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LA CARNE

9 de Agosto de 2016

La columna de Carolina Errázuriz Mackenna: Zorra

Era mi maldita semana del mes y como no me gusta tener sexo, casi siempre me esmero en una buena mamada, pero esta vez fue distinto... Al principio todo partió como siempre...

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carne

Sobre chupar el miembro nunca he sido renuente. En general paso a ese tema rápidamente y sin grandes aspavientos. Primero por gusto. Segundo porque prefiero ver qué tal está la mercancía antes de tener un chascarro, porque si compruebo que el asunto viene pobre y no ando loca por el tipo, una buena mamada hace que podamos quedar en esa fase y no pasar por un revolcón poco satisfactorio (ya he dicho hasta el cansancio que a mí el tamaño sí me importa). Tercero, porque siento que cuando la chupo puedo manejar mejor la situación, y aunque los hombres crean que una mamada es tenerla a una a sus pies, para mí funciona al revés… Yo tengo el control. Y cuarto, porque me gusta dar placer y esta práctica está dentro de las más apetecidas por el género masculino. Pero más que debatir sobre el fellatio, quiero abocarme a una experiencia que tuve al respecto esta semana.

Era mi maldita semana del mes y como no me gusta tener sexo, casi siempre me esmero en una buena mamada, pero esta vez fue distinto… Al principio todo partió como siempre. Estábamos en la cama y bajé a chuparla, pero a poco andar logré quedar de espalda y el tipo sobre mí. Él no estaba como siempre apoyado en sus rodillas y yo abajo, sino que se montó sobre mi boca y su miembro comenzó a entrar y salir de mi boca igual que cuando está penetrando mi entrepierna… Mi manos ya no agarraban el miembro, como pasa casi siempre, sino que de pronto dejé de agarrarlo para dejar que mi boca y mi lengua hicieran todo… Le corría mano y lo tomaba fuerte por las caderas empujándolo hacia mi boca, al principio despacio y luego cada vez más fuerte… Su verga topaba hasta el fondo de mi garganta una y otra vez y la saliva, que en un inicio se hizo escasa, comenzó a empapar su verga, y se hacía cada vez más espesa… Mis labios cubrieron mis dientes para quedar suaves y a ratos el calor debajo de las sábanas se hacía insoportable y me di cuenta que en a esas alturas él y yo nos habíamos olvidado que esto era una mamada… Estábamos tirando con mi boca… Mi boca jugosa, mi garganta que recibía una y otra vez el embiste de su verga, que por ratos podía yo succionar hasta que me asfixiaba entre el pelo, la calentura y la transpiración… Lograba a veces con esfuerzo empujarlo y despegarlo de mi boca, para respirar y seguir de nuevo en la misma… Me volví zorra… Caliente…. Y aterrada por momentos en que estallara toda su leche y yo no pudiera despegarme para poder respirar y no morirme con la verga en la boca… Un pánico que me duraba poco, porque quería seguir dándole hasta que acabara… Sentía cómo su verga más que seguir una ruta fija dentro de mi boca (o mi zorra-boca) se acomodaba, frotaba zonas que no había tocado y empujaba hasta topar el fondo o a veces cuando volvía a penetrar con su verga hinchada lo hacía con un ritmo y un ángulo distintos… Mientras mi boca cada vez se humedecía más… Me volví zorra…. y al final llena de leche me dormí entre sus piernas.

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