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Nacional

11 de Septiembre de 2016

Los nuevos guardianes de la identidad nacional

La globalización, el neoliberalismo y la inmigración desatada ponen en peligro las identidades nacionales. Así lo creen diversos grupos alrededor del mundo y aunque en Chile son incipientes, también existen. Defienden nuestras raíces hispanas, la educación gratuita y los recursos naturales, al tiempo que llaman a proteger nuestra soberanía frente a la amenaza de los inmigrantes latinos y los intereses de Israel. Conversamos con algunos de ellos.

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El 12 de febrero del año pasado, siete jóvenes chilenos asistieron al cerro Santa Lucía a conmemorar la fundación de Santiago. Era la tercera vez que lo hacían. Allí enarbolaron sus banderas del Frente Nacional Identitario y del extinto Imperio español. Durante el acto, Benjamín, uno de los asistentes, leyó unas palabras del intelectual croata Tomislav Sunic, referente de varios grupos de extrema derecha europeos: “Nuestro deber es definirnos primero como herederos de la memoria europea, aunque puede que vivamos fuera de Europa; en Australia, Chile y Estados Unidos, o en otro planeta. Uno debe admitir que todos nosotros, ‘buenos europeos’ en el sentido nietzscheano de la palabra, podemos cambiar nuestra religión, nuestros hábitos, nuestras opiniones políticas, nuestro territorio e incluso nuestros pasaportes”.

El acto puede verse en YouTube. La mayoría de los presentes asistió con anteojos oscuros, en parte porque era un día muy soleado, pero también para proteger su identidad. “La sociedad muchas veces se queda con estereotipos de lo que son, supuestamente, las personas que profesan estas ideas. Nos persigue mucho el estigma que ha creado la prensa en torno a los neonazis”, cuenta Felipe (28), otro de los miembros del grupo.

Los movimientos “identitarios” se han multiplicado en el mundo en la última década, como reacción a la relativización de los valores tradicionales y las identidades locales, así como a la inmigración masiva en Europa y a los costos que ha traído la globalización para los “obreros blancos” de los países industrializados. Son la contracara de los movimientos antisistema de izquierda, aunque comparten con ellos la desconfianza total ante la clase política, la apertura económica y los medios de comunicación. En varios países ya han derivado en movimientos políticos de peso, como Amanecer Dorado en Grecia y el Frente Nacional en Francia. En Chile, el aumento de la inmigración latinoamericana y el malestar frente al modelo neoliberal han dado lugar a la formación de grupos todavía germinales, pero que responden al mismo fenómeno y que, a través de la redes sociales, a veces consiguen hacerse notar. Acción Identitaria y el citado Fuerza Nacional Identitaria son dos ejemplos de ello.

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ACCIÓN IDENTITARIA

Apasionados por el trabajo social, en medio de sus colectas o de sus actividades de difusión es fácil confundirlos por sus poleras azules con voluntarios de Un techo para Chile u otra organización similar. Para el terremoto de 2015, se les vio ayudando en las labores de reconstrucción en Coquimbo, y hace poco organizaban actividades a beneficio de un anciano enfermo que no podía pagar sus remedios.

Pero los miembros de Acción Identitaria (AI) tienen más inquietudes que luchar contra el modelo neoliberal y las desigualdades que produce. Una de ellas es la inmigración. Así lo demostraron cuando colgaron un lienzo en una pasarela en La Serena con la leyenda: “Basta de inmigración ilegal. No más delincuencia, narcotráfico y prostitución”.

“El proceso migratorio que está viviendo Chile no le sirve a nadie –afirma Arturo Valenzuela (23), estudiante de Derecho de Curicó y miembro del grupo–. No le sirve al inmigrante, ni tampoco a los nativos de Chile. De manera masiva, descontrolada, no se sabe quién ingresa, la ley migratoria hace aguas por todas partes”. Los activistas reconocen que a veces la inmigración es positiva, pero acusan que, dado el origen de los migrantes que hoy ingresan al país, ese no estaría siendo el caso. “Hoy tenemos a gente de la guerrilla de las FARC en el norte de Chile sin ningún control. ¿Cómo la policía chilena va a luchar contra ese nivel de organización delictual? ¿Cómo vas a integrar en un barrio ‘normal’ a gente que viene con esos traumas, que está acostumbrada a matar de toda la vida?”, se pregunta Diego Arancibia, ingeniero de 28 años.

