Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

6 de Noviembre de 2016

Funerarias de Chile critican al Vaticano: “Cuando se les acaba la plata, empiezan a ver qué pecado inventar para volver a llenarse los bolsillos”

Por orden directa del mandamás del Vaticano, los fieles católicos no podrán esparcir, dividir, ni mantener en casa las cenizas de sus difuntos. Tampoco podrán crear joyas a partir de ellas. La recomendación del Papa: que los cuerpos sean sepultados en cementerios u otros lugares sagrados como por ejemplo, las parroquias o capillas. Algo que a Manuel Pavez, presidente hace 51 años de la Asociación Gremial de Funerarias de Chile, le parece una estrategia muy conveniente para repuntar el negocio de los columbarios dentro de las iglesias.

Dominique Soriagalvarro
Dominique Soriagalvarro
Por

Manuel-Pavez

Hace más de 50 años que trabajo en la funeraria de la familia, durante todo este tiempo he visto como el Vaticano cambia su postura según le convenga. Cuando partí en esto, la Iglesia consideraba como uno de los pecados más terribles incinerar el cuerpo de una persona muerta. Según ellos esto afectaría uno de los principios básicos de los católicos: la resurrección del alma y por supuesto el cuerpo.

Para las familias de esa época era impensable quemar a un pariente, era casi lanzarlo al infierno directamente, así que si se quería concretar una venta, ni se mencionaba la posibilidad. No hubo problemas hasta que salió el rumor de que ya no habría más espacios en los cementerios y que habría que amontonar los cuerpos. Así la idea de ser cremado se volvió rentable para quienes entregaban servicios funerarios y una posibilidad para las familias que temían que sus huesos fueran tirados a un pozo común cuando la hacinación llegara a los cementerios. Los hornos se hicieron comunes y la Iglesia puso sus ojos en el lucrativo mercado de la muerte, desatanizó la quema de los cuerpos después de fallecer y tanto le gustó la comercialización de las cenizas que ahora quiere monopolizar el mercado.

Quiero dejar claro que yo creo en Dios, no es que tenga un odio contra la religión, pero esto es cosa de sentido común. La gente quiere ser cremada y lanzada donde se le plazca y la Iglesia quiere apropiarse del negocio, por eso dice que es pecado la conservación de cenizas en casas particulares y en zonas que no sean consideradas santas, como los cementerios y las parroquias.

Llevo más de cinco décadas en este rubro, soy medio desconfiado, y me parece que la institución ya olfateó que si no decretaba otro pecado más en la vida de los cristianos, sus columbarios y las previsoras que ofrecen este servicio de cementerio ilegal, se irían pronto a quiebra.

Francisco Javier Errázuriz, Fernando Chomalí y Álvaro Fuenzalida, como socio capital, pasaron piola cuando participaron en la concesión que hizo el arzobispado, de la red de camposantos de la Iglesia Católica a la previsora Acoger. Esta nueva figura, presta todos los servicios necesarios para que los familiares no se hagan cargo de la frivolidad que implica todo ese papeleo inoportuno.

Hasta ahí nada parece trucho pero, ¿qué hicieron estas grandes figuras eclesiásticas? Entregaron en concesión al Cementerio Católico, ahora Santísima Trinidad, para poner en funcionamiento una serie de hornos crematorios. Este arreglo fue hecho entre gallos y medianoche, alejado de la norma del código sanitario, porque además de la incineración, Acoger, ofrece la mantención de las cenizas en columbarios, que en realidad son unas repisas instaladas dentro de las Iglesias. Por una módica suma que supera los dos millones de pesos, puedes mantener a tu pariente como la antigua aristocracia chilena: metido dentro de una parroquia, usualmente ubicada en el sector oriente de nuestra capital.

Que quieras ser cremado y lanzado al mar o que quieras conservar a tus padres en un mueble dentro de tu casa, provoca que la Iglesia pierda millones de pesos todos los días. La voluntad de las personas se transformó en la principal competencia de la Iglesia.

¡Pero esto es una guerra santa, señores! Los católicos fundan Acoger para competir con los jesuitas que representados por la marca Hogar de Cristo han instalado más de dos funerarias por comuna, ofreciendo estos mismos servicios. Lo extraño es que se encuentra solo una registrada en el Seremi de Salud, o sea, solo una funeraria paga impuestos. Me di cuenta y los denunciamos en el 2000, cuando estaba Javier Etcheberry como director del Servicio de Impuestos Internos y no pasó nada.

El arzobispado perdía la contienda ante la idea de tirar las cenizas y contra los jesuitas, por eso Acoger quebró. Como esto funciona al margen de la ley, los clientes no tienen garantía y quienes ya habían comprado el ataúd, la cremación y el ánfora en el columbario de una iglesia y las cenizas de sus difuntos embaucados fueron llevados a los estantes del Cementerio Católico. Pagaron más de dos millones de pesos y terminaron igual que el que pagó quinientas lucas.

Igual que todas las empresas chantas Acoger volvió con otro rut. La autoridad sanitaria nunca debió permitirlo: esta empresa no puede ofrecer poner cenizas en parroquias porque eso las convertiría en un cementerio. Yo me sé el código sanitario de memoria y ahí dice bien claro que solo los cementerios y no las iglesias deben realizar sepultaciones, traslado, exhumaciones, depósitos de cadáveres y reducciones, para recién poder ejercer como columbarios.

Nadie denuncia la presencia de cadáveres convertidos en cenizas dentro de las capillas, porque el aparato estatal y la Iglesia se pagan con favores estos permisos. No voy a decir que coimas, pero si muchos favores. Por eso existe tanta permisividad para que los católicos hagan tanto comercio.

En la Iglesia, cuando se les acaba la plata, empiezan a ver qué pecado inventar para volver a llenarse los bolsillos a costa de los creyentes. La lógica comercial es que se pasa de un pecado a un buen negocio. Mandan a un equipo de asesores económicos a estudiar el mercado y le dicen al Papa: “Ya tirela así para que les resulte” y el Papa con su séquito de curas europeos, que todavía nos ven con plumas, nos vienen a decir que está prohibido cumplir el último deseo de una persona y que es obligación pagarles a ellos por la protección de su cuerpo.

¿Acaso no han pensado en la tragedia que sería el derrumbe de una iglesia que tenga estos columbarios? Se perderían decenas de familiares y seres queridos para las personas. ¿Cómo recuperarías las cenizas de tu pariente entre los escombros? A estos importantes caballeros no les importa y parece que a nuestras autoridades tampoco, porque no se han manifestado firmemente para evitarlo.

El Papa está mal informado y si el negocio no les resultó como pensaron, no traten de intentar cambiar la voluntad de las personas. No tienen la autoridad moral después de todos los fraudes en que han estado públicamente involucrados. Uno puede ser creyente pero no tonto. Creen que estamos en la Edad Media: con la fe no se juega y la conciencia de las personas no se compra.

Cristo ya echó a los mercaderes una vez de las iglesias, ahora que tanto hablan de la resurrección, en esta segunda venida los va sacar desde el Papa hacia abajo, porque está metido en lo que no debe y porque ha transformado, inescrupulosamente, un paso tan importante en la vida de un cristiano, en un negocio.

Notas relacionadas