las falencias e improvisaciones que fueron apareciendo durante su desarrollo, aquí no ha habido fraudes de ninguna especie. Tarea nuestra será seguir velando porque no los haya en lo que resta.
— No puedo dar números ni porcentajes, pero ciertamente los vecinos, los centros de padres, las iglesias, los grupos de amigos, tomaron la iniciativa. Nadie esperaba que sucediera así –se pensaba que los distintos grupos de presión monopolizarían la historia–, pero cundieron las reuniones en casas particulares.
— Algunos dijeron por ahí que se había tratado de un ejercicio clasista. Tonteras se dicen todo el tiempo. Es verdad que convocó más a los sectores de clase media y media alta, pero ése no es un problema del proceso constituyente propiamente tal, sino otra consecuencia de la desigualdad de ingresos, acceso a la cultura y al poder que envenena nuestra democracia. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el voto voluntario y el deporte. Nadie puede decir que salir a trotar sea privilegio de ricos, y, no obstante, los ricos trotan mucho más que los pobres.
— Es cierto, eso sí, que la muy deficiente promoción de estos Encuentros Locales Autoconvocados los mantuvo lejos del conocimiento de las mayorías desatentas al acontecer público. La etapa de educación cívica programada por el gobierno con el fin de preparar el ambiente para los ELA, brilló por su ausencia. (A ratos dio la sensación de que buena parte del gobierno mismo mirara todo esto con desdén). El verdadero ejercicio de educación cívica fueron los ELA propiamente tales. Fue el boca a boca lo que llevó a la población a aumentar su interés por participar a medida que el proceso avanzaba. Lentamente cedió la desconfianza.
— Según las últimas cifras que maneja el Consejo, realizaron cerca de 9000 encuentros locales y llenaron la consulta individual 85.559 personas. Está por verse cuántos participan de los cabildos provinciales y de los cabildos regionales antes de contar con el total de voluntades manifestadas. Hasta aquí suman entre 200 mil y 300 mil.
— Es poco si se compara con el padrón electoral y mucho si se compara con cualquier ejercicio de deliberación ciudadana, no sólo en Chile, sino en el mundo. No es lo mismo votar que dedicar medio día a reflexionar sobre los contenidos que pudiera tener una futura Constitución.
— Los que formaron parte de un ELA, salieron felices. La metodología no estuvo libre de críticas (a mí, el capítulo de las Instituciones me sigue pareciendo difícil de aprehender), pero el ejercicio de reunirse y conversar fue agradecido por todos.
— Cundió la amistad cívica. Los chilenos supieron dialogar en paz, escuchándose y buscando acuerdos. La alteración y el griterío que se aprecia en la discusión pública no fue replicada por los ciudadanos de a pie. Una demostración más de la enorme distancia que se ha establecido entre las elites y los viandantes, entre los que hablan con micrófono y los que charlan en las esquinas.
— Aún no es tiempo, sin embargo, de hacer evaluaciones finales. Faltan los cabildos, falta la sistematización de los datos y su síntesis en un texto coherente que deberá redactar el Consejo de Observadores con miras al rescate fiel de las opiniones vertidas, que, aunque no son opiniones vinculantes, debieran constituir la primera piedra de una gran obra en construcción.

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