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LA CARNE

17 de Agosto de 2016

La columna de Carolina Errázuriz Mackenna: A ojos cerrados

Con los ojos cerrados no pienso en otros hombres ni en otros lugares ni en nada muy concreto.

Por

carne

Cuando tengo sexo lo hago con los ojos cerrados. Una costumbre de la que me he hecho consiente hace poco. No es que sea todo el rato, pero en general parece que paso más tiempo con lo ojos cerrados que abiertos. Podría asociarlo a mi educación cartucha, pero es más que nada la manera en la que puedo meterme dentro del juego mejor. Lo curioso es que a la vez me encanta mirar, sobre todo si hay un espejo, pero ciega me concentro más. Eso… es un asunto de concentración… No de miedo. Porque si hago un listado rápido no aparecen las trancas de mi educación católica, que son tirar de día y con luz, caminar pilucha frente al hombre, mirarle bien todos sus miembros, pelos y etcéteras… Soy mirona, pero en el momento de coger, cercano al orgasmo, necesito dejar de ver y sólo sentir. Un orgasmo es para mi mejor ciega que con visión. Lo terrible es cuando una se topa con tipos que quieren que los mires, eso me enferma, porque me quita el único momento que tengo para estar conectada a full con mi entrepierna. Ahí de verdad da lo mismo quién hay debajo. Será eso lo que odian esos hombres, que importe un carajo si es Pedro, Juan o Diego. No quiero con esto ponerme demasiado dogmática, pero no soporto que para algunos hombres la medida del amor sea si uno los mira cuando tiene un orgasmo… Qué va! Una los puede mirar con amor cuando se lavan los dientes, cuando cocinan, cuando bailan, pero no creo que siempre el momento del sexo sea la cúspide del amor de pareja. Eso es una brutal mentira. Eso quizás se da, pero no TIENE que darse.

Con los ojos cerrados no pienso en otros hombres ni en otros lugares ni en nada muy concreto… Principalmente siento y si de imaginar se trata, se me vienen a la cabeza flachazos como más miembros que me penetran, más bocas que me lamen, escenas sucias con más chicas y chicos… nada real ni importante ni cercano ni lejano… Me dejo ir, eso es al final mi orgasmo, dejarme llevar por la corriente que comienza en la entrepierna. Por fin! Además yo, que ando pensando todo el día en todo, ese es el único momento que dejo de pensar… Bendito minuto. No me pidan pues que lo arruine mirando la cara de estertor del tipo o la muralla de la que me afirmo o la pierna que se dobla… qué lata!. Es lo mismo que me pasa cuando me masturbo. No construyo ni la escena, ni el tipo ideal, ni la verga mágica, ni nada… Me corro y ya. Es que si me analizo me voy a la mierda, la realidad comienza a tragarme despacio y termina por sacarme, porque si uno usa la cabeza en esto, todo se va al tacho. No soy la mina de la revista porno, el que está al frente no es el galán de los sueños y mi cama cruje de una manera poco sexy. Así en bruto el sexo es la repetición del mete y saca y yo me quiero olvidar de eso y de todo. No quiero verme en los ojos de nadie, paso la vida mirándome en los otros, a dios gracias este es el único momento en que no lo hago. Y lo mantendré así. Porque para mirar y observar está el momento previo a la cama. Ahí sí que una tiene que estar lúcida, con los ojos bien abiertos para no toparse con pasteles, pero cuando caen en mi cama, no esperen miradas sino ceguera total.

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