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Nacional

27 de Julio de 2016

La breve vida de Wesny y Emily

Durante el mes pasado, el caso de las siamesas nacidas en el hospital de Talca apareció en buena parte de la prensa y los noticieros del país. Sus padres, Paulina González (17) y Yordin Barriga (21), acusan hasta hoy el no haber recibido un tratamiento adecuado para el proceso que les tocó vivir. Una serie de retrasos entre los servicios de salud de Retiro, Parral y Talca provocaron que la pareja se enterara, recién a los cinco meses y medio de gestación, que el suyo era un embarazo inviable. Aquí la historia de cómo dos adolescentes de escasos recursos se vieron enfrentados a un proceso traumático y de cómo esperan salir adelante después de él.

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La noche del 27 de enero del año 2015, y luego de horas de espera, el cantante Américo apareció sobre el escenario de la Plaza de Armas de Parral. Su presentación marcaría la apertura de la Semana Parralina, evento que se realiza todos los veranos en esa localidad al sur de la Región del Maule, y que en este caso acabó en un accidentado espectáculo. El músico, en evidente estado de ebriedad, apenas recordó la letra de sus canciones y confundió el pueblo donde se encontraba con Curanilahue.

De todas formas, Yordin Barriga (21) y su madre, Gloria Domínguez, caminaron haciendo bromas en el camino de vuelta hasta su casa en la población 21 de Noviembre, justo detrás de un descampado y de las líneas del tren.

Hacía dos meses que el joven le había contado a su madre la noticia de que Paulina, su novia de 17 años -y quien aún no terminaba segundo medio-, estaba embarazada.

Al comienzo, nadie en la familia se lo tomó bien. Yordin había decidido postergar en un año su anhelo de ingresar a la Escuela de Gendarmería de Talca. Pero con el paso de los días, Gloria se acostumbró a la idea. La noche después del recital de Américo, le comentó a su hijo: “¿Sabís, negro? Ojalá que vengan dos”. Yordin rió. Sabía del precedente de gemelos en la familia de su madre, pero al tratarse de su primer hijo, prefirió no aventurar pronósticos. “No nos apresuremos, mami. Veamos qué sale”.

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Yordin y Paulina se conocieron mientras estudiaban en el Liceo Técnico Profesional Guillermo Marín de la localidad de Retiro, pequeño poblado distante a 14 kilómetros de Parral. A pesar de la diferencia de edad – mientras él estaba en cuarto, ella cursaba primero medio -, comenzaron un romance durante la fiesta de fin de año del establecimiento. Pocas semanas después, mientras Yordin intentaba hacer carrera como técnico automotriz en un taller de Parral, comenzaron a salir.

Pero Yordin no logró conseguir un trabajo en la especialidad de la que había egresado en el liceo. “Acá el trabajo no es muy bueno. La mejor expectativa que se puede hacer uno es con la temporada de la fruta”, dice Gloria. “En los cuatro meses y tanto que dura la temporada, un trabajador puede generar hasta trescientos mil pesos por mes”.

Desde los 12 años, Yordin acostumbraba a pasar sus veranos trabajando en la temporada de la fruta y en los distintos huertos agrícolas de la zona. “Así yo alcanzaba a comprarme mis cositas y ayudar un poco a mis papás. Cachaba que a ellos les costaba mantenernos a mí y a mis hermanos”.

La realidad de la familia Barriga Domínguez no es lejana para el resto de los habitantes de la comuna. Según uno de los últimos reportes del Instituto Nacional de Estadísticas, la provincia de Linares presenta el nivel de desempleo más alto del Maule, y los años de escolaridad promedio en la comuna de Parral son de 8,9; un año y medio por debajo del promedio del país.

Con el dinero acumulado en tres o cuatro meses de trabajo, Yordin reunió lo suficiente para comprarse una moto con la que viajar a Retiro para visitar a Paulina.

Luego de contarles sobre el embarazo a ambas familias, Paulina comenzó a frecuentar el Centro de Salud Familiar de Retiro. Su primer control quedó registrado en el cuaderno de maternidad de Paulina, 17 de diciembre de 2015, con 10 semanas de gestación.

