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Opinión

7 de Septiembre de 2016

El Che de los Gays: Bitácora de una loca revolución

Este extracto es parte de "El Diario del Che Gay en Chile", una bitácora que reúne las protestas que Víctor Hugo Robles comenzó hace 19 años cuando nació su polémico personaje en el tablero político.

Victor Hugo Robles
Victor Hugo Robles
Por

CHE DE LOS GAY bitácora

“La vida es necesaria con irreverencia”
Gladys Marín

4 de septiembre de 1997. Mientras el Movimiento de Liberación Homosexual Movilh Histórico, colectivo donde participé activamente desde 1992, agonizaba políticamente y un alto nivel de intolerancia hacia los homosexuales se expresaba en estudios de opinión pública, comencé a desarrollar una serie de acciones de impacto creando un personaje conocido como “El Che de los Gays”, entrecruzando –simbólicamente- las luchas de la liberación homosexual con la políticas de la izquierda latinoamericana representada en la imagen iconográfica de Ernesto Guevara de la Serna. Estas acciones e intervenciones político – culturales, aceptadas por unos y/o rechazadas por otros, contribuyeron a visibilizar e intensificar las batallas del movimiento por las disidencias sexuales en Chile.

“La yerba está conmigo, yo estoy contigo”.

Un poco antes de que emergiera “El Che de los Gays”, participé en un acto político masivo convocado por la Central Unitaria de Trabajadores CUT, realizado el 1 de mayo de 1997 en el Parque Almagro de la capital de Chile. Ahí, buscando entrecruzar demandas sociales de la clase obrera y las luchas de la liberación de las diversidades sexuales, asomé con una corona de espinas emulando a Jesús crucificado y un marco de cuadro –sin pintura- adornado con una pancarta que rezaba: “La yerba está conmigo, yo estoy contigo”.  Usé la particular consigna porque -según me comentó el desaparecido locutor Pedro Henríquez de Radio Umbral- fue utilizada por el movimiento hippie criollo durante los años setenta para expresar su apoyo a Salvador Allende, candidato de la izquierda a la Presidencia de Chile. Entendiendo poco de mi delirio con Jesucristo y Allende hermanados con la lucha homosexual en el Chile post Pinochet, la prensa nacional habló de mi intervención atribuyéndole contrapuestos, polémicos e inéditos sentidos. Las publicaciones periodísticas y la positiva reacción del público me hicieron pensar en la creación de un personaje político – cultural que pronto emergería en las calles de Santiago proclamando una loca revolución.

El bautismo del Che

Estigmatizado, excluido y discriminado por mi homosexualidad desde pequeño, la creación de “El Che de los Gays” reemplazó –emotivamente- esa violencia sistémica pero ahora encarnada en un cuerpo biográfico-político libertario. Una creación simbólica y poética reencarnada desde el propio cuerpo del Che Guevara que emergió desde la tierra luego de estar mucho tiempo oculto en la selva boliviana. Un 28 de junio de 1997 fue descubierto por científicos bolivianos y argentinos. El 28 de junio, paradigmáticamente, es el Día Internacional del Orgullo Gay/Lésbico/Trans. Ahí entendí que se trataba de un cuerpo emancipado que irrumpía para renacer en las luchas políticos-sexuales del Chile hoy. Un cuerpo marica – guerrillero que esgrime las armas de la crítica social y la protesta callejera.

En los años noventa, mientras estudiaba Periodismo y Comunicación Social en la Universidad de Arte y Ciencias Sociales ARCIS, la escuela estaba plagada con grafitis del Che Guevara. Mi idea inicial era intervenir esos rayados pintándole los labios al guerrillero con femenino rouge rojo pero nadie protestó ni se inmutó siquiera. Me inquieté porque –lúdicamente- quería provocar una reacción siendo, a última hora, yo mismo el provocado. Ante la indiferencia decidí transformarme en el mismísimo Ernesto Guevara pero homosexual, travesti, seropositivo, contaminando así las luchas políticas, sociales y culturales de las izquierdas latinoamericanas con las intensas batallas del género y las identidades sexuales.

