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Opinión

22 de Septiembre de 2016

Columna de Bruno Vidal: Ha muerto el paco Rivano

En el universo del paco Rivano moran seres de mala muerte, cogoteros, patines, matarifes, monreros, jetones a mal traer, chusma de muy poca monta, putas, cafiches, en definitiva fulanas y fulanos tratando de parar la olla y ganarse el pan a la maleta. Sin predicar la redención social con megáfono de canuto, el paco Rivano salvaba a esos desposeídos dejando entrever una pureza inherente a la condición humana. De una u otra manera reconoció magistralmente a ese paradigma brutal de la sociedad chilena: el huacho barriobajero.

Bruno Vidal
Bruno Vidal
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Se nos fue un gallo clave en la narrativa y en la dramaturgia chilena, estamos hablando de un hombre que las emprendió en el cuento en la novela y en el teatro y vaya de qué manera. Para decirlo directo al grano, el paco Rivano no fue un escritor como Pepe Donoso, como Nicomedes Guzmán, nada por el estilo; como dramaturgo nada que ver con un Egon Wolff o un Heiremans o un Galemiri. El paco Rivano, ante todo, fue un escribiente –no un escritor– de los bajos fondos en la misma onda o en la misma constelación de un Luis Cornejo, un Méndez Carrasco o un Gómez Morel.

El escribiente Rivano convocó en la literatura al lumpen del Gran Santiago y con conocimiento de causa. Laboró en Carabineros de Chile cerca de una década y en esa sede policial ha tenido la oportunidad de conocer in situ a un segmento social del sub-proletariado. En esa materia al Paco Rivano no le venían con cuentos. Su trabajo de campo implicó recoger fábulas y relatos paridos en el ambiente del coa y con ese conocimiento íntimo materializó una obra literaria y teatral de primera magnitud, escamoteando una serie de clisés de la literatura de izquierdas: paternalismo, consignas panfletarias, idealizaciones apriorísticas de nuestro proletariado más abandonado de la mano de don Jecho. De ahí que sus relaciones con el izquierdismo cultural de carácter oficial hayan sido siempre tensas, toda esa cáfila de mantenidos de la pasarela cultural progresista lo ninguneó con saña y premeditación. Lo hermoso: eso al paco Rivano le importaba un soberano comino.

El año 1965 fue clave en la vida del escribiente Rivano, ganó el tercer premio en el legendario Concurso Literario Crav. Zig-Zag quería publicar esa obra espléndida que se llama “Esto no es el paraíso”, se consultó a la superioridad de Carabineros, lo censuraron y dado de baja. Autoeditó la novela y Alone, cosa curiosa, lo elogió y lo alentó en el devenir creativo. Una muestra de la lucidez que admiré en el paco Rivano y que deja a las claras que el gallo arribaba a la literatura con una perspectiva nítida: “En la Edad Media, el marginal era el villano, el que no pertenecía a la nobleza. Después, el marginado fue el obrero. Pero ahora hay algo aún más marginal que el obrero, porque al menos éste tiene organizaciones, pertenece a grupos estructurados y puede hasta ser ministro, como pasó en Chile. Más allá del obrero está ese mundo de la delincuencia, que puede mirar la lucha social poniéndose él en el plano de los obreros: están más allá, más marginados todavía. Ellos ven las cosas desde fuera de la cancha: miran las relaciones opresor-oprimido con mayor claridad, ya que de una u otra manera el amo y el esclavo tienen una relación que los iguala, están los dos en un mismo sistema. El lumpen está totalmente marginado de eso”.

En el universo del paco Rivano moran seres de mala muerte, cogoteros, patines, matarifes, monreros, jetones a mal traer, chusma de muy poca monta, putas, cafiches, en definitiva fulanas y fulanos tratando de parar la olla y ganarse el pan a la maleta. Sin predicar la redención social con megáfono de canuto, el paco Rivano salvaba a esos desposeídos dejando entrever una pureza inherente a la condición humana. De una u otra manera reconoció magistralmente a ese paradigma brutal de la sociedad chilena: el huacho barriobajero. Este ser social es desmenuzado hasta las recachas en su obra. El paco Rivano no fue un Manuel Rojas, y con esto no quiero decir que haya sido mayor o menor en calidad a ese maestro de la literatura social, muy por el contrario, ha sabido complementar esa mirada de don Manuel con otras señas, con otros puntos de vista. Aniceto Hevia, hijo de ladrón, no es Víctor Hidalgo, personaje de Rivano que era un carabinero poeta tirado a gente, agarrándose de la poesía para rebuscárselas con decencia en la vida, al punto de ser tildado de comunista y expulsado de la institución.

El escribiente Rivano ha muerto, yo he tenido el privilegio de tratarlo de manera sensible en algunas oportunidades. Por desgracia, muchos se hicieron una idea equivocada de él; cierto, no era un hombre de buen genio, mañoso como él solo, autoritario hasta el infinito, pero siempre advertí en su persona una ternura que calaba hondo. El paco Rivano ha muerto, desde luego me acerqué a la despedida final, a su velatorio en la locación del Teatro Sidarte, me preocupé de llevarle un ramo de flores; llegado el minuto del rito me arrimé a su ataúd pidiéndole a su hijo Octavio “hermano acompáñame”, me emocioné, me atreví a ver su rostro en paz, y he sobrepuesto uno de sus libros en el féretro. Pedí a Dios lo acogiera en su seno y con emoción contenida, le he murmurado: Gracias querido Paco Rivano, usted me enseñó a comprender el mundo con esperanza, por mucho que algunos desalmados de las altas esferas mirasen en menos al angurriento, al roto marginal. Querido Paco Rivano, aunque esos mundos ofendidos de la patria no fuesen el paraíso, sus obras magníficas me dieron esa facultad de creer en Chile y en su literatura.

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