El AI partió como un “movimiento cultural y social” en La Serena y se ha expandido a lo largo de Chile. Cuentan con medio centenar de activistas estables, docenas de colaboradores más ocasionales y una página en Facebook con más de quince mil likes. En ella alertan sobre los estragos de la inmigración y reivindican nuestra identidad hispana, exaltando incluso las ventajas de la dieta mediterránea por sobre la transnacional comida chatarra. Su símbolo actual, el torreón, se debe a que esa fue la fortificación con que la Corona defendió las costas chilenas de los piratas e invasores extranjeros. El mismo orgullo hispano los lleva a simpatizar con la demanda territorial mapuche, pues como afirman citando a Matías Catrileo, efectivamente mapuches y criollos “somos aparte”. Sólo los une, dicen ellos, la voluntad de resistir a un sistema que les quiere pasar por encima. Arancibia lo grafica de esta forma: “Entre el señor Angelini y una machi, me siento más a gusto con la machi”.

Hasta ahora no les ha ido mal con la difusión de su causa. Por ejemplo, cuando en marzo pasado circuló el polémico video de una carabinera que detuvo a una mujer peruana diciéndole “no soy tu amiga y este no es tu país”, el AI defendió a la uniformada “que cumplió su deber con firmeza ante la hostilidad de un grupo de peruanos” en un posteo que fue compartido 61.000 veces en Facebook. Por el mismo medio se han manifestado en contra del feminismo radical, el aborto y el hecho de que los colores de la bandera del Movilh (“banderas circenses llegadas desde el extranjero”) se proyectaran en La Moneda. “Creemos que el lobby homosexual, así como el lobby empresarial, el lobby pesquero o el lobby de cualquier grupo de poder que pretenda anteponerse a los intereses comunes, es negativo”, dice Arancibia.

En todo caso, ellos afirman ser un grupo transversal, ni de izquierda ni de derecha, conformado por universitarios y profesionales de hasta cincuenta años. Críticos de toda la clase política, defienden la educación gratuita, marchan contra las AFP, se oponen a Monsanto y, como es característico de estos grupos, al Plan Andinia, el supuesto complot sionista para apropiarse de la Patagonia. “Está comprobado que llegan conscriptos israelíes pagados por su gobierno a hacer reconocimiento al sur de Chile, yo lo he visto. Inglaterra también tiene intereses geoestratégicos en el sur de Chile y Argentina”, asegura Diego.

Los miembros del AI resumen sus principios como “tradicionalistas” y para ello citan a Julius Evola, filósofo y esoterista de la derecha ultraconservadora italiana: “Mis principios son esos que, antes de la Revolución francesa, toda persona bien nacida consideraba sanos y normales”. A través de Facebook, mantienen contacto con otros movimientos del mundo de ideología similar, como el francés Generación Identitaria, que combate la islamización de Europa, o Proyecto Segunda República de Argentina. También respaldan a movimientos europeos de extrema derecha, como el neonazi Amanecer Dorado de Grecia. “Creemos que son una respuesta al mundo que han creado las cúpulas del poder –señala Esteban Henríquez (28), ingeniero penquista radicado en Coquimbo–. Es obvio que si privas a la población de un país del derecho a una jubilación digna, a vivir sin usura, a un trabajo bien remunerado, a tener una identidad nacional y a que sus barrios no se transformen en el Bronx de un año para otro, esa población buscará defenderse. Y claramente, las cúpulas del poder político y financiero buscarán reprimir y demonizar estos movimientos a través de los medios, la censura y la persecución política. Eso es lo que hoy sucede en Europa”, afirma.

Para el AI, la naturaleza es importante, de ahí que suelan realizar actividades al aire libre, generalmente en la precordillera, donde el intocado paisaje autóctono ofrece un ambiente propicio para la camaradería y la reflexión. Los miembros del grupo de la Región del Maule, por ejemplo, aprovechan estas excursiones para realizar diversas actividades de supervivencia, defensa personal, tiro con arco y reflexión ideológica.

TROVA CRIOLLA

Presentado como “trovador identitario”, Rex Folk –nombre artístico de Walter Paredes (26)– participó en algunas actividades del grupo Acción Identitaria, pero dejó de asistir cuando se percató de sus reivindicaciones raciales. “Yo soy criollo y listo. Admito las culturas de todo el mundo”, explica.