El alumbramiento de “El Che de los Gays” ocurrió una inolvidable noche del 4 de septiembre de 1997 cuando intervine en una actividad en contra de la censura organizada por el performancista Vicente Ruiz. Ahí, decidido, armando con una boina estrellada y un bidón de simbólico “AZT” (primera droga en contra del SIDA), arribé animando la cita contracultural, recordando a las víctimas del fatídico incendio de la discoteca Divine de Valparaíso, acontecido un 4 de septiembre de 1993. En la disco Planet, momentos en que la afamada actriz Patricia Rivadeneira -ex agregada cultural de Chile en Italia- abogaba por la libertad de expresión en Chile, le arrojé un chorro de agua que tenía en el bidón de AZT para “provocar al provocador”. Vicente Ruiz no captó el sentido simbólico de mi acto y ordenó expulsarme del lugar con guardias de seguridad. ¡Esto es censura! ¡Esto es censura!, gritaba desesperado mientras el público pensaba que todo era parte del espectacular show alternativo montado por el polémico productor cultural. Luego, fuera de la discoteca, me desquité del censurador lavándome el trasero con el mismo bidón de AZT declarando mi malestar e indignación frente a la censura sufrida. El acto era una metáfora, un juego, un experimento de provocación contracultural, tensionando los límites de la libertad de expresión y la censura en el Chile post dictadura.

La prensa local destacó profusamente lo inédito del acto, lo supuestamente “escandaloso” de su final y las contradicciones político – culturales que contenía. Se trató de un loco bautismo, un acto pagano, polémico e inesperado, un bautismo del Che Gay que otorgó inesperada visibilidad a un naciente personaje político – nacional. En entrevista al diario La Tercera del 6 de septiembre de 1997, Vicente Ruiz declaraba molesto: “Una cosa es abrir un espacio de libertad para que la gente se diga cosas y otra es que la gente te basuree. Yo no voy a permitir que nadie venga a romper la integridad de mi entorno familiar y creo que reaccioné como lo haría cualquier persona; imagínate que hubiera sido bencina en vez de agua y le tira un fósforo, nadie alcanza a reaccionar, nadie, y hoy día estaríamos en otra”.

La actriz Patricia Rivadeneira, musa del under de los ochenta en Chile, le restó importancia dramática al hecho, participando lúdicamente de la acción, tal vez comprendiendo la emergencia de generaciones de (re)cambio en la escena político – cultural en el Chile de los noventa. “La Patty terminó mojada”, escribió el periodista Cristian Farías para el desaparecido diario La Nación, mientras Las Últimas Noticias tituló: “Polémico y solitario final”, desplegando atrevido set fotográfico. Eran los impulsos, los gestos, las locas provocaciones e intervenciones de un agitado período. Era el particular e irreverente nacimiento de un Che disidente sexual.

El sociólogo Tomás Moulian en el retrato documental “El Che de los Gays”, entrecruzando bautismo, acción política y performance callejera del Che Guevara homosexual, señaló: “Tiene un aspecto desvalido, no puede representar al Che de la carabina, entonces representa un cierto Che, al Che de la derrota y usa las imágenes de la derrota. Yo creo que se inspira en el Che muerto, un gesto interesante, descolocante, se vincula más al Che patético, al patetismo del profeta desarmado, al profesa semiarmado donde sus ilusiones revolucionarias son más que sus posibilidades. Él representa no el realismo, sino que el idealismo, el gesto”.

Tributo a Gladys Marín

11 de septiembre de 1997. Portando una estrella que decía “CRISIS” -aludiendo a la crisis política del Golpe Militar de 1973- armando de boina tipo Che, labios rojos y vistiendo una camiseta de la selección chilena -el emblemático número 11- me presenté en la tradicional marcha por los Derechos Humanos al Cementerio General de Santiago. Ahí, acompañando a la multitud en una masiva caravana que encabezó la líder comunista Gladys Marín, enfilé decidido hasta el Memorial de los Detenidos Desaparecidos. Terminado el masivo acto animado de incendiarios discursos, esquivando la violenta represión policial y las bombas lacrimógenas que invadían las tumbas, ovacioné públicamente a Gladys Marín, culminando mi tributo cuando le obsequié la estrellita que Gladys guardó en su oficina personal del Comité Central del Partido Comunista de Chile.

