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Opinión

21 de Agosto de 2016

Columna de Germán Carrasco: El gigante egoísta y la culpa (sobre el Neruda de Larraín)

"Pero la poesía es otro territorio, y no porque haya que sacralizar a los poetas sino porque precisamente hay que ponerlos en circulación y mostrarlos de carne y hueso. Siempre más carne que hueso, eso sí".

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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neruda YT 1

Larraín y su obsesión con los matices: borrar el cliché épico, por ejemplo, como en la película “No”, donde nos recordara que lo que llamamos democracia fue el simple producto de un spot publicitario, y luego el que hizo ese comercial se va en skate y podría hacer un comercial de mayonesa o condones.

Pero la poesía es otro territorio, y no porque haya que sacralizar a los poetas sino porque precisamente hay que ponerlos en circulación y mostrarlos de carne y hueso. Siempre más carne que hueso, eso sí. Hasta el momento, lo mejor que se ha filmado sobre el gordo es “Il Postino”, una excelente película basada en una novela mala, casi caricaturesca. ¿Con “Palomita Blanca” no había pasado lo mismo? Ya que en este pasquín la onda es romper clichés –a veces bastante al pedo, hay que decirlo–, ¿no es ese otro ejemplo de que la película a veces supera al libro? Pero yendo a esta película –que sí hay que ver– hay algunas cosas importantes que resaltar, y lo que viene podría ser spoiler así que el que quiere se baja ahora mismo.

Aunque la sacralización de los poetas es ridícula y el homenaje fílmico “La Colorina” debe ser una de las peores realizaciones que he visto y en donde la idolatría y las hipérboles innecesarias llegan a niveles irrisorios, creo que se puede humanizar una figura como la de Neruda sin revolcarlo. Hay un dejo de filisteísmo en la película al mostrar a Neruda como un gozador, putero y egocéntrico de marca mayor. Lo de las putas es importante porque el rati obsesionado con agarrar a Neruda es precisamente el hijo de una prostituta.

Pero Neruda es algo más que un egocéntrico y un gozador. El detective trata de infantil el Poema XX, pero ya que a Larraín le gusta destrozar lugares comunes, podría haber hecho un mejor casting de poemas. Pienso en “Gautama Cristo”, un poema profundamente religioso escrito por un ateo.

Los nombres de Dios y en particular de su representante
llamado Jesús o Cristo, según textos y bocas,
han sido usados, gastados y dejados
a la orilla del río de las vidas
como las conchas vacías de un molusco.

Sin embargo, al tocar estos nombres sagrados
y desangrados, pétalos heridos,
saldos de los océanos del amor y del miedo,
algo aún permanece: un labio de ágata,
una huella irisada que aún tiembla en la luz.

Mientras se usaban los nombres de Dios
por los mejores y por los peores, por los limpios y por los sucios,
por los blancos y los negros, por ensangrentados asesinos
y por las víctimas doradas que ardieron en napalm,
mientras Nixon con las manos
de Caín bendecía a sus condenados a muerte,
mientras menos y menores huellas divinas se hallaron en la playa,
los hombres comenzaron a estudiar los colores,
el porvenir de la miel, el signo del uranio,
buscaron con desconfianza y esperanza las posibilidades
de matarse y de no matarse, de organizarse en hileras,
de ir más allá, de ilimitarse sin reposo.

Los que cruzamos estas edades con gusto a sangre,
a humo de escombros, a ceniza muerta,
y no fuimos capaces de perder la mirada,
a menudo nos detuvimos en los nombres de Dios,
los levantamos con ternura porque nos recordaban
a los antecesores, a los primeros, a los que interrogaron,
a los que encontraron el himno que los unió en la desdicha
y ahora viendo los fragmentos vacíos donde habitó aquel nombre
sentimos estas suaves sustancias
gastadas, malgastadas por la bondad y por la maldad.

Creo que Constanza Michelson podría darnos más pistas sobre la película desde el sicoanálisis, porque el rati es una especie de hijo de Neruda, y más aún: es Neruda. El hijo de una prostituta. Neruda las amaba, y hay escenas en donde sale hueviando con varias minas empelotita en donde Gnecco es muy creíble.

El detective es una proyección de Neruda en donde se expresan las culpas del poeta por su estilo de vida decadente y burgués. Eso le repugna al rati –un Gael García sin acento alguno, impecable–, el carnaval, el militante irresponsable, el espectáculo y la jarana, el culto a la personalidad. Pero el rati es Neruda mismo, un invento suyo. Neruda quiere dejarse agarrar en la nieve sacrificial y fría por su propia culpa personificada en el rati, por eso se gritan en la nieve.

Pero una persona que crea a otra persona tiene un nombre: es una especie de dios, de pequeño dios como decía el otro poeta, por eso cité el “Gautama Cristo”. Podría haberle puesto algo de poesía a su filme, Larraín. El ambiente residenciario y oleaginoso podría haber estado presente en algunas tomas: zapaterías, cines, peluquerías, enterradores que brindan por la fornicación y la muerte. Pero la elección fue retratar a este gigante egoísta y su culpa: el detective obsesionado con su ego y sus carretes eternos.

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