Rex todavía recuerda el día en que, tocando su guitarra en el Paseo Ahumada, un hombre judío empezó a tomarle fotografías. “No me dijo nada, pero tenía su cosita en la cabeza, su gorrita rara”, evoca. Y su canción, “Patagonia Libre”, era bien explícita: “Al principio nos dijeron que eran viajes de placer (…) Lo que nunca nos dijeron es que venían a hacer un nuevo Israel…”, dice la letra, antes del coro: “Patagonia libre de los usureros, nuestra tierra no está en venta canta el alma del guerrero”, en referencia a la vacaciones que jóvenes israelíes toman en el sur de Chile y que muchos señalan como prueba de la veracidad del Plan Andinia. El músico oriundo de Linares, en todo caso, aclara que no se considera antisemita, sino sólo antisionista. “Tuve que cambiar el nombre de mi página en Facebook de Alejandro Rex a Rex Folk, para dejar atrás a los que confundieron mi mensaje. Todavía hay niños que me saludan en la calle con saludos nazis o cosas así, porque piensan que todo lo que hable de patria o de la soberanía nacional tiene que ver con eso”, cuenta.

Paredes, exguardia de seguridad, ya cuenta con dos álbumes, y sus videos en YouTube le han permitido darse a conocer y presentarse en diversos escenarios regionales. Su segundo álbum, “Patagonia Libre”, fue editado hace poco en Alemania por el sello Versand Produktion, en inglés, español y alemán. “Eso fue posible gracias a que se contactó conmigo un trovador tradicionalista alemán, Sonnenkind, que le gustó mucho el tema Patagonia Libre”, explica el artista sobre su canción, hasta ahora, más popular. “El tema gustó porque hay un discurso del pasado, que es el de Víctor Jara cuando dice ‘canto que ha sido valiente, siempre es una canción nueva’. Quizás no estamos en una dictadura en este momento, pero sí estamos en una dictadura de los medios de comunicación y del poder que en Chile se está cayendo”, reflexiona.

Vegano y animalista, Walter también se opone en sus letras a la construcción de hidroeléctricas en Achibueno y aboga por los valores de la familia tradicional y el espíritu provinciano. Dice que el único cantante con el que se identifica es el aysenino Nicasio Luna. Y aunque en su single “Amor a la patria” canta que “ser chileno es más importante” que ser de izquierda o de derecha, asegura que tampoco se considera nacionalista, sino tradicionalista: “No me voy en ese discurso xenofóbico ni nada por el estilo. Sí creo que cada hemisferio tiene una fuerza, una diferencia, se nota. Creo que las patrias son como entes espirituales que hacen que la gente se identifique con ellas”.

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FUERZA NACIONAL IDENTITARIA

Fuerza Nacional Identitaria (FNI) se autodefine como “un movimiento identitario situado en la realidad de la América contemporánea”. Se formó a fines de 2012 y se compone en su mayoría de veinteañeros repartidos entre Santiago y Concepción, varios de ellos universitarios, contrarios a la globalización y con el ideal de proteger la identidad chilena, más allá de la nacionalidad. “Creemos en la existencia de la raza y de las etnias, que son fenómenos naturales, que no provienen de una formación estatal o ideológica. Existe una diversidad, y no hay ninguna razón para intentar corregir esa diversidad. (…) El racismo pasó a ser visto como algo malo por un fenómeno político, no porque se haya descubierto que las razas no existen”, cuenta Felipe (28), estudiante de Derecho y uno de los fundadores de FNI.

Las actividades de grupo, cuya lucha “no es política, sino sociocultural”, incluyen caminatas al aire libre y visitas a museos, donde estudian el legado de los conquistadores españoles. También hacen labores de propaganda, como repartir volantes con sus ideas que reivindican la inmigración europea. “Nosotros tenemos el descaro de decir que existe una inmigración buena y una inmigración mala. Punto”, cuenta Felipe, quien ve con buenos ojos la idea de segregar espacialmente a los inmigrantes dentro del país para evitar la pérdida de su identidad y de la nuestra.

Nietzsche y Julius Evola son algunos de los autores que difunden en su página de Internet, junto a contenidos donde apoyan marchas antisionistas y al Amanecer Dorado griego. “Hay que entender al sionismo como fenómeno político-religioso –explica Felipe–. Uno no entiende qué tienen que hacer en países tan lejanos, crean el Instituto Hebreo, hacen lobby en el Congreso (…) Hay una presencia israelí en el sur que no ha sido transparente en sus objetivos”.
El objetivo de fondo, sin embargo, apunta a cambiar un sistema capitalista que pretende desarraigar a las personas y que lo está homogeneizando todo. Y para combatirlo, dice Felipe, nuestra sangre española podría ser una importante aliada: “Los latinoamericanos descendemos en su mayoría de europeos, sobre todo de españoles. Y un valor importante que subyace a esta presencia racial es el de la creatividad, la iniciativa, la valentía, la disposición a crear una nueva realidad. Ese es un valor que es importante recoger: la voluntad de cambiar el sistema actual. Estamos insertos en un sistema de conformismo e indiferencia que les hace mal a todas las razas”, concluye.

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