Terminada la loca intervención en el Cementerio General me uní a una compacta y decidida marcha que recorrió todo la avenida Recoleta hasta llegar al puente Mapocho. Ahí se desató la cacería policiaca mientras todos corrimos por diversas callejuelas. En un minuto diviso a Lorena Astorga, joven vocera del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y emulando el espectacular rescate en helicóptero que liberó a sus compañeros de la Cárcel de Alta Seguridad, escapamos del lugar arriba de un taxi que apareció de la nada. La huida me hizo pensar en Ricardo Palma Salamanca, bello y romántico militante armado acusado de haber disparado y asesinado a Jaime Guzmán Errázuriz, colaborador de Augusto Pinochet y fundador del partido de extrema derecha, la Unión Demócrata Independiente UDI.

El compromiso de Palma Salamanca también lo recordé días después cuando asistí al multitudinario homenaje al Che Guevara en el Estadio Nacional de Santiago. Allí, en medio del jolgorio juvenil bailé y canté las canciones del cantautor cubano Silvio Rodríguez con mi boina estrellada, mis labios rojos y un cartelito con una estrella colorida que decía: “CHE TE ASMO”. Mientras algunos comprendieron el metafórico sentido del mensaje, otros confundidos preguntaban inquietos por las razones. “El Che Guevara era asmático, por eso yo lo asmo”, respondía.

Así, con este lúdico juego de palabras en mi particular acto de “asmor”, creí culminar un mes de activismo político – cultural. Sin embargo, pronto emanó la añoranza del plebiscito del 5 de octubre de 1988 cuando derrotamos a Augusto Pinochet en las urnas. Recordando aquel pacífico e histórico triunfo del NO, el Partido Humanista organizó una manifestación popular en el Parque Almagro de la capital, lugar donde arribé travestido de Ernesto Che Guevara Gay. Se trató de una intervención loca, delirante e inesperada. Terminé con los pantalones abajo, encaramado en el monumento a Diego de Almagro, gritando desaforado con el poto al aire; ¡Que viva el Che Guevara, que viva el Che Guevara! La concurrencia observaba alegre e impresionada mientras recibía el saludo de la mismísima Gladys Marín que, acompañada del histórico líder comunista Luis Corvalán, acudió a observar mi nudista performance. Luego, al caer el sol, una hermosa canción acompañó la escena con la emblemática voz de Isabel Aldunate. Desde los altoparlantes de la revoltosa concentración se escuchó: “Por el pájaro enjaulado, por el pez en la pecera… Yo te nombro, libertad”.

La cueca maricueca

21 de noviembre de 1997. Terminado un año de creciente visibilidad pública me presenté en la inauguración oficial de la 17º Feria Internacional del Libro de Santiago, efectuada en el Centro Cultural Estación Mapocho de Santiago. Ahí desarrollé una de las más llamativas performance de “El Che de los Gays”. En el acto estaban los invitados oficiales de siempre, periodistas, escritores, gestores culturales y las más altas autoridades políticas. Todo era tan habitual, nada hacía presagiar lo que más tarde ocurriría. Nada, excepto mis labios pintados de rojo furioso, mi boina tipo Che Guevara y cierto aire de acontecimiento que recorría el lugar.

El ajetreo e inquietud comenzó cuando me senté en la primera fila saludando amablemente a la ex primera dama de Chile, Hortensia Bussi de Allende. Ella, cariñosa, lúcida e inteligente, se volteó al escuchar mi saludo mostrándose un tanto sorprendida por mi particular atuendo. Saludó dulcemente y se acomodó junto a los otros invitados. Después de que ingresaron a la sala las máximas autoridades del país, entre ellos Jaime Ravinet, Alcalde de Santiago; José Pablo Arellano, Ministro de Educación y el Presidente del Senado, el derechista Sergio Romero, comenzó la inauguración oficial de la Feria Internacional del Libro de Santiago con la interpretación del Himno Nacional, interpretado por el Orfeón Municipal.

