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Opinión

28 de Julio de 2016

Editorial: La marcha y los cabildos

Cuando únicamente las mueve una reivindicación particular y fría, reina la furia, pero no el swing. Y aquí había familias enteras reclamando en contra del sistema de AFP, que pretende convencernos de todo lo contrario. Las AFP llegaron para reemplazar un sistema de reparto por uno de capitalización individual, uno en que la comunidad se hace cargo de sus viejos por otro donde cada uno se las arregla con las propias uñas hasta el día mismo de su muerte.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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El domingo, mientras 150 mil personas marchaban por la Alameda en contra de las AFP, y cerca de un millón hacían lo mismo a lo largo de Chile, terminaron de realizarse los cabildos provinciales. Unos marchaban tan molestos como alegres para entablar un reclamo, mientras los otros conversaban abrigados y concentrados al interior de aulas de liceos públicos. Fue un fin de semana heladísimo. La energía, sin duda, estaba en la movilización. Boric en Punta Arenas y Jackson en Santiago aseguraron que no veían una marcha así desde las más grandes del 2011. No era sólo el número, volvía a sentirse ese ánimo colectivo, familiar y cómplice. Sólo unos pocos viejos estaban ahí (había más en los cabildos), pero estas marchas multitudinarias, aunque las convoca un asunto puntual, necesitan un elan para florecer: el espíritu comunitario (la comunión), el gusto de no saberse solos, de formar parte de algo mayor. Cuando únicamente las mueve una reivindicación particular y fría, reina la furia, pero no el swing. Y aquí había familias enteras reclamando en contra del sistema de AFP, que pretende convencernos de todo lo contrario. Las AFP llegaron para reemplazar un sistema de reparto por uno de capitalización individual, uno en que la comunidad se hace cargo de sus viejos por otro donde cada uno se las arregla con las propias uñas hasta el día mismo de su muerte. Encarnó el corazón de esa filosofía individualista y también de su sistema financiero. Cerca de US$160.000.000.000 de nuestra economía están en sus manos, de modo que es por lejos el ente comercial más poderoso del país. Como explicó Lagos, el dinero que pedimos prestado en un banco, o en una tienda de retail, y por el que pagamos intereses nada despreciables, es muchas veces nuestro propio dinero. Buena parte de nuestros ahorros están cautivos ahí, de manera que terminar con las AFP por decreto implicaría la más grande expropiación imaginable en tiempos del capitalismo. Hay quienes llaman a este sistema “la estafa del siglo”, porque según ellos nada justifica que unos se hagan ricos (las AFP) con la plata de otros que se hacen pobres (los pensionados). Se trata de un problema mayúsculo, con una solución compleja, donde lo ideológico y lo técnico se entrelazan de tal manera que habrá mucho que pensar antes de actuar. Ya sabemos, tras las marchas estudiantiles, que no basta con desear para que los problemas se solucionen. Que no basta con alegar para que el universo obedezca. Sé, sin embargo, que la dignidad de los que terminan la vida, también es responsabilidad de quienes la comienzan. Era el tipo de cosas que, mientras unos marchaban, otros discutían en los encuentros constitucionales. Son cada día menos los que votan, pero aunque algunos prefieran creer lo contrario, no estamos solos. Cálculos más, cálculos menos, sigue vivo el animus societatis.

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