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Mundo

18 de Noviembre de 2016

Relatos de despidos de la pega: Marihuana, romance y fatales coincidencias

"Iba por mi tercer jalón cuando mi jefe abrió la puerta del baño y bueno, se hizo el que no vio nada y me llamó para hablar un momento. Quizás debido a la marihuana no me di cuenta que era bastante obvio que me iba a despedir. Llamó a todo el staff y empezó a gritar que si para trabajar horas extras necesitábamos estar drogados, iba a suspender esas horas y que prefería hacer menos dinero que tener a un "grupo de drogadictos" en su negocio. Me avergonzó frente a todo el staff y me dijo que no quería verme nuca más", contó uno de los protagonistas de estos relatos.

Por

nuevacocina

Un grupo de cesantes y trabajadores decidieron recordar ese inesperado y fuerte momento en que sus jefes los despidieron y los mandaron para la casa.

En conversación con Vice.com, los protagonistas de esta nota incluyeron romance, marihuana y fatales coincidencias en sus relatos.

Aquí te dejamos con algunos de ellos:

Ronny (27), cocinero en un club de golf: “Era mi primer trabajo, estaba entre los cocineros de una empresa que vende pollo frito. Básicamente mis días se resumían a montar pollos en litros de aceite industrial y sacarlos cuando estuvieran listos.

Mi jefe era el encargado del departamento de cocina y además era el hijo del dueño. Me odiaba a muerte, siempre se quejaba de que perdía mucho material (aceite, papas). Ya medio lo veía venir. Cada vez que él venía a supervisar yo me ponía un poco nervioso y hasta se me caían los alimentos frente a él, era de esos viejos amargados que llegaba peleando todos los días, pero la paga era buena y necesitaba tener experiencia en mi currículum”.

Yo estaba un poco corto de dinero y empecé a trabajar horas extras durante ese mes debido a que quería irme de viaje en verano con unos amigos. Le pregunté a mi jefe si tenía problema con que trabajara casi 14 horas al día y me dijo: no, me parece buena idea y así de seguro aprendes a ser parte útil del equipo. Era de esos tipos. La verdad es que para poder soportar esas 14 horas diarias de trabajo siempre iba muy pacheco, ya que cuando fumo puedo hacer prácticamente cualquier tarea en modo automático: limpiar mi depa, trabajar o manejar mi auto. Hasta atendía a los clientes con más ganas.

En una de esas largas jornadas decidí fumar en el trabajo, una terrible idea obviamente. No tuve mejor idea que ir al baño para empleados y empezar a fumar cerca de la ventana justo antes de mi hora de almuerzo.

Iba por mi tercer jalón cuando mi jefe abrió la puerta del baño y bueno, se hizo el que no vio nada y me llamó para hablar un momento. Quizás debido a la marihuana no me di cuenta que era bastante obvio que me iba a despedir. Llamó a todo el staff y empezó a gritar que si para trabajar horas extras necesitábamos estar drogados, iba a suspender esas horas y que prefería hacer menos dinero que tener a un “grupo de drogadictos” en su negocio. Me avergonzó frente a todo el staff y me dijo que no quería verme nuca más. Lo peor de todo es que no me dejó llevarme el almuerzo que me iba a comer y ese día me regresé a mi casa sin trabajo, con hambre y con un malviaje”.

Fabiana (22): “Era editora de una revista musical, trabajaba en una oficina que dividía el staff en una agencia de publicidad y los que trabajan para la revista.

La forma en que me despidieron fue un poco incoherente. De hecho, ese día despidieron a todo el personal de la oficina. Mi ex jefe llegó a la oficina principal con una cara de tragedia increíble y nos pidió a todos por favor que apagáramos todas las computadoras y dejáramos nuestros teléfonos a un lado. Esto lo hizo de una manera bastante rara, así que en ese momento supe que la cosa no pintaba bien. Acto seguido, nos dijo que la empresa había ido a bancarrota y que no tenía más dinero para pagarnos. La ironía del asunto es que ese día se celebraba el 420 y ahora jamás podré recordarlo de la misma manera. ¿A quién despiden en un 420? Uno de los ilustradores ya se había comido un par de brownies con mota y todo.

Realmente no lo veía venir. Al menos no de esa manera. Sí tenía el presentimiento de que me despedirían sólo a mí en algún momento, ya que el iluso de mi ex jefe pensaba que podía lograr que su novia se convirtiera en la próxima editora de la revista. Sin embargo, ese despido masivo no me lo esperaba.

Mi reacción fue un tanto estúpida. Recuerdo haberme puesto a llorar en plena oficina. Era un llanto más de alivio que de tristeza, realmente. Al final del día nos reunimos en casa de uno de los diseñadores y terminé ahogándome en alcohol y dándome cuenta de que todos en la oficina odiábamos a la misma persona”.

Andrés (24): Era barista de un café un poco hippie. Bueno, me enteré que estaban abriendo otro café cerca pero con mucha mejor paga. Una amiga me dijo por Twitter que era amiga del dueño y me recomendó, eventualmente me dieron el trabajo. Aún faltaban unas semanas para abrir. La cuestión fue que me enteré que venía a la ciudad una barista reconocida e iba a dar un curso, así que le pedí el día libre a mi antiguo jefe y me anoté para asistir al curso de la barista. Lo que no me esperaba era que, en el lugar donde se celebraba el curso, iba a estar mi antiguo jefe y la chica que me contrató en el café nuevo. Básicamente me saludaron los dos al mismo tiempo con cara de sorprendidos porque los dos me conocían. Imagínate la cara que puso mi antiguo jefe cuando ella le dijo que me acababa de contratar.

Mi jefe me gritó en frente de todo el gremio de baristas de la ciudad. Dijo que yo era un mal agradecido y cosas por el estilo. Fue bastante vergonzoso. Él es un judío mayor de 70 años, así que no es muy amigable que digamos. Es como un Soup Nazi pero del café. Me gritó que estaba despedido y se fue”.

Para leer los otros relatos, pincha acá (créditos Vice).

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