Entonces, escuchando la inconfundible letra de “Puro Chile es tu cielo azulado” salté raudo y desafiante al escenario con pañuelo rojo en mano y comencé a bailar desenfrenada cueca – maricueca al ritmo de la canción nacional. Mientras movía pañuelo y caderas, gritaba iracundo: ¡Juicio a Pinochet, juicio a Pinochet, por los desaparecidos, juicio a Pinochet! Nadie atinó a reaccionar pensando -tal vez- que mi inesperada intervención era parte del excéntrico espectáculo inaugural. Interminables minutos duró la improvisada acción hasta que guardias de seguridad subieron al escenario y me sacaron a la fuerza de la Estación Mapocho.

Después, intentando superar el impasse, las autoridades pidieron disculpas por el hecho. ¡Qué bochorno!, comentó un ofuscado alcalde Ravinet. La expectación entre los reporteros que cubrían el evento siguió mi intervención hasta las puertas de la Estación Mapocho. Allí, custodiado por Carabineros de Chile esperé la llegada de un carro policial que –finalmente- nunca apareció. La policía no comprendía las razones de mi loca detención, incluso, después de estar ampliamente custodiado por la policía, un solo Carabinero me llevó detenido a la Primera Comisaría de Santiago pero en un radio taxi, siendo recibido en el cuartel por la teniente Alarcón que no daba crédito de la información que le entregaban. Era la primera vez que un marica bailarín nacional era detenido en la Feria Internacional del Libro de Santiago. Luego de varias horas de curiosa detención fui liberado pero acusado a la policía local por “desordenes públicos”.

Mientras en la agitada Feria Internacional del Libro, escritores y autoridades políticas manifestaban sus opiniones a los medios de comunicación. El escritor Antonio Skarmeta, hoy Premio Nacional de Literatura, señaló al diario La Nación: “Fue un acto espontáneo, en un ambiente estimulante, amplio y democrático como el del libro, que tolera este tipo de expresiones, impulsos y excentricidades. Me pareció muy bien”. El poeta Raúl Zurita, declaró irónico: “Encontré extraño que luego pidieran disculpas. A lo mejor pedían disculpas porque no había juicio a Pinochet. Por lo menos así lo entendí yo”. Por su parte, Sergio Romero, entonces presidente del Senado de la República, señaló con evidente molestia: “Fue una intervención absolutamente anormal, que no tiene respeto ni por el libro, ni por el himno patrio. Es una vergüenza. No lo considero un ataque al general Pinochet, sino una muestra de grosería e incultura. Lo que más me extraña es que alguna gente del público haya aplaudido. Demuestra que los valores se están perdiendo. No es posible que este tipo de pervertidos opaquen una ceremonia internacional”.

Un año después, un 16 de octubre de 1998, Augusto José Ramón Pinochet Ugarte fue detenido en la London Clinic acusado por tribunales españoles de crímenes de lesa humanidad. Ese inolvidable día recordé la desaforada cueca – maricueca en la Estación Mapocho de Santiago.

8 de marzo de 1998. Día Internacional de la Mujer, la izquierda chilena organizó una manifestación en el Parque O’Higgins de Santiago en repudio de las pretensiones parlamentarias del dictador quien debía jurar como senador vitalicio en la ciudad de Valparaíso. En ese contexto me presenté en el acto armado con mi boina, la camiseta de la selección chilena y con un cartel que decía “JUICIO A PINOCHET”, adherido a un marquito de madera adornado con patitas de chancho. En la cultura popular de Chile se les atribuye a los homosexuales el gusto por las “patitas de chancho”. Entonces, buscando cruzar lo popular con el reconocimiento público de una homosexualidad politizada que exigía juicio al dictador, participé activamente del evento, cantando, bailando y transformándome en una colorida postal de la prensa internacional que arribó a Santiago para cubrir el polémico ingreso de Augusto Pinochet a un cuestionado parlamento nacional.

El día del juramento de Pinochet el pueblo estalló en manifestaciones y protestas. Gladys Marín y Sola Sierra, fallecida presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Chile, fueron brutalmente golpeadas por Carabineros de Chile. En tanto, “El Che de los Gays”, junto a una espontánea multitud sumada a un grupo de parlamentarios de la Concertación por la Democracia, marchamos desafiantes por las calles de Valparaíso con una bandera de Chile ensangrentada, recordando así la sangre derramada por las muchas víctimas de la dictadura militar.