En una de sus primeras visitas, la matrona del Cesfam le colocó un micrófono para escuchar los latidos del corazón. “Todo perfecto”, les dijeron, antes de entregarles vitaminas, ácido fólico y pastillas de hierro. Por su contextura delgada y su corta edad, Paulina ya presentaba síntomas de anemia.

Durante el verano ella siguió controlándose en Retiro. A comienzos de febrero, Paulina despertó con contracciones y un fuerte dolor abdominal. Como el recinto no contaba con los medios para atenderla, la joven fue derivada al hospital de Parral.

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El Servicio de ginecología y obstetricia Dr. Héctor Campos, del hospital de Parral, está ubicado en la entrada del pueblo que da a la Ruta 5 Sur. Es un edificio antiguo de ladrillos rojos, y desde su interior se escuchan ritmos de cumbia y noticieros locales que provienen de la radio que las enfermeras mantienen encendida en la recepción. Una figura de San Ramón (patrono de los partos, matronas y embarazadas) y un pequeño cartel con recomendaciones para que las futuras madres oren durante su embarazo, son el único adorno en la sala de espera.

Hasta allí llegó Paulina luego de presentar síntomas de pérdida a comienzos de febrero. El 5 de ese mes, y con 17 semanas y media de embarazo, la pareja se aprestaba a tener su primera ecografía. Fueron recibidos por Cristián Nilo, ginecólogo y jefe de maternidad del hospital de Parral.

“De primeras nos dijo que eran gemelas”, recuerda Paulina. “Con Yordin nos reímos un poco, de puro nerviosos, pero después el doctor se quedó un rato mirando el monitor y le cambió la cara. Ahí nos dijo que se trataba de siamesas, y que al parecer venían unidas por el pecho”, relata.

Luego de enterarse de la noticia, ambos preguntaron cuáles eran las probabilidades de vida para sus bebés. “El doctor dijo que no podía diagnosticar con certeza, y que tenía que enviarnos con la junta médica del hospital de Talca”.

En las afueras del hospital, la pareja tomó un colectivo hasta la casa de Yordin. Apretados en uno de los rincones del vehículo, lloraron en silencio casi todo el viaje.

Luego de aquella primera ecografía, los chicos tendrían que esperar un mes completo para obtener un diagnóstico definitivo.

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Para Waldo Sepúlveda, Director del Centro de Diagnóstico Materno Fetal, y presidente de la sociedad chilena de la misma especialidad, este caso pone en evidencia una de las principales falencias del sistema público de salud en Chile. “Por norma ministerial, la primera ecografía debería practicarse a las 12 semanas de gestación. Es muy importante para detectar malformaciones y problemas genéticos. Pero lamentablemente el sistema público está saturado”.

“Hay gemelos siameses que pueden ser diagnosticados incluso a las nueve semanas, cuando los embriones miden tres centímetros. Con seguridad, uno puede diagnosticar casos así desde las 10 semanas en adelante”.

Cristián Nilo, el médico que le realizó la primera ecografía a Paulina en el recinto de Parral, reconoce la existencia de esta norma, pero asegura que en la práctica no existen los recursos para ejecutarla.

“En un mundo ideal, la primera ecografía debería practicarse entre las 8 y las 10 semanas. El ministerio de Salud lo propone, pero no te da los elementos para ello. Acá en el hospital de Parral tenemos dos ginecólogos, pero cada uno hace medio turno. Es decir que, en rigor, sólo contamos con uno”, sostiene Nilo, quien agrega, “bajo esa circunstancia, el Minsal dice que si la paciente tiene acceso a una sola ecografía, hay que realizarla antes de las 20 semanas. Y eso es lo que tratamos de hacer en general”.

Si bien Waldo Sepúlveda asegura que no había necesidad de hacer esperar a la pareja para notificarles que sus hijas no tenían expectativa de vida, sostiene que el proceder de Nilo está apegado al reglamento. “Pienso que él (Nilo) tenía claro el diagnóstico, pero cuando se trata de embarazos de alto riesgo lo que se debe hacer es derivar aquellos casos al hospital base de la región. El doctor hizo lo correcto, que es realizar el diagnóstico y luego derivarlo a los colegas de la unidad superior”.

