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Mundo

26 de Octubre de 2016

Preguntas existenciales: ¿Por qué los hombres van donde las putas y por qué no hay casas de putos?

Lola cuenta que "cuando era más joven, pensaba que los burdeles eran sitios tristes donde los adolescentes eran desvirgados y los únicos adultos que seguían yendo lo hacían porque eran tan feos que necesitaban pagar por un polvo. Nada más lejano de la realidad que eso (...) también van tipos atractivos, tipos casados, tipos con experiencia, con novias, exitosos".

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Una mujer que firma como Lola escribe una crónica en Soho Colombia donde teoriza sobre el porqué de la fascinación de los hombres con la putas, y a la vez respecto de por qué no existen burdeles para mujeres.

“Hay algo fascinante para una mujer que visita un burdel. Es penetrar en un mundo esencialmente masculino, donde las que no somos prostitutas estamos completamente fuera de lugar”, teclea la cronista.

Lola cuenta que “cuando era más joven, pensaba que los burdeles eran sitios tristes donde los adolescentes eran desvirgados y los únicos adultos que seguían yendo lo hacían porque eran tan feos que necesitaban pagar por un polvo. Nada más lejano de la realidad que eso (…) también van tipos atractivos, tipos casados, tipos con experiencia, con novias, exitosos”.

Entonces, cree que la fascinación por los burdeles “es porque a las putas se atreven a pedirles cosas que a las demás no. Les pueden cambiar el nombre para recrear el sexo con una ex novia. Las pueden poner en posiciones que a sus mujeres les molestarían, y que no necesariamente son raras (hay niñas que son incapaces de chupárselo a su novio). Pueden hacer tríos, si eso es lo que quieren. Satisfacer cualquier oscuro deseo o fetiche”.

“Otra idea que se me ocurre es que los hombres no tienen por qué fingir nada frente a una prostituta. No tienen que probarle que son un polvo maravilloso. No tienen que decirle que la aman y que quieren pasar el resto de la vida con ella para que se los dé. Nada. Simplemente es una transacción que se cierra y ya está. Ellas están ahí para dar placer y ellos, para recibirlo. A lo mejor, simplemente les gusta lo prohibido. Lo sórdido. Escabullirse una noche a otra cama para acostarse con otra mujer sin necesidad de tener un romance que complique las cosas y que los ponga en problemas. O tal vez, ellas sí entienden. Ellas callan y escuchan si el tipo quiere hablar. No les dan lata. No les montan escenas de celos. Siempre están dispuestas. Siempre están sonrientes. Siempre los adoran, así sea por cinco minutos”.

Para cerrar, Lola se pregunta ¿por qué no existen prostitutos y burdeles para mujeres?

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