Fiebre nudista en Chile

1 de mayo de 1998. Ya instalado Augusto Pinochet en el Senado de la República, las demandas pendientes del movimiento sindical continuaron en espera, desencanto visible en el acto de la Central Unitaria de Trabajadores CUT, realizado en Villa Portales de la capital. Ahí, deseando recrear el cruce entre las reivindicaciones obreras  y las batallas por la libertad sexual, me presenté con una corona de espinas, la camiseta de la selección chilena, los labios rojos y el cuadrito de patitas de chancho con cartel que decía: “EL PUEBLO UNIDO”, consigna popularizada en los tiempos de la Unidad Popular de Salvador Allende. Junto a ese atuendo animé la primera parte de mi presentación con una olla vacía que regalé a Gladys Marín. En un minuto loco e inesperado, cuando el entonces presidente de la CUT, el socialista Roberto Alarcón, terminaba de leer su formal discurso, salté las rejas de seguridad del escenario para desnudarme frente a la sorprendida multitud. Ese mismo día, coincidentemente, otra persona protagonizó otro insólito desnudo, minutos antes que el histórico boxeador Martín Vargas disputara el título latinoamericano de boxeo. “Fiebre nudista llegó a Chile”, dijo la prensa nacional.

4 de septiembre de 1998. Un mes antes de que Augusto Pinochet fuera detenido en Londres, mientras se conmemoraban 25 años del Golpe Militar en Chile, volví a aparecer e intervenir en un acto masivo – público. En un homenaje a Salvador Allende realizado en el Estadio Nacional, me presenté vestido de rojo furioso con una banda presidencial y un girasol gigante, protagonizando una alucinada vuelta olímpica en la cancha del Estadio Nacional. El aplaudido acto fue celebrado por la multitud y la propia Gladys Marín que estaba acompañada de Camilo Guevara, hijo del mítico guerrillero latinoamericano. Días después, en medio del lanzamiento de un libro sobre Salvador Allende escrito por el reconocido sociólogo post marxista Tomás Moulián, protagonicé una inusual instalación. Nadie lo esperaba, pero motivado por la emisión del dramático discurso radial que el fallecido presidente Allende pronunció el 11 de septiembre de 1973, me dirigí al escenario de actos de la Biblioteca Nacional e instalé una figura de yeso de San Sebastián de Yumbel -santo homosexual- junto al reconocido del autor “Chile Actual, Anatomía de un mito”.

¿Dónde están?

22 de noviembre de 1998. Mientras Augusto Pinochet permanecía detenido en Londres me presenté en un acto de la izquierda chilena en el Parque O’Higgins de la capital, vestido de novia, cuerno en la cabeza y portando una figura de yeso de la Virgen del Carmen, la Patrona del Ejército de Chile. La imagen sacrosanta portaba un pequeño cartelito que decía ¿Dónde Están?, interpelación emblemática de la lucha por la justicia, preguntándose por el paradero de los detenidos desaparecidos en Chile. Entonces, agitando el ambiente y en medio de la actuación del popular grupo Sol y Lluvia, subí repentinamente al escenario para bailar las contagiosas melodías del querido conjunto musical. Así estuve durante varios minutos hasta que, frente a la mirada atónita de periodistas y público presente, cerré la intervención lanzando la virgen al suelo rompiendo en mil pedazos la virgen enyesada de los militares chilenos. La insolente escena fue aplaudida por algunos, entre ellos Gladys Marín, pero reprobada por otros familiares de los detenidos desaparecidos. Se trató de un gesto violento, pero que quedó en la retina del público presente recibiendo la casi total censura de la prensa local. La excepción llegó de parte del desaparecido canal de televisión juvenil, Rock and Pop que a través de sus periodistas, Marcelo Comparini y Marcos Silva, difundían las osadas imágenes pidiendo una “santa explicación”.

Extracto de “El Diario del Che Gay en Chile” de Víctor Hugo Robles, Siempreviva Ediciones, Santiago de Chile, agosto de 2015.

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