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Mientras esperaban a ser notificados sobre su eventual consulta en Talca, Paulina decidió mudarse con Yordin y su familia. En su casa no contaba con apoyo suficiente: su padre había abandonado el hogar hacía años y su madre no deseaba saber mucho del embarazo de su hija.

En la espera, la familia de Yordin pasó muchas veces al hospital para pedir explicaciones por el retraso. “Nos decían que los doctores estaban de vacaciones, o que el papel de la interconsulta se había perdido. Cosas irrisorias, para mí que se estaban riendo de nosotros”, afirma Gloria, la madre de Yordin, quien llegó a increpar duramente a una de las secretarias del lugar. Finalmente, les asignaron una hora con el doctor Jorge Becker, eminencia nacional en medicina materno fetal, para la primera semana de marzo.

Según el relato de Yordin y Paulina, el doctor Becker, fue claro y directo. “Nos confirmó que venían unidas del pecho, y que ambas compartían un corazón de seis cámaras, cuando lo normal es que tenga cuatro”, recuerda Paulina. “Nos dijo que las posibilidades de vida eran nulas, y que separarlas tampoco era una opción. Nuestras guagüitas iban a morir, sólo que no se podía saber si en unas horas o días”, dice Yordin.

Luego de oír el diagnóstico, Gloria Domínguez le preguntó a Becker por la posibilidad de interrupción del embarazo. “Me dijo que por ley eso no estaba permitido, y que de todas formas las guagüitas ya estaban desarrolladas y que no podía realizar ese procedimiento”, recuerda Gloria.

Para Claudia Dides, directora de la Corporación Miles Chile, ONG que vela por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, este caso constituye una violación a los derechos humanos tanto de Paulina como de su pareja. “Sólo el hecho de tener una primera ecografía posterior a los cuatro meses es irregular, pero encima, ¿hacer esperar por más de un mes a estos chicos para saber si sus hijas iban a tener posibilidades de vivir? No era necesario hacerlos pasar por esa tortura”.

“En Chile no existe una relación equitativa entre los médicos y los pacientes. Y cuando la información no se entrega en un momento oportuno, se están vulnerando los derechos de la mujer. Imagina un escenario con una eventual ley de aborto, ¿podría esta pareja elegir interrumpir su embarazo si recién a los cinco meses de gestación se enteran que sus guaguas no van a vivir?”, finaliza.

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Aunque en un comienzo quisieron averiguar sobre la opción de un aborto, tanto Yordin como Paulina afirman hoy que, de haber existido la opción, no la hubiesen tomado. “Está bien que exista una ley para quienes quieran hacerlo, pero cuando lo pensamos, nos dimos cuenta de que queríamos estar con ellas, aunque fueran a vivir sólo unos minutos”, cuenta Paulina.

Durante el resto del embarazo, Paulina y Yordin realizaron viajes periódicos hasta Talca. El trayecto en los buses interurbanos podía fluctuar entre una y dos horas, tiempo suficiente para que la pareja pensara sobre su futuro y en un nombre para sus hijas.

Según cuentan, tanto el doctor Becker como las enfermeras del establecimiento intentaron derivar el caso de la pareja a otros hospitales de la región. “En una ocasión nos dijeron que era mejor ir a tenerlas a Linares, porque había una bacteria dando vueltas por el ala de maternidad en Talca. Otro día, una enfermera llegó a decirnos que ahí, en el hospital, no trabajaba ningún doctor Becker”, cuenta Gloria. Yordin recuerda haber encarado en una ocasión al doctor Becker; quería preguntarle por qué sus hijas no podían ser atendidas en el mejor hospital de la región, o incluso en Santiago. “Me dijo que no había chances, que en esos recintos iban a preferir niños que sí iban a vivir”, relata.

Luego de una denuncia en Chilevisión, y de varias conversaciones que la familia sostuvo con el recinto de Talca, se decidió que las niñas nacieran allí.

A pesar de los desalentadores pronósticos médicos, la familia le compró a sus futuras hijas tres mudas de ropa -especialmente confeccionadas para que ambas cupieran-, guantes y calcetines. A comienzos de junio, Paulina fue llevada hasta el hospital de Talca, para que permaneciera allí hasta el nacimiento de sus hijas. “Una vez llegó una sicóloga para ver cómo estaba. Pero vino esa pura vez y nunca más volvió”, cuenta.

