Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

1 de Diciembre de 2016

Columna de Pablo Sepúlveda Allende: Salvador y Fidel

"Allende creyó en el camino de una revolución pacífica para Chile, pero no por eso dejó de apoyar decididamente la lucha armada en otras latitudes de América Latina".

Pablo Sepúlveda Allende
Pablo Sepúlveda Allende
Por
Salvador-y-Fidel-

Sólo un poco de historia para empezar. En los tiempos de la independencia del continente americano, cuando el sueño colectivo era formar la gran nación latinoamericana, nuestros héroes nacionales conspiraron, trabajaron y lucharon para ayudar a otros países a conseguir liberarse del coloniaje político del imperialismo español. Así fue como el chileno Benjamín Vicuña Mackenna continuó las ideas integracionistas de Simón Bolívar y, entre otras cosas, fundó la Sociedad de la Unión Americana con el propósito de fomentar una confederación de naciones latinoamericanas. También fue una de las figuras más destacadas en el apoyo a la causa independentista cubana. Tanto fue así que en reconocimiento al auxilio chileno la bandera utilizada por el prócer de la isla, Carlos Manuel de Céspedes, al alzarse en armas el 10 de octubre de 1868, era prácticamente igual a la bandera chilena. Sólo se invertían los colores azul y rojo. Con esa bandera se libraron los primeros combates de la independencia cubana.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, Salvador Allende visitó Cuba a sólo 20 días del triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro. El “Chicho” Allende viene de 30 años de recorrido en las luchas políticas y sociales, a esas alturas es senador y ha sido candidato 2 veces a la presidencia de Chile. Al parecer no dudó un segundo en ir a conocer de primera mano la revolución que estremecería el continente americano. Llega a La Habana acompañado de su hija Beatriz “Taty” Allende, primero conoce a Raúl, luego a Fidel y al Che Guevara. Antes de llegar a la presidencia de Chile, Salvador volvió en dos ocasiones: en 1961 tras la invasión de Bahía de Cochinos, y luego en 1967. Más tarde, en 1971 Fidel visitó Chile durante 24 días, recorrió de Arica a Punta Arenas, conoció las alturas de nuestra cordillera andina y bajó a las entrañas del carbón en Lota. Más tarde, en su discurso en el Estadio Nacional nos dice: “(…) hemos venido a ver algo extraordinario. En Chile está ocurriendo un proceso más que único, insólito, es un proceso revolucionario donde los revolucionarios tratan de llevar a cabo los cambios pacíficamente; un proceso único, prácticamente el primero en la historia de la humanidad”.

Allende creyó en el camino de una revolución pacífica para Chile, pero no por eso dejó de apoyar decididamente la lucha armada en otras latitudes de América Latina, nunca creyó que no fuera legítima o válida, sólo que creía que en Chile podía haber otro camino. Junto a la Taty ayudaron a la guerrilla del Che en Bolivia. Siendo Presidente del Senado fue hasta la misma frontera a recibir a los sobrevivientes de la guerrilla, su investidura senatorial sirvió de salvoconducto para los guerrilleros en su retorno a Cuba. La amistad y admiración de Salvador hacia Fidel, el Che y Miguel Enríquez no influyeron su convicción de que el camino chileno hacia el socialismo era por la vía democrática y pacífica. Ahora sabemos lo traicionera y cobarde que pueden ser unas Fuerzas Armadas formadas y entrenadas para proteger los privilegios y riquezas de las clases dominantes. Fue una trágica lección histórica.

A pocos días del golpe de Estado, Fidel, con su claridad meridiana, entendiendo el momento histórico y la posición de Allende, le escribe en una carta: “Imagino (…) la gran tensión existente y tus deseos de ganar tiempo, mejorar la correlación de fuerzas para caso de que estalle la lucha y, de ser posible, hallar un cauce que permita seguir adelante el proceso revolucionario sin contienda civil, a la vez que salvar tu responsabilidad histórica por lo que pueda ocurrir. Estos son propósitos loables”. (…) “Tu decisión de defender el proceso con firmeza y con honor hasta el precio de tu propia vida, que todos te saben capaz de cumplir, arrastrarán a tu lado todas las fuerzas capaces de combatir y todos los hombres y mujeres dignos de Chile”. En lo personal creo que no había salida ni pacifica ni armada, esta última hubiera terminado en una masacre mayor, no había correlación de fuerzas. Con la primera quedó claro que no repartirían la torta por la razón y la democracia.

Fidel y el pueblo cubano estuvieron siempre presentes y solidarios en el periodo más oscuro y tenebroso de nuestra historia. A Cuba llegaron miles de compatriotas exiliados y perseguidos por el terrorismo de Estado de la dictadura militar, recibieron acogida, techo, comida, trabajo y estudios. También en Cuba se entrenaron los y las heroicos/as combatientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, jóvenes que con gran desprendimiento y valentía llegaron a hacer tambalear a la dictadura terrorista de Pinochet.

El Chile actual es el que heredamos de una salida pactada con los mismísimos criminales, de ahí su pecado original. De ahí que los gobernantes del statu quo no se atrevan seriamente a cambiar la inmoral Constitución neoliberal, ni a cuestionar las ilegítimas y obscenas riquezas acumuladas en pocas manos, mientras la gran mayoría vive endeudada hasta el cuello para luego retirarse con jubilaciones de miseria. Todo esto sin tener siquiera asegurados derechos laborales mínimos, ni una salud pública digna y menos una educación universal en igualdad de oportunidades y sin que sea una mercancía más. Este Chile donde los medios de comunicación y la industria cultural (controlada por los coludidos de siempre) nos martillan e inculcan día a día la competencia y el individualismo, la indiferencia y la normalización ante la violencia cotidiana de una sociedad injusta y brutalmente desigual. Este Chile, que empieza a decir basta en un reclamo aún sin forma ni proyecto, este Chile que tiene poco o nada de lo que a Cuba le sobra en derechos, en dignidad y en humanidad; y que por desconocimiento o mala intención repite la chaya de que vive bajo una tiranía y en la pobreza generalizada, ignorando u omitiendo que Cuba tiene el reconocimiento de poseer el mejor sistema educativo y de salud del continente, que la UNICEF le reconoce como “paraíso internacional de la infancia”, y como único país de América (junto a Canadá) sin desnutrición infantil, que es el país que más aporta al PIB en educación, y donde no se hacen mayores colas para ser atendido de emergencia en un hospital o consultorio, menos aún las largas listas de espera para ser operado o medicamentos a alto costo, todo eso y más, allá son derechos humanos garantizados universalmente.

En Cuba eso no fue construido en base al terrorismo de Estado, como si lo fue nuestro actual sistema social y económico. Por eso a Fidel la historia lo absuelve. Por el contrario, la sanción moral que dijo Allende castigará la traición y la cobardía.

*Médico y nieto de Salvador Allende.

Notas relacionadas

Deja tu comentario