El día 19 de junio, Paulina despertó con fuertes dolores abdominales. Recuerda haber pedido ayuda de las enfermeras, quienes no le prestaron mayor atención. Al cabo de unas horas, cuando uno de los doctores de turno pasó a revisarla, constató que sus hijas estaban sufriendo de taquicardia. Luego de estabilizarlas, los doctores decidieron practicarle una cesárea esa misma tarde, cirugía que tuvo que ser retrasada en dos horas: el ascensor del hospital no funcionaba. A esas alturas, Paulina llevaba 36 semanas y seis días de gestación.

Poco después de las 9 pm, nacieron Wesny Antonella y Emely Estefany. Esa noche, Yordin fue el único autorizado para verlas. “Eran gorditas y chiquitas las rotas”, recuerda con una sonrisa.

Aprovechó de estar unos minutos con Paulina y de dejar pañales con las enfermeras antes de salir. Afuera del hospital, la familia Barriga Domínguez se encontró con varios canales de televisión. “Fue incómodo. Mis hijas acababan de nacer, con suerte había tenido tiempo para hablar con los doctores y afuera ya me esperaban con luces encima”. En las imágenes, Yordin cavila ante los micrófonos y responde con frases breves. Sus respuestas no se debían tanto a la timidez como a la hora. Él y su familia debían alcanzar el último bus a Parral.

Por los cinco días siguientes, Yordin y su madre viajaron diariamente para ver a Paulina y a sus hijas.

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A las 3:22 de la madrugada del sábado 25 de junio, Gloria despertó con el ruido de su celular. En la oscuridad, habló brevemente con Bárbara Pozada, la doctora que estaba al otro lado de la línea. No se inmutó: estaba preparada para lo que desde el hospital de Talca le estaban informando. Se levantó de la cama, y tocó la puerta de su hijo. “Ya negro, hay que viajar a Talca. Las niñas están mal”.

Hacía dos semanas, cuando Paulina fue internada en el hospital, Gloria le había dicho a su hijo. “Toma la plata que tienes en el banco, y anda a buscar un pedacito de tierra para tus niñas”.

Gloria tenía además conversado el préstamo de la camioneta de uno de sus vecinos. La familia completa se vistió y en pocos minutos estaban camino a Talca. En el trayecto, la madre de Yordin fue despertando a sus contactos, y cuando les tocó salir del hospital –luego de rechazar dos veces la autopsia de sus nietas-, ya había una carroza fúnebre, una urna y una pequeña comitiva de su barrio esperándola.

Luego del velorio en la calle General Bonilla, al que asistieron amigos, parientes, y los compañeros de colegio de ambos, Wesny Antonella y Emely Estefany Barria González fueron llevadas hasta el Cementerio San José de Parral. Fueron enterradas a las tres de la tarde del 26 de junio.

Sentados en el living de la casa de los padres de Yordin, donde Paulina se trasladó a vivir de forma definitiva, ambos repasan la experiencia que les tocó vivir.

“Uno nunca piensa que le puede tocar un caso así. Ahora queda pensar en el futuro, tener un trabajo mejor, y más adelante, ojalá, poder formar una familia con Paulina”, dice Yordin, quien se encuentra postulando nuevamente a la Escuela de Gendarmería.

“Yo pensaba que no iba a alcanzar a conocerlas. Estoy tranquila, ya sabía qué era lo que iba a pasar y prefiero que haya sido así en vez de tener falsas ilusiones. Tuvimos cinco días para estar con ellas. Con eso nos quedamos: las conocimos, las tocamos y hasta pudimos despedirnos de ellas”, concluye hoy Paulina.

Gloria, intercede. “Ahora le pedimos al Yordin que se esfuerce, que consiga un trabajo estable y pueda darle mejores oportunidades a sus futuros hijos. Que opten a una estabilidad económica, y que puedan pagar una mejor atención médica, en el tiempo justo”.

*The Clinic solicitó entrevista con el doctor Jorge Becker y una versión oficial del hospital de Talca sobre el caso. El departamento de relaciones públicas declinó referirse al tema “por respeto a